La principal batalla será en el Poder Legislativo. Ahí se decidirá si se aprueba o no, como está o modificada, la iniciativa de reforma constitucional en materia eléctrica enviada por el presidente López Obrador. Es un asunto aritmético. El número mágico son dos terceras partes de los diputados y senadores que asistan al Pleno el día de la votación.

Sin embargo, habrá que librar otra batalla: la de convencer a la opinión pública. Así es en todas las democracias. Gobiernos, opositores y grupos de interés deben persuadir a una mayoría de ciudadanos de las ventajas o desventajas de cualquier reforma.

El gobierno de López Obrador va con todo en esta batalla. El Presidente está utilizando el poder de sus conferencias matutinas para influir en la ciudadanía. En los medios más afines al lopezobradorismo ya aparecieron los funcionarios públicos, como la secretaria de Energía, a presentar las bondades de la reforma. Y, desde luego, quizá lo más importante, ya salieron al aire los spots publicitarios en los medios masivos de comunicación.

En este ejercicio persuasivo, el gobierno está apelando más a los sentimientos que a la lógica, la razón o la evidencia empírica. Utilizan las poderosas emociones del nacionalismo. La reforma, según los spots, es para que los mexicanos recuperen el servicio eléctrico. “La electricidad era tuya, te la vamos a devolver”, anuncian con bombo y platillos. El gobierno se muestra como el guardián que combate a los aviesos empresarios coludidos para afectar los intereses de la sociedad. El sector privado es el malo de la película. Los buenos, en cambio, son la Comisión Federal de Electricidad y sus orgullosos trabajadores quienes, uniformados con arneses, salvarán al país. Se construye una torre de Jenga con bloques que dicen “Soberanía, Seguridad, Grandeza”.

Así la propaganda gubernamental.

Y mienten. En un spot se informa la construcción de nuevas centrales de generación. Falso. La CFE no tiene el dinero para hacerlo. Una y otra vez se insiste que, gracias a la reforma propuesta, no subirán los precios de la electricidad más allá de la inflación. Otra falsedad. El gobierno podrá controlar los precios por decreto, pero, si los costos de los insumos se incrementan, tendrá que subsidiar la electricidad, lo cual impactará negativamente en las finanzas públicas.

En fin, el tema es que el gobierno de AMLO ya está en pleno proceso de vender su reforma a la opinión pública. ¿Qué escucharemos del otro lado?

Gracias a la columna de Javier Tejado en El Universal, me entero de que el PAN sacará sus propios spots publicitarios criticando la reforma eléctrica de AMLO. Para tal efecto, supongo, utilizará los tiempos que le asigna el INE. Si es así, serán muy pocos anuncios comparados a la pauta que ha comprado el gobierno federal para sus spots a favor de la reforma.

La ley no prohíbe que los privados compren publicidad en los medios para posicionarse sobre un tema de interés público. En este sentido, los empresarios podrían lanzar su propia campaña en contra de la reforma. Ayer entrevisté a Carlos Salazar, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, y le pregunté si pensaban hacer esto. Me contestó que no, que ellos no le entrarían a ese tipo de confrontaciones. Piensan cabildear en el Congreso, lo cual es legal, pero no van a financiar campañas de difusión en contra de la reforma.

Esto en cuanto a los empresarios organizados. La pregunta es si las empresas afectadas saldrán a defenderse en los medios. Hasta ahora no lo han hecho, a pesar de que, desde Palacio Nacional, las han criticado duramente. En particular a grandes conglomerados como Bimbo, Kimberly Clark, Oxxo, Femsa, Cemex, Walmart y Alsea por sus centrales de autoabasto eléctrico. ¿Seguirán guardando silencio? ¿No asistirán a la batalla por la opinión pública?

En México no existe una tradición del sector empresarial de defender los derechos de propiedad, la competencia y la economía de mercado con campañas masivas. Tradicionalmente han preferido mantener un perfil bajo. Sus razones tendrán. Pero, de seguir así con la reforma eléctrica, coincido con lo que concluye Tejado: “Si el empresariado no sale a contar su narrativa de los temas, parece difícil que los legisladores de oposición quieran debatir para proteger una visión de la IP que ni ésta se atreve a defender”.

El capitalismo no puede sobrevivir si los capitalistas no defienden este sistema. Si les dejan todo el terreno a los políticos que pintan a los empresarios como vampiros que sólo chupan la sangre a los consumidores. O, en este caso, ladrones que se robaron la electricidad del país.

           Twitter: @leozuckermann

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