Ayer, en este espacio, argumenté por qué los liderazgos populistas no son buenos para resolver la crisis sanitaria del coronavirus. Hoy, como prometí, analizaré si dichos liderazgos van a salir fortalecidos por la crisis del COVID-19 o ésta se convertirá en su tumba política.

Todo depende, desde luego, de los resultados finales de la pandemia global en cada uno de los países en dos temas: el de la salud y el de la economía.

El primero tendrá que ver con el número de infectados, las pruebas que se hicieron para comprobar el número real de contagios, cuántos acabaron siendo casos críticos, cuántos pudieron ser atendidos por los hospitales, y se salvaron, y cuántos, al final del día, fallecieron.

Todos los países prevén una alta tasa de contagio. Pero, como se ha dicho hasta la saciedad, el chiste es que las infecciones se vayan dando de manera escalonada para que el sistema de salud pueda atender eficazmente los casos críticos.

Lo que hay que evitar es lo sucedido en Italia, donde, de pronto, hubo una ola gigantesca de contagios al mismo tiempo, de tal suerte que está resultando imposible que los hospitales atiendan a los enfermos más delicados. Han llegado a la espantosa situación de dejar morir a los viejos de más de ochenta años porque les dan prioridad a los adultos de menos de sesenta para utilizar los respiradores artificiales.

En este sentido, las tasas de mortandad son mayores en los países que no toman a tiempo medidas de distanciamiento social. La enfermedad se propaga rápidamente y el sistema de salud acaba rebasado.

Por desgracia, líderes populistas como Trump o López Obrador no son muy propensos que digamos a escuchar la opinión de los expertos. En Estados Unidos se tardaron mucho para tomar las medidas adecuadas y todo indica que habrá una tasa de mortandad relativamente alta por la gran cantidad de enfermos críticos que requerirán camas de terapia intensiva al mismo tiempo. En México todavía no sabemos, pero la actuación del Presidente el fin de semana, haciendo oídos sordos a las recomendaciones sanitarias más simples de sus subordinados, no resulta muy halagüeña que digamos.

Además del tema sanitario, está el económico. Ya no hay duda de que, por culpa del coronavirus, habrá una recesión mundial. Se perderá mucho ingreso y empleos. Las bolsas ya lo están adelantando. De la actuación rápida y eficaz de los gobiernos dependerá la profundidad de la recesión en cada país.

El problema es que a los líderes populistas no les gusta tomar decisiones difíciles para no arriesgar su popularidad. Aquí, Donald Trump tiene una ventaja sobre López Obrador. Cuenta con un mayor margen de acción para abrir la chequera pública y salvar a las industrias que estarán en peligro de quiebra. En México, en cambio, hay más restricciones en las finanzas públicas, sobre todo ahora que el precio del petróleo se ha derrumbado. Ayer, el banco Credit Suisse pronosticó una caída de -4% del Producto Interno Bruto de nuestro país en este año.

Ojalá, desde luego, que ni tengamos una crisis sanitaria dura ni un derrumbe económico de ese tamaño. Va a depender mucho del gobierno que así sea. Yo, como argumenté ayer, no estoy muy optimista que digamos tomando en cuenta el estilo populista de nuestro Presidente y el del vecino del norte, nuestro principal socio económico.

Si los resultados sanitarios y económicos acaban siendo catastróficos —e insisto que, con todo mi corazón, deseo lo contrario—, quiero pensar que la gente quedaría muy enojada con sus respectivos gobiernos y caería la popularidad de los líderes populistas. Muy probablemente Trump perdería la reelección en noviembre y el gobierno de AMLO sería repudiado en las elecciones intermedias de 2021.

¿Significaría esto el fin de los liderazgos populistas?

No lo creo. En todo caso, sería el final de estos liderazgos populistas, es decir, Trump y López Obrador. Pero no se acabaría el profundo deseo que existe en la mayoría del electorado de gobiernos demagógicos, caudillistas, más radicales y menos institucionales. El germen del populismo sigue ahí presente en la sociedad y no creo que se vaya a terminar pronto. En una de ésas, a consecuencia de la crisis del coronavirus, hasta se amplía y ahonda. Aparecerían nuevos políticos muchos más populistas, de izquierda o de derecha, que harían ver a Trump o a López Obrador como unos inocentes niños de pecho.

 

                Twitter: @leozuckermann

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