Los terrenos de la infidelidad, ya de por sí desagradables por su inocua naturaleza, conllevan aristas sumamente complejas cuando un hombre llega a encontrarse con una amante que al final del día se traduce en mayores «problemas» que aquellos que le representa su esposa o novia «oficial». Porque lamentablemente por el ancestral patrón machista al que están apegados los varones de nuestra sociedad, en el que por todos lados les es aplaudido tener una, dos o varias mujeres, resulta muy complicado hallar novios o esposos de acciones y emociones responsables.
Todo empieza en la pubertad y se afianza en la adolescencia, con conceptos equívocos provenientes el seno familiar en el que a un muchacho se le inculca que «está muy bien tener muchas viejas», sin darle importancia a los sentimientos de las mujeres con las que se involucrará emocionalmente y sólo percibiéndolas como trofeos para acumular y presumir.
Y primero es en los noviazgos y después es en los matrimonios, con los hombres jugando un rol de irresponsabilidad en el que con suma facilidad son proclives a tener un «segundo frente» o una «casa chica» (o incluso dos, o tres, o más, insisto) en donde siguen desplegando esa ambigüedad mostrada tanto con la «novia oficial» o la «esposa por todas las de la ley»: no las respetan, no las procuran, mediana o nulamente se ocupan de sus necesidades emocionales y materiales. Hasta que un día…
Se encuentran «con la horma de su zapato» y se consiguen una amante que poco a poco se va apoderando de potestades y dominios en los que él ya no lleva la voz cantante y eso se traduce en un sinfín de problemas de todo tipo que desembocan en divorcios e incluso en graves tragedias. Y esto sucede porque por los hombres que tienen amantes por lo regular suelen poner en evidencia sus carencias emocionales y eso los pone vulnerable ante quienes ellos creen que eligieron porque la pueden manejar y controlar… aunque lo cierto es que es totalmente al revés.
Y en varias ocasiones el hombre involucrado en una relación de estas características no necesariamente sale a buscarla fuera de casa. No. Hay infinidad de casos en los que al esposo (principalmente) se le hace fácil involucrarse sexual y emocionalmente con una de las empleadas domésticas de la casa –mucama, cocinera, jardinera, niñera, etcétera- y prácticamente le pone el cuerno a la esposa en sus narices sin que ésta se de cuenta absolutamente de nada hasta que, obviamente, la amante se siente con los mismos derechos y atribuciones que la patrona (porque ambas están compartiendo al mismo hombre y también están compitiendo por él), desencadenando situaciones sumamente desagradables que pueden extenderse durante años, con una velada guerra de poderes en la que la esposa lleva todas las de perder porque no está enterada de la situación… sólo la sospecha.
Hay que redimensionar y redefinir los roles masculinos que les estamos proporcionando a los varones de nuestra sociedad desde que son niños, para que crezcan y maduren con la firme convicción de que un hombre de verdad no es aquel que arrasa con todas las mujeres que tiene enfrente y presume esta «condición» por todos lados; sino aquel que respeta a todas como si fueran su madre y sus hermanas.
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