Hoy podemos hablar de Chile como uno de los países con mejor producción vinícola, capaz de conquistar los mercados más importantes tales como Estados Unidos, Inglaterra, Japón y Alemania, pasando en pocos años de exportar del 10% al 60% en la actualidad.
La evolución del vino chileno ha gozado de una afortunada mezcla de buena suerte e inteligente planificación.
Con el desierto de Atacama (seguramente el más seco del mundo) al norte, el océano más grande (el Pacífico) al oeste, con el Estrecho de Magallanes, el Estrecho de Drake, el mar de Bellingshausen y la Antártida al sur y una muralla de piedra de seis kilómetros de altura (los Andes) al este, Chile tiene todas las defensas necesarias contra las plagas que suelen devastar a los viñedos.
A estas ventajas naturales se le suma la buena calidad de los vinos y la imparable vocación exportadora, un mix que hace de Chile uno de los hacedores de vinos más distribuidos en el mundo.
A pprincipios de la década de los 80, Chile fue una bendición para muchos aficionados al vino norteamericanos e ingleses que buscaban una nueva fuente de buenos vinos a precios razonables. Al satisfacer esta demanda, Chile se convirtió en el primer productor sudamericano.
La especial conjunción de un clima mediterráneo templado con las particulares características geográficas del país, hacen de Chile un lugar ideal para desarrollar una viticultura amigable con el medio ambiente, que permite obtener una amplia variedad de estilos de vino.
El más reciente boom vitícola mundial de los años 90 del siglo pasado permitió que Chile llamara nuevamente la atención por sus excelentes vinos de precios muy accesibles. A medida que el interés crecía, Chile fue expandiendo sus viñedos e hizo un importante descubrimiento.
Actualmente, cuatro sociedades dominan en mercado de exportación: Concha y Toro, Santa Rita, Santa Carolina y San Pedro.
Los vinos chilenos han recorrido un largo camino en sus 460 años de historia. Las bodegas han incorporado las últimas tecnologías, y la exploración de zonas, tanto nuevas como tradicionales, ha permitido que los viticultores consigan armonizar de manera óptima cada una de las variedades con su entorno más adecuado.
En 1995, una nueva reglamentación sobre las denominaciones de origen estableció cinco zonas de producción:
El Valle Central es una amplia región que se extiende 80 km hacia el norte de Santiago, la capital, y más de 240 km hacie el sur. Tiene condiciones climáticas variadas.
Cercano a Santiago, el valle de Maipo fue la primera región vitícola que se desarrolló y todavía tiene la mayor concentración de viñas. Gra parte de los cabernet sauvignon y de los merlot se producen de allí.
El valle del Maule, desarrollado en la década de los 80, es bastante más fresco, y es adecuado para la sauvignon, la merlot y la chardonnay.
Casablanca, la nueva región del Aconcagua al noroeste de Santiago, goza de las brisas frescas del Pacífico. Los suelos cretáceos y arenosos dan una chardonnay que madura lentamente y aporta aromas delicados y concetrados. La merlot y la sauvignon blanc son las otras dos cepas preferidas.
Más al norte está las regiones de Atacama y de Coquimbo. La región más meridional está situada a la latitud de Concepción.
La mayoría de los productores bautiza sus vinos destinados a la exportación con el nombre de la variedad: cabernet sauvignon, merlot, chardonnay y sauvignon blanc son las más frecuentes, pero ya es habitual que los productores ofrezcan vinos embotellados de uno o varios tipos de cepas a precios variados y bajo denominaciones diversas.
Y gran variedad de esos vinos los pudimos probar el pasado 24 de noviembre Polyforum Siqueiros durante una cata de vinos cuyo objetivo fue conseguir importadores para las viñas chilenas que aún carecen de presencia en el mercado mexicano y fortalecer la de las marcas que ya la tienen, así como favorecer el posicionamiento de la marca país «Chile», esta vez con eje en la industria vitivinícola.
Este gran evento se llamó «Sabores en el fin del mundo» y estuvo presidido por la oficina comercial de la Embajada de Chile en México, ProChile, su director, Leonardo Banda, y el embajador chileno, Germán Guerrero. Yo participé como una de las presentadoras de la cata.
Las bodegas que presentaron sus vinos fueron Anakena, Apaltagua, Aresti, Camino Real, Cremaschi Furlotti, Dyonisos Wines, El Principal, Pérez Cruz, Portal del Alto, Sur Valles, Terranoble / Santa Camila, Viña Montes, Cantaluna, Viña Aquitania, Viña Tamaya, Viña La Rosa, Misiones de Rengo y Tarapacá
Además de los vinos, se contó con la colaboración de Sebastián Baeza, reconocido chef chileno de cocina de autor asiático-latina, quien nos deleitó con deliciosos canapés que se maridaron con los vinos, y que deleitaron a los alrededor de 200 invitados que asistieron.
La velada fue toda una experiencia sensitiva completa: un recinto espectacular y estimulante, delicias al paladar y al olfato, así como música en vivo andina del grupo Casa Vieja.
El embajador chileno aprovechó para citar a Pablo neruda diciendo: «América, no invoco tu nombre en vano, y por ello duermo y vivo en la sangre de tu herencia».
A pesar de una herencia enológica de casi 500 años, la industria vitivinícola chilena se muestra joven y lozana, y está evolucionando con audacia para satisfacer las necesidades de los exigentes mercados mundiales. Los vinos chilenos están disponibles hoy en más de 90 países de los cinco continentes, y las ventas siguen creciendo sanamente en medio de los actuales tiempos de estrechez económica.