Son muchas las mujeres que con la tan traída y llevada «liberación femenina» se han vuelto incapaces de poder disfrutar la compañía de un hombre que nació con el chip de la atención desmedida hacia ellas. Y es que gracias a la independencia que el llamado sexo débil ha adquirido en las recientes décadas es muy frecuente escuchar por todas partes frases como «¡Yo puedo sola!» y «¡No estoy manca!», entre otras más.
Y es que parte de esa autosuficiencia exacerbada de estas féminas por el desear ser liberales, exitosas e independientes no les permite dejarse llevar por su naturaleza para ser «apapachadas» y «consentidas» por sus novios o esposos, por lo que detalles como un desayuno en la cama (incluida la charola con una flor, servilleta de tela y una linda vajilla), un masajito en los pies (con todo y besitos) o un interminable catálogo de tiernas caricias mientras miran la televisión, son «lujos» que ellas no se pueden permitir.
A lo anterior, yo me pregunto: ¿En qué momento surgió esa rivalidad entre las mujeres triunfadoras, ejecutivas e independientes con las apasionadas, cariñosas y sensibles?, ¿acaso no pueden ser todas esas cosas al mismo tiempo? Porque hoy en día muchas chicas son capaces de contratar choferes, cocineros, asistentes y todo un ejército de servidumbre antes que permitirse a su lado a un compañero amoroso y entregado que se desviva por atenderlas y hacerlas sentir como a reinas.
Todo esto, se los digo sinceramente, provoca que me ponga totalmente del lado de los chicos. Porque debe ser sumamente frustrante para un hombre que éste quiera compartir cotidianamente todos esos «pequeños grandes momentos» con su mujercita y que ésta lo censure bajo el argumento de que estos detalles son exclusivos para las amas de casa y que al aceptarlos se denigraría su condición de «mujer poderosa».
Chicos, piénsenlo bien. Si ustedes son de esos que tienen el espíritu de servicio para su pareja a flor de piel, desparramando miel y detalles a más no poder, seguramente no podrán durar mucho tiempo al lado de alguien que no desea ser atendida, mimada, consentida y ¡correctamente amada!