Comienzo con la buena. En los últimos diez años decreció el número de mexicanos que viven en pobreza extrema. En 2008 eran 12.3 millones, equivalentes al 11% de la población total. En 2018 se redujeron a 9.3 millones, es decir, 7.4% de todos los mexicanos.

Aquí estamos hablando de los más pobres entre los pobres. Sus características son desgarradoras. Para comenzar, tienen un ingreso paupérrimo. No les alcanza ni para llegar a lo que el Coneval define como la “línea de bienestar mínimo”, es decir, lo que se necesita para comprar una canasta alimentaria con calorías de subsistencia básica.

Más allá de estos escasísimos recursos monetarios, también tienen terribles carencias sociales. El Coneval define seis en su rigurosa medición de la pobreza en México. Uno: rezago educativo (los niños no asisten a la escuela y/o los adultos no concluyeron la primaria o secundaria). Dos: no tienen acceso a servicios de salud en alguna institución pública o privada. Tres: no cuentan con prestaciones laborales como sistema de ahorro para el retiro o pensiones. Cuatro: viven en casas que no tienen un mínimo de estándar en la construcción del piso, techo y muros y/o existe un grado de hacinamiento (número de personas por cuarto) mayor a 2.5. Cinco: no cuentan con ciertos servicios básicos en sus viviendas como agua entubada, drenaje, electricidad y combustible para cocinar. Seis: no se alimentan bien. En México, los pobres extremos carecen de más de tres de las seis (3.6 en promedio).

Qué bueno que en los últimos diez años haya bajado el número de pobres extremos en nuestro país. La mala noticia es que todavía haya más de nueve millones de ellos. Es una vergüenza nacional. No puede ser que en un país de ingreso medio como México exista esta cantidad de personas que apenas sobreviven.

De acuerdo con el último estudio publicado por el Coneval, que mide la pobreza entre 2008 y 2018, el 35.6% de los indígenas vive en condiciones de pobreza extrema. El 16.4% de la gente que vive en áreas rurales son pobres extremos. Una estadística escalofriante es la siguiente: el 45.7% de las mujeres indígenas en zonas rurales subsiste en la pobreza extrema. Compárese este porcentaje con el 3.9% de los hombres no indígenas que residen en zonas urbanas. Los tres estados con mayor número de pobres extremos son Chiapas (29.7% de la población total), Guerrero (26.8%) y Oaxaca (23.3 por ciento).

Recapitulando: la buena noticia es que ha bajado el número de personas que viven en pobreza extrema en México; la mala es que todavía hay más de nueve millones que están en esa condición. Lo cual nos lleva al anhelo: al final de este sexenio debería reducirse este número a cero.

El gobierno actual se precia de ser de izquierda. Qué mejor objetivo para la llamada Cuarta Transformación que el presidente López Obrador anuncie en su último informe de gobierno en 2024 la erradicación de la pobreza extrema en nuestro país.

No tengo duda que, con las políticas públicas adecuadas, esto es factible. Ya hay estados de la República donde prácticamente no hay pobres extremos. En Nuevo León, sólo el 0.5% de su población está en esa situación de acuerdo con el Coneval. Aguascalientes tiene el 1.2%, Baja California Sur, el 1.5% y Baja California, el 1.6 por ciento.

El asunto no es sólo de transferir dinero en efectivo a esta población vulnerable. Eso, sin duda, ayuda. Pero, como puede verse en las entidades con menos pobres extremos, también pasa por un tema de desarrollo económico. Los estados arriba mencionados han sido de los que más han crecido en la última década gracias a las industrias manufactureras de exportación y el turismo. En este sentido, además de los programas sociales de transferencias, hay que inyectarles algún tipo de dinamismo económico a las regiones con más pobres extremos en el país. Sin crecimiento será difícil sacarlos de esta vergonzosa situación.

Y, como también dice el Coneval en su último reporte, hay que seguir implementando políticas públicas que atiendan las múltiples carencias sociales: mala alimentación, rezago educativo, escasos servicios de salud, nulas prestaciones laborales, viviendas deficientes y falta de servicios básicos como agua, drenaje y electricidad.

¿Quiere López Obrador una Presidencia exitosa que realmente transforme al país? Pues que haga realidad el anhelo de que, al final de su sexenio, haya cero pobreza extrema en México. Todos se lo aplaudiríamos a rabiar.

Twitter: @leozuckermann

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