El concepto de “libro de texto gratuito” es engañoso. No son gratuitos. Son pagados por nuestros impuestos. Deberían conocerse como libros de texto financiados por los contribuyentes. No estaría mal decirles así para que los niños aprendan que nada es gratis en la vida. Siempre hay alguien que paga.

En una sociedad tan plural como la mexicana, pensar que todos los niños deben educarse a partir del mismo libro es una idea vieja propia del nacionalismo del siglo XX. Sí, en ese entonces había que formar una nación con los mismos valores y, sí, la manera de hacerlo fue a través de una educación centralizada con libros iguales para todos.

Pero eso ya está superado. Hoy la nación mexicana existe y una de sus características es la pluralidad. ¿Por qué no dejar que cada estado, municipio o incluso escuela, con la participación de padres de familia, escoja sus propios textos de una lista aprobada por las autoridades?

Entiendo que en matemáticas se pueda estudiar a partir de un solo libro, pero ¿por qué en ciencias o historia? ¿No sería bueno que cada región tuviera un texto de acuerdo a sus realidades geográficas?

Esto, sin embargo, no es lo más importante. Me temo que el libro como instrumento educativo es cada vez más obsoleto. La realidad de hoy es digital. Los niños cada vez usan más los teléfonos inteligentes para aprender. Ahí, a un clic de distancia, tienen todo el conocimiento que necesitan. ¿Por qué si los adultos usamos Google para nuestras consultas, no permitimos que los niños hagan lo mismo?

Seguir pensando en libros de texto gratuito como herramientas educativas es tanto como enviar un mensaje por telegrama hoy en día. El telégrafo es una tecnología anacrónica. Hacia allá va el libro en el ámbito de la instrucción.

La tecnología es precisamente la característica central de este siglo. Lo que antes tardaba cien años en cambiar, hoy ocurre en menos de un lustro. La tecnología es la fuerza que conduce hoy a la humanidad incluyendo el traspaso de la sabiduría.

 

Los nuevos libros de texto gratuitos no van a servir ni para formar ciudadanos responsables ni personas que puedan insertarse en el mercado laboral. Van a decir que ésta es una visión neoliberal de la educación. Puede ser. Pero, seamos sinceros, ¿de qué sirve educar a nuestros hijos si después no van a conseguir una mejor chamba?

A mí me parece muy loable que los niños aprendan a trabajar en equipo, tengan valores solidarios y respeten la diversidad social. Pero, como individuos, también tienen que desarrollar las capacidades que les permitan integrarse a los mercados laborales que son cada vez más globales.

En Asia, una de las regiones con las que competimos comercialmente, los países están desarrollando una educación que sea una ventaja competitiva. Esto implica el aprendizaje de idiomas extranjeros (particularmente inglés), una buena base matemática y, desde luego, el manejo de computadoras que están reemplazando a los humanos en los procesos productivos.

Aquí, en cambio, estamos basando la nueva pedagogía en viejas teorías del siglo pasado. Fiel al estilo lopezobradorista, la gloria está más en el pasado que en el futuro.

México tiene todo para convertirse en un país desarrollado en este siglo. La integración socioeconómica con Estados Unidos representa una oportunidad enorme. Pero todavía hay gente, mucha dentro del gobierno, que le tiene miedo a la globalización y las nuevas tecnologías. Las ven como un peligro para una vetusta visión nacionalista.

En México todavía hay muchas comunidades con rezagos económicos importantes. Sería un gran desafío llevar una educación de calidad para el siglo XXI a esos lugares donde no todos los niños tienen acceso a la tecnología. Uno de los programas que me gusta de esta administración, y que va muy retrasado es Internet para todos, un esfuerzo por llevar esta tecnología a todo el país. Eso sí tiene sentido, sobre todo si se combina con una educación que tome en cuenta los desafíos de la actualidad.

Las propias escuelas privadas, las más caras y sofisticadas, están en un proceso de adecuar sus programas y herramientas de aprendizaje para acomodar las nuevas realidades de este siglo. La robotización es ya una materialidad cotidiana al igual que la interconectividad global. La inteligencia artificial apenas florece, pero promete un cambio enorme.

Hace poco vi en un museo estadunidense una mega obra de arte que se generaba a partir de aprendizaje automático (machine learning, en inglés). Me quedé boquiabierto. Ahora regreso a México donde tristemente estamos debatiendo libros de texto que están viendo más al pasado que al presente. Del futuro, ya ni hablamos.

Twitter: @leozuckermann

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