Considerada como una de las figuras de autoridad más intimidantes en la historia de la humanidad, la del suegro es probablemente una de las presencias más trascendentales en cuanto a las relaciones de pareja, porque gran parte del éxito o del fracaso al interior de un noviazgo o de un matrimonio tiene que ver con el buen o el mal vínculo que consigan trabar yerno y suegro.
Definitivamente no es nada sencillo allanarse el camino para acercarse al progenitor de aquella mujer a la que ustedes contemplan en sus planes, primero, como novia y, después, como esposa. Sin embargo, la gesta a enfrentar se torna menos complicada si las intenciones que se tienen con la dama en cuestión son sinceras y honorables porque, créanlo, un papá sabe “leer entre líneas” a la perfección cuando el individuo que se está acercando a la niña de sus ojos lleva buenas o malas intenciones.
El asunto en este tema tan delicado radica única y exclusivamente en evaluar con total sinceridad, en una especie de examen de conciencia, hasta dónde se quiere llegar con aquella mujer a la que han convertido en el objeto de su deseo. Si la conclusión es que si en realidad quieres todo con ella –llevar una relación seria basada en el respeto, con un anillo de compromiso de por medio, la clásica pedida de mano y culminar el ejercicio hincados los dos en un altar frente al padre que los unirá en sagrado matrimonio-, lo más recomendable es que en tu brief de acciones a emprender contemples entre las primeras acciones a ejecutar reunirte con los papás de tu noviecita y que en cada encuentro te propongas dejar la mejor impresión posible.
Y no se trata de que te conviertas en un lisonjero profesional para granjearte la simpatía y la aprobación de tu suegro. Lo único que te sugiero es que te comportes y procedas a la altura de las circunstancias y no olvides que, con un poco de suerte, esas personas responsables de proporcionarle la solidez necesaria al árbol genealógico de la mujer que elegiste para ser tu compañera, acabarán siendo parte de tu familia y ellos también decidirán darte la bienvenida como parte de la suya.
Cierto, aunque suene a cliché, la realidad es que cuando te casas con alguien también te casas con su familia y la verdad es que en este tema no siempre las cosas son como la miel sobre hojuelas. Hay de suegros a suegros ¡cómo no! y eso representa en la mayoría de los casos un ejercicio de mucho stress, razón de más para que pongas en práctica la mejor de tus estrategias para cautivarlos: siempre muestra buenos modales, que tu apariencia y tu manera de hablar sean impecables, cuando los visites en su casa procura incorporarte a las tareas propias de la reunión (ayudar a llevar y traer los platos, elegir la música, recoger cualquier cosa que pueda estar mal acomodada, descorchar el vino, etcétera), no te incomodes cuando te pregunten sobre tu trabajo y tus ingresos, en fin… procura que tu suegro siempre se quede con la impresión de que conoció la mejor versión posible de ti.
¿Tiene algún sentido desplegar la estrategia anterior? ¡Por supuesto que sí!, porque seguramente a la larga todos esos detalles incidirán al momento en el que tu suegro se decida por tomarte como un amigo o uno más de sus hijos… o todo lo contrario, como un forastero que llegó a robarse a su hija y que anda en busca (quizá) de algún beneficio material. Así que, como podrás darte cuenta, sólo depende de ti que tu suegro se convierta en tu aliado o tu adversario.
¿Qué prefieres?
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