El coronavirus nos ha obligado a enfrentarnos a muchos miedos. Por ejemplo, el miedo a contagiarnos, a contagiar a nuestros familiares o conocidos vulnerables, a nuestra propia muerte o al de alguien cercano.

Es normal tener miedo, pero en algunas circunstancias -como las que estamos viviendo hoy- ese miedo puede terminar convenciéndonos sobre determinados remedios e ideas que no necesariamente se rigen por un criterio científico, ni tampoco por el sentido común.

Desde que empezó la pandemia se ha registrado un incremento importante en la atención sanitaria a intoxicados por prácticas llevadas a cabo con el fin de curarse o protegerse del coronavirus. Algunas de estas prácticas, como pulverizarse o tragar lejía, cloro, metanol y diversos desinfectantes se han repetido en muchos de los países afectados.

Internet puede ofrecernos muchas recomendaciones valiosas respecto al virus, pero el miedo ha hecho que no discriminemos entre los consejos científicamente fundados y otros que o bien son falsos o pueden causar un gran daño. Algunas de estas ideas, por ejemplo, no causan un daño físico directo, como que la ingestión de ajos previene el covid-19 o el que asegura que las redes 5G o las moscas domésticas propagan el coronavirus. Sin embargo, hay otras ideas o recomendaciones que sí pueden ser sumamente dañinas. Una de éstas es la que sostiene que los antibióticos pueden contribuir a curar el virus, cuando lo único que favorece es la automedicación y el uso no adecuado de los mismos. Otra más afirma que el secador de pelo elimina el coronavirus cuando lo que también puede suceder es que nos provoquemos quemaduras importantes y, desde luego, no combate el virus.

Se calcula que solo en México han muerto en las últimas semanas más de cien personas que ingirieron alcohol adulterado, algunos de ellos lo hicieron para protegerse del coronavirus. Este dato apunta, una vez más, a la importancia que tiene que la opinión pública cuente con información adecuada y veraz sobre la pandemia. Ésa es una responsabilidad que nos atañe a todos: al gobierno e instituciones públicas, a las entidades privadas y a nosotros los sanitarios. Estar bien informado es fundamental para la salud.

La semana que viene comentaré algunas recomendaciones muy básicas sobre cómo cuidarnos en caso de padecer diabetes y que pueden contribuir a mejorar notablemente nuestra calidad de vida.

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