Cuando termine la elección de julio de 2018, independientemente si gana o pierde, uno de los aspectos que tendrá que analizarse de la estrategia de López Obrador será por qué rechazó la alianza con el PRD y aceptó unirse con el “finísimo” Partido del Trabajo. En el mejor de los casos, si triunfa, el haber rehusado a asociarse con los perredistas le quitará apoyos que podrían resultar decisivos en la conformación de una coalición de gobierno estable. En el peor, se convertirá en uno de los grandes errores de por qué perdió la Presidencia por tercera ocasión.

Yo francamente no lo entiendo. La alianza de Morena con el PRD hubiera arrasado en las elecciones de gobernador en el Estado de México. Pero, en lugar de procurar la unión de las dos fuerzas, AMLO se dedicó a insultar a los perredistas. Como si fueran sus vasallos, les puso ultimátums. El PRD, sin embargo, aguantó los embates de López Obrador, y su candidato, Juan Zepeda, obtuvo casi 18% de la votación mexiquense en una elección que Morena perdió por casi tres puntos porcentuales.

Viendo estos resultados, cualquier candidato que hubiera querido ganar en 2018, hubiera iniciado de inmediato las negociaciones para una alianza con el PRD el día siguiente de los comicios mexiquenses. AMLO, sin embargo, hizo exactamente lo contrario. Horas después de las elecciones en el Estado de México, anunció que Morena y el PRD no irían en coalición para el 2018. Qué error. Frente al “portazo” de AMLO, a los perredistas no les quedó de otra más que ir solos en la elección presidencial, lo cual le conviene al PRI, o buscar una alianza con el PAN, que es lo que precisamente están haciendo. En ambos casos, esto perjudica a López Obrador. Cuando uno observa esto, se pregunta si realmente AMLO quiere ser Presidente. ¿Por qué no aliarse con los perredistas y prácticamente amarrar la elección de 2018?

López Obrador, supongo, piensa que de todas formas los votantes del PRD van a sufragar por él, aunque no haya una alianza formal con ese partido. Sin duda, muchos así lo harán. Pero no todos y, como se ve la elección de 2018, un puntito porcentual puede acabar siendo la diferencia entre ganar y perder.

Más aún, uno se pregunta por qué demonios aceptó el tabasqueño aliarse con el PT, pero no con el PRD. Los petistas, a diferencia de los perredistas, sí aceptaron el chantaje de AMLO durante la campaña del Estado de México: “O declinan a nuestro favor o no vamos con ustedes en 2018”. El candidato del PT renunció a favor de la candidata de Morena unos días antes de la elección mexiquense.

No dudo que el PT le sume algunos votos a AMLO en 2018. Además, contribuirán con más presupuesto para la campaña, spots de radio y televisión y estructuras partidistas para cuidar casillas. Pero esta alianza también le puede perjudicar, porque los señores del PT son unas fichitas. Como dice mi colega Jorge Fernández Menéndez, son parte de la “verdadera mafia del poder”. Desde su formación en 1990, este partido, dizque de izquierda, se ha dedicado a medrar con el dinero de los contribuyentes. Insatisfechos con los miles de millones de pesos que han recibido estos años de prerrogativas, han establecido una red de negocios turbios para desviar recursos públicos a cuentas de los dirigentes del partido. De acuerdo con investigaciones periodísticas, utilizan “Centros de Desarrollo Infantil” para dicho propósito.

Pero, además, son traicioneros. En las pasadas elecciones federales, el PRI realizó una intrincada y escandalosa operación política para salvar al PT que había perdido el registro como partido, al no haber alcanzado el umbral necesario de votos. Todos suponíamos, incluyendo el que escribe estas líneas, que esto significaría la alianza del PT con el gobierno priista a quien debían su supervivencia. Pues no. Ni tardos ni perezosos, traicionaron a los priistas buscando a un nuevo benefactor: López Obrador. Finas personas, pues.

No sorprende, entonces, que ahora salgan a la luz pública los presuntos escándalos de corrupción del PT y su dirigencia. El PRI tiene incentivos para filtrarlos, lo cual pone en un brete a AMLO. El tabasqueño, quien promete un gobierno honesto de ganar la Presidencia, ha tenido que salir a defender a sus “finísimos” aliados petistas perdiendo, en el camino, credibilidad de su verdadero compromiso en la lucha contra la corrupción.

En conclusión, cuando uno ve la defensa de López Obrador al PT y su rechazo a aliarse con el PRD, se pregunta si el tabasqueño realmente es un político sagaz que quiere ganar la Presidencia.

                Twitter: @leozuckermann

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