Durante su juventud fue una mujer hermosa, popular, atractiva. Los años la trajeron madurez (física y mental), matrimonio e hijas, las cuales, obviamente, fueron tan hermosas, populares y atractivas como ella. Sin embargo, lejos de sentirse orgullosa por sus bellos retoños, conforme éstas llegaron a la juventud y alcanzaron su pleno desarrollo, ella comenzó a sentirse amenazada, por lo que desarrollo un inexplicable instinto de competencia y, en un afán por sentirse vigente y en plenitud, comenzó a comportarse como una veinteañera y no como una mujer madura. Transformó su apariencia, dejó de lado a sus amistades contemporáneas e incluso comenzó a coquetear con amigos y novios de sus hijas.
Los psicólogos le dicen «el síndrome de Blancanieves»…
¿Cómo es posible que una mujer madura desarrolle este tipo de comportamiento y que éste derive en un patrón digno de ser evaluado y estudiado por especialistas? Creo que todos conocemos y sabemos de mujeres altamente competitivas, pero ¿de eso a que rivalice con sus propias hijas? Además, ¿por qué bautizar este síndrome con el nombre de tan entrañable personaje emanado en 1937 de la inspiración de los hermanos Grimm?
Varios son los factores que abonan para que una madre desarrolle cierto tipo de rivalidad con su hija o sus hijas y entre éstos podemos destacar el abandono, la ausencia y el menosprecio de la mamá; la constante competencia; la descalificación; y los llamados vínculos vampíricos en los que la mamá vive a expensas de la hija. Obviamente todo este entorno genera una complicada dualidad entre dos personalidades que debido a la consanguineidad supuestamente deberían desarrollar un hipervínculo emocional sumamente sólido y positivo.
Especialista en esta temática, la psicoterapeuta norteamericana Betsy Cohen a finales de la década de los ochenta desmenuzó «El Síndrome de Blancanieves» como un trastorno en el que una persona se entiende insegura de su propia apariencia y siente miedo de llegar a la vejez y a quedarse sola; pero sobre todo con una capacidad para desarrollar envidia hacia personas más jóvenes o con cualidades/atributos que no cree poseer ya, lo que detona en una agresión física y mental hacia la persona objeto de esta envidia. Por lo regular este patrón se presenta entre madre e hija, con la mamá arremetiendo emocionalmente contra su hija humillándola y haciéndola sentir inferior. Este maltrato lo mismo puede ser en privado o en público.
Por supuesto que este patrón no es exclusivo entre mujeres o entre madres e hijas, también se presenta en hombres o entre suegras y nueras, entre hermanas, entre amigas e incluso entre compañeras de trabajo. Y la dinámica se puede iniciar con situaciones tan simples como que una consiga un pequeño logro profesional, escolar o social y que la otra desarrolle el más mínimo sufrimiento por sentirse superada, rechazada o porque simplemente estaba acostumbrada a ser el centro de atención y dejó de serlo.
Lamentablemente al ser un síndrome que no está plenamente aceptado o reconocido por el grueso de los especialistas, todavía no se ha implementado una cura para resolverlo. Sin embargo, la terapia, el autoconocimiento y la autoaceptación ayudan mucho a solucionar la ansiedad que desarrollan las personas que lo padecen.