El sello del gobierno de López Obrador ha sido la destrucción de las instituciones. Piensan que así cambiarán el régimen mexicano. Lo que todavía no vemos es la construcción de las que las reemplazarán. Mención importante, en este proceso, es el movimiento/partido que creó López Obrador para llegar al poder: Morena.

Fue un exitazo. Nunca, en la historia contemporánea del país, un político tuvo la capacidad de fundar un movimiento/partido para, muy pronto, hacerse no sólo del Poder Ejecutivo Federal sino del Congreso, varias gubernaturas y la mayoría de los congresos estatales.

Una nueva aplanadora electoral.

Sin embargo, una vez instalado López Obrador en la Presidencia, con un poder que nunca había tenido un mandatario en las épocas democráticas, comenzó una lucha descarnada por el control de Morena. Se convirtió, como ya he dicho, en una especie de Partido de la Revolución Democrática (PRD) con esteroides.

Desde el año pasado debieron elegir a su nuevo dirigente nacional. No pudieron. Las asambleas estuvieron plagadas de irregularidades y fraudes. Hubo hasta violencia. Hoy existen dos cuadros (Yeidckol Polevnsky y Alfonso Ramírez Cuéllar) que se ostentan como dirigentes nacionales de Morena. Un desastre.

En todo este proceso destructivo no se ha metido el Presidente a poner orden en el movimiento/partido que él creó.

Quiérase o no, en todo régimen parlamentario o presidencial, el líder natural del partido que está en el poder es el primer ministro (Boris Johnson del Partido Conservador, en el Reino Unido, por ejemplo) o el presidente (Trump del Republicano, en Estados Unidos). Y es que, para gobernar, un jefe de gobierno requiere del apoyo de sus bases partidistas tanto dentro como fuera de las instituciones.

¿Por qué el presidente López Obrador no se ha metido a resolver el conflicto de Morena y ha dejado que se deteriore al punto de avizorarse una posible destrucción de este movimiento/partido?

La primera hipótesis es la respuesta que ha dado el Presidente sobre este asunto: “porque tengo la responsabilidad de gobernar para todos”. Antes, y esto es un cambio importante, el Presidente era el jefe político del partido que lo llevaba a la Presidencia. Como jefe político él decidía quién iba a dirigir el partido, de donde surgía el presidente. “Eso ya no, yo no me ocupo de eso, yo estoy ahora representando a todos los ciudadanos de todos los partidos”. No creo que López Obrador se crea este discurso de la incompatibilidad de un jefe de Estado con el jefe del partido del poder. Si así fuera, sería de una ingenuidad supina y, si algo no tiene López Obrador, es ingenuidad. En este sentido, parece una respuesta más retórica que real.

Lo cual nos lleva a una segunda hipótesis. el Presidente no se mete porque a lo mejor piensa que Morena ya cumplió su objetivo (que él llegara al poder) y no le sirve para lo que sigue. Mejor, entonces, que desaparezca. Es como un viajero que construye un vehículo con el que llega a un primer destino, pero se da cuenta que ya no le sirve para viajar al siguiente. Preferible abandonarlo y construir uno nuevo.

Andrés Manuel López Obrador hizo de Morena un movimiento inclusivo donde cabían todos. Desde Germán Martínez, expresidente del Partido Acción Nacional, hasta Paco Ignacio Taibo II, conspicuo marxista. Jacobinos y evangélicos. Empresarios y sindicalistas. En fin, un crisol de grupos e individuos con posturas irreconciliables que tenían un objetivo: llegar al poder con López Obrador como su figura indiscutible y principal.

Una vez cruzada esta meta, el vehículo dejó de funcionar. Parece imposible fusionar e institucionalizar a una amalgama de grupos y personas con intereses tan distintos y hasta contradictorios. AMLO tendría que gastar una buena parte de su capital político y, claramente, no está dispuesto a hacerlo.

Si esta hipótesis es correcta, Morena estaría destinada al fracaso. Como ocurrió con el PRD, las distintas facciones acabarían por devorarse al partido con la bendición explícita del actual Presidente.

Sin embargo, para mantener y acrecentar al poder del lopezobradorismo, AMLO va a requerir de otro vehículo: uno más acorde para lo que sigue en la agenda política-electoral del Presidente. Quizá un partido más compacto, ideológicamente más cercano a las ideas de AMLO, mejor organizado y centrado en la figura del Presidente. Imaginémoslo como el Partido de la Cuarta Transformación. Su base social natural serían los millones de mexicanos que ya reciben algún tipo de ayuda en efectivo del gobierno federal. Algo así como lo que, en su momento, pensó el presidente Salinas para reemplazar a un desgastado PRI: el Partido Solidaridad, que no se atrevió a crear.

 

Twitter: @leozuckermann

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