Es uno de los debates ancestrales en los que frecuentemente caen hombres y mujeres por igual al momento de verse en la disyuntiva de elegir a la persona correcta con la que supuestamente compartirán el resto de sus días. Suena a cliché, mas no lo es. Y es que cuando se trata de relaciones humanas siempre resulta un verdadero predicamento cuando llega ese instante de discutir y ponernos de acuerdo sobre qué es lo más adecuado para nosotros: ¿la media naranja o la pareja ideal?
Vayamos por partes. Todo se resume a una cuestión elemental: encontrar la felicidad a través de una pareja y la convivencia diaria con ésta. ¿Qué se nos inculca en casa desde pequeñ@s? Hay que encontrar a alguien refinado, con buena posición social, un trabajo en el que gane millones, que sea universitario, de buena familia (que sea casi-casi de la realeza), distinguido y no sé qué tantas otras florituras…
Sin embargo, en muy pocas ocasiones nuestros sabios parientes mayores (los padres, los abuelos, los tíos y demás) deparan en aspectos sumamente trascendentales como son la compatibilidad de caracteres y la afinidad en preferencias. Incluso a muchos de nosotros nos ha tocado escuchar barbaridades como «¡no importa que no lo quieras, después de que se casen, al paso de unos añitos, verás que te encariñas con él/ella!». ¿Y el amor? Bien, gracias.
El caso aquí es que gracias a este tipo de mentalidad y creencias es que en nuestra sociedad (y en todas las demás también) las tasas de divorcio y separaciones se han disparado alarmantemente. Cierto, las leyes actualmente se han reformado para que hombres y mujeres recuperen su soltería sin mayores traumas, pero ¿qué pasaría si dentro de una (soñada) cultura de la prevención mejor no afrontamos la búsqueda de la persona correcta de una manera más responsable y madura?
Por principio de cuentas, yo les sugiero a todos ustedes, chicos y chicas, me refiero a los que están solteros, que antes que preocuparse en cuestiones de belleza física, solvencia económica o status social mejor enfoquen sus baterías en diseccionar a la persona que actualmente les hace sentir mariposas en el estómago y analicen cuestiones cómo: ¿me hace reír constantemente o nuestras conversaciones son amenas e interminables?, ¿nuestro quehacer profesional es altamente compatible y eventualmente podríamos ser socios de nuestra propia empresa en lugar de ser empleados de alguien más?, ¿posee la sensibilidad necesaria para integrarse a mis actividades y convivir con mis amigos y familiares?, ¿a pesar de mis defectos y los suyos, somos lo suficientemente tolerantes para reconocer en nuestra pareja que siempre se imponen más sus detalles, cuidados y atenciones que sus imperfecciones? El etcétera es interminable.No hace mucho tiempo (recuerdo dónde exactamente) leí algo así como que a la gente la queremos por sus virtudes pero la amamos por sus defectos. Es una cita contundentemente verdadera, porque al final del día en este universo no hay hombres ni mujeres perfectos, porque como ocurre con la belleza, esto no es más que una cuestión meramente subjetiva. Sin embargo, de acuerdo a nuestras necesidades, fortalezas y vulnerabilidades, me parece que si podemos encontrar a alguien ideal, acorde y adecuado para cada uno de nosotros sin que intervengan cuestiones de edad, de estética, de cartera o de bagaje intelectual. No es necesario ponernos a buscar una aguja en un pajar, basta con salir a la calle, abrir bien los ojos y ver cuál de esos especímenes es perfect@ para nosotr@s.