Prácticamente obligado (desde su nacimiento) a vivir en un permanente estado de competencia con los de su misma especie, el hombre, en la mayoría de los casos erróneamente se ha acostumbrado a medir el éxito o el fracaso en cantidad y en acumulación: en lo personal, en lo profesional, en lo material… ¡en todo! Si tengo más que tú, yo gano; si tengo menos que tú, tú ganas.
En la niñez y en la juventud sucede en el salón de clases, cuando el que saca “10” es señalado como el mejor y en la cancha deportiva también sucede algo similar (el que anota más goles, hace más touchdowns o logra el mayor número de encestes es el triunfador); en la edad adulta el patrón se traslada al ámbito profesional, material y amoroso: si te pagan más en tu trabajo, si tienes el mejor automóvil (¿o qué tal dos?) y si puedes conquistar a una, dos, tres, cuatro… ¡las que sean!
A esos galanes de capacidad superlativa se les conoce como “donjuanes”, “casanovas” o simplemente como mujeriegos. Son hombres que se caracterizan por acumular conquistas a la velocidad de la luz y no les importa si la “víctima” a depredar es bonita, fea, joven, madura, alta, bajita, delgada, gordita, rubia, morena… a ellos prácticamente les da igual la apariencia de la mujer a la que convierten en objeto de su deseo. En el fondo lo único que importa es ligárselas, pasar un buen rato (sexual) con ellas y, ¡por supuesto!, presumir con sus colegas y amigos de su enorme capacidad y talento en las artes patentadas por Rodolfo Valentino.
Sin embargo, ¿qué hay detrás de este patrón de comportamiento tan común en varios hombres? Indudablemente, en primer lugar, lo que existe es una tremenda incapacidad para involucrarse emocional y sentimentalmente con una mujer, lo cual se puede entender sólo echando en “rewind” la videocasetera hasta los días de la infancia del individuo en cuestión. Porque toda noción primigenia sobre las relaciones humanas (incluidas las de pareja) siempre la vamos a asimilar en nuestro núcleo familiar. Así las cosas, la manera como un hombre adulto se comporta en su mundo tiene que ver totalmente de cómo fue tratado y educado de niño por sus padres principalmente. Obviamente, los conceptos y valores que se inculcan en las escuelas también juegan un papel preponderante; pero el cimiento es netamente familiar.
Además, también es trascendental analizar los motivos por los que un hombre se vuelve adicto a acumular conquistas. Seguramente (sin generalizar) podemos estar frente a una persona invadida por miedos e inseguridades que la incapacitan a desplegar sus emociones y mostrar su verdadero “yo”. Evadir el compromiso que implica una relación seria y formal implica que quien huye de ésta en su interior acumula un sinfín de traumas y prejuicios, siendo éstos los culpables de que se vea impedido para tomar seriamente a una mujer, primero como novia y después como esposa.
Ser mujeriego va más allá de tener un gusto desmedido por la compañía femenina. También va más allá de tener miedo al compromiso o de querer estar en franca y permanente competencia con el resto de los hombres. Se trata de un problema sumamente serio que puede ir desde cierto tipo de incapacidades sexuales hasta complejas dificultades sociales de adaptación y valoración del entorno en el que se encuentra quien está viviendo esta condición.
Y no olviden que todos los sábados los espero en punto de las 23:00 horas en su programa “Exclusivo Para Hombres”, que se transmite por Telefórmula (121 de Cablevisión y 121 de Sky).