Después de un viaje épico de tres meses, en los que estuve en África y Europa, estoy de vuelta en México. Mi última parada fue la siempre hermosa París, en donde afortunadamente nos tocó un esplendoroso sol de verano.
En estos últimos días paseamos por la ciudad en bicicleta, y recorrimos lugares clásicos, como el Museo de Louvre, y comimos en magníficos e históricos lugares, como el Café de la Paix, del InterContinental Paris Le Grand Hotel, y en donde la soupe à l’onion es maravillosa. Su chef, Christophe Raoux presenta productos de temporada y prepara “pasteles de moda”, diseñados por los personajes más importantes de la alta costura.
El InterContinental París Le Grand es un suntuoso hotel de 470 habitaciones situado junto a la Ópera de París, en pleno centro de la capital francesa, a tan sólo unos minutos a pie de las principales atracciones turísticas, los grandes almacenes y las tiendas de lujo que rodean la Place de Vendôme, y del bullicioso distrito de los negocios. Fue inaugurado en mayo de 1872 y tuvo una remodelación en 2003, y hoy ofrece una decoración y elegancia clásica mezclada con lo último en tecnología.
El gerente general es Christophe Laure, quien ya había desempeñado el mismo puesto en este hotel de 2002 a 2004. En este tiempo invirtió 150 millones de euros en la remodelación de la Plaza de la Ópera y del Café de la Paix, con lo que se logró un reposicionamiento del InterContinental Paris Le Grand frente a otros hoteles de lujo. Sin duda, un gran acierto.
Otro hotel que me enamoró fue el Saint James Paris, ubicado en el lugar que ocupaba el primer aeródromo parisino, desde donde salían los globos aerostáticos, Madame Dosne-Thiers mandó construir, en 1892, una fundación en memoria del que fuera presidente francés, Adolphe Thiers. Como viajar hacia atrás en el tiempo, en el corazón de uno de los barrios más elegantes de París, este edificio es actualmente el único palacio hotel de la capital, un lugar de excepción que abriga, además, el muy selecto Saint James Club. Este gran palacete burgués, rodeado de jardines privados, posee 48 habitaciones y suites, todas ellas diseñadas como si fueran habitaciones de huéspedes familiares.
Antes de París estuve en Italia, y ahí me hospedé en Il Borro, de Salvatore Ferragamo, y es un lugar que combina elegancia y estilo natural con lujo y ambiente íntimo, apartamentos, y suites en su villa medieval, además de granjas y lujosas villas.
Todo esto combinado con una llanura fértil en el valle del Arno, el sol, la puesta del sol, un paseo a caballo por los viñedos, una copa de buen vino tinto junto a la piscina, cenas deliciosas luz de las velas y la historia milenaria de un pequeño pueblo medieval. Simplemente, espectacular.
También estuve en el Relais Santa Croce, en Florencia, un hotel de 5 estrellas que está situado en un edificio del siglo XVIII, en uno de los establecimientos más lujosos y elegantes del centro histórico de la ciudad, ubicado entre la basílica Santa Cruz y la catedral. El hotel combina elementos modernos con una decoración clásica, con techos decorados con pinturas al fresco y un salón elegante y confortable. También hay una sala de música para disfrutar de aperitivos y de un programa de animación.
Y en el centro de Milán, en uno de los barrios más históricos de la ciudad y en un convento del siglo XV, está el hotel Four Seasons, que alberga 118 elegantes habitaciones de lujo, así como tres restaurantes de gran calidad, todo ello enmarcado por un patio claustral y con un gran paisaje del siglo 15. Las habitaciones combinan la arquitectura tradicional con el diseño italiano y con modernas habitaciones.
En Londres, disfruté enormemente mi estancia en el Westbury Mayfair, muy elegante y situado en Bond Street, que alberga el Polo Bar, y lo ricos restaurantes comandados por el chef Alyn Williams, que acaba de obtener una estrella Michelin (a tan solo 10 meses de haber abierto), es de estilo sobrio y elegante, y ofrece comida europea creativa, elaborada con productos frescos de temporada.
Y ya para regresar a México, súper contenta de todos los lugares que recorrí, y un poco triste por el fin de esta gran aventura, nos trasladamos en tren desde París a Amsterdam para tomar nuestro avión de KLM, en donde probé sus nuevos vinos, el nuevo menú, así como vi las nuevas películas de la temporada.
La comida a bordo es preparada por los mejores chefs para KLM,como Richard Ekkebus, y para que la selección sea aún mayor, ofrecen la opción de encargar comidas a la carta. También se puede elegir entre una gran variedad bebidas y tentempiés a bordo de cada vuelo.
Desde el primer minuto de este gran viaje, que comenzó en junio, hasta el último segundo en el que tomé el vuelo que me traería de regreso a casa, disfruté cada instante y cada momento ha quedado en mi memoria como un momento inolvidable.