Para mí, el champagne es la mayor contribución que Francia, con su incomparable experiencia en el arte de preparar vinos, ha hecho por placer.
La línea recta es la distancia más corta entre dos puntos. No es cuestión de geometría, pero sí de enología: eso es lo que hacen las burbujas cuando llegan a lo más alto de la copa.
Para las burbujas del champagne, el paladar es un límite muy virtual; buscan la cabeza y luego, filosóficamente, las estrellas.
Probé krug por primera vez hace ya algunos años en el deck de un barco y vi las estrellas brillar en el cielo y en la espuma del océano que tenía frente a mí.
Krug es festivo, seductor, complejo, estructurado, redondo y balanceado.
Krug está dirigido por Romain Canes, un hombre encantador y muy profesional que ya ha visitado México en el pasado y ha vuelto ahora para hablarnos de este maravilloso champagne. Para él, Krug sigue siendo hoy una referencia en cuanto a champagnes se refiere y es el favorito de los sommeliers y de los críticos. Si se es experto o no en esta bebida, la diferencia al probarlo se nota gracias a todas las sensaciones que aporta. Es un champage que crea emociones.
Además recuerda las palabras de Olivier Krug, de la quinta generación de la casa, que «nunca te olvidaras de tu primera copa de Krug», que aunque suene arrogante, es una promesa de ellos, pues siempre se vive una experiencia en cada sorbo.
Así como el Rolls Royce es un signo de elegancia y clase, así es Krug entre el champagne.
Desde la uva hasta la copa, este champagne es cuidado de la forma más meticulosa posible y atención hasta el más mínimo detalle. Desde su primer sorbo sabemos lo que estamos tomando y es un sabor que quedará para siempre en la memoria de todos nuestros sentidos.
Para descubrir Krug debes compartir ese espíritu, sentir la pasión para poder experimentar algo excepcional, intenso e inspirador.
La filosofía de Krug es primeramente la pasión que ponen en su trabajo hasta el compromiso total de satisfacción, que se definen por una serie de puntos, los cuales al juntarlos crean el gran sabor y el estilo, legendarios y únicos.
El «assemblage» es uno de los milagros de champagne y la culminación del trabajo de Krug. Diferentes uvas de diferentes viñedos y diferentes años se mezclan para crear un todo supremo que rebasa sus partes individuales. Toda una ecuación que tiene el mejor de los resultados.
El proceso de «assemblage» termina luego de una semana en el mes de febrero, la más crucial del año en Krug, en donde todo depende del gran trabajo en equipo.
Los vinos nacen a partir de una rigurosa selección de las uvas Chardonnay, Pinot Noir y Pinot Meunier. De otra parte, Krug es la única casa que fermenta la totalidad de su champagne en pequeños barriles de roble, obteniendo así champagne de aromas intensos y sabores ricos y complejos.
Cada año, desde 1843, este champagne ha sido mezclado por un miembro de la familia Krug. El arte de la mezcla ha pasado de generación en generación, la cual guarda una especie de «banco de memoria» que mantiene el estilo de Krug.
El fundador de Krug, Johan Joseph Krug, era un inconformista que dio la espalda a una empresa de champagne establecida, para establecerse por su cuenta. Él no sólo tenía la visión, sino también el talento, para lograr su ambición de crear un champagne con un sabor muy diferente a cualquier otro.
El tiempo es el mayor lujo de todo el trabajo de esta casa productora, por lo que Krug no escatima en esfuerzos para hacer su champagne, permite a todas sus variedades tomar el tiempo que necesitan para alcanzar su madurez. Por esta razón, cada botella tiene una edad de seis años, y, en algunos casos, mayor.
No es hasta que cada uno ha logrado su balance perfecto de frescura y plenitud que es liberado de las bodegas en Reims.
En Krug, una pasión por el arte de hacer champagne es también cuestión de paciencia.