Con opiniones divididas, con detractores y con promotores, todo parece indicar que el estilo de vida swinger llegó para quedarse en la sexualidad de las parejas y formar parte del amplio catálogo de fantasías tanto de hombres para mujeres. Y aunque en nuestro país todavía son muy pocos los que reconocen abiertamente que cuando menos en una ocasión se involucraron en una dinámica de intercambio de parejas, lo cierto es que cada vez son más los que se animan a transitar los terrenos de esta compleja sinergia sexual.
Pero, vayamos por partes, ¿qué es eso del “estilo de vida swinger”? Para empezar, se trata de un movimiento o subcultura conformada por parejas establecidas (matrimonios preferentemente) cuyos integrantes son individuos de amplio criterio, quienes optan por ejercer su libertad sexual y que de acuerdo a sus preferencias se involucran en dinámicas de tríos (H-M-H o M-H-M), de intercambio de parejas o de sexo grupal.
Por lo regular, estas desinhibidas parejas (que poco a poco han ido conformando comunidades muy bien organizadas) se reúnen en discotecas o en inmuebles privados, donde previamente y de manera muy discreta “van corriendo la voz” entre aquellos que consideran pueden tener sus mismos intereses.
En México este peculiar estilo de vida poco a poco ha ido cobrando adeptos. De acuerdo a datos de la Asociación Nacional de la Industria de Discotecas (ANIDICE), hace una década sólo existían dos bares swingers y actualmente ya hay aproximadamente 50, aunque el grueso de estos establecimientos opera en la clandestinidad, siendo personas del rango de entre los 30 y los 55 años de edad las que más se sienten atraídas a esta clase de reuniones.
Los integrantes de estas incipientes comunidades por lo regular son parejas con una relación estable quienes tienen un amplio puente de comunicación entre ellos mismos, además de que ejercen plenamente su libertad y que están en búsqueda de nuevas experiencias físicas, sin involucrarse sentimentalmente con nadie más. Obviamente para que este tipo de juegos se desarrollen óptimamente en la mayoría de las ocasiones el consumo de alcohol es menor (las drogas están totalmente prohibidas) y bajo ninguna circunstancia nadie puede tener sexo sin protección.
Y para aquellos que piensan que asistir a un evento swinger es prácticamente pararse en una sucursal de Sodoma y Gomorra donde “se agarran todos contra todos”, hay que destacar que al interior de estas comunidades hay reglas de oro a las que todos están obligados a atenerse, como son: no intentar romper ningún matrimonio; no ejercer presión sobre alguien que no esté interesado en interactuar contigo; no hablar de lo sucedido en las reuniones SW con gente ajena a estos eventos; jamás solicitar direcciones, teléfonos, correos electrónicos o preguntar por el nombre de la persona con la que estás interactuando; (obviamente) cuidar al máximo la higiene y apariencia personal… pero hay muchas más.
A final de cuentas se trata de una alternativa más dentro del amplio abanico de posibilidades sexuales y, como cualquier otra actividad, lleva implícitos sus riesgos. Por eso, antes de dar el paso definitivo hacia la puerta de entrada a esta muy sui géneris actividad, lo más recomendable es dialogar con tu pareja una y otra y otra vez hasta que no quede ninguna duda por ser resuelta.
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