Durante casi 3 años muchos nos hemos preguntado ¿porque nos está ocurriendo el ser criticados, vituperados, señalados, envidiados sin que en realidad haya ocurrido ninguna otra cosa que quedarnos sin trabajo, ver morir a un ser querido y no estar dispuestos a ser partícipes de manifestaciones de rencor y odio? En colonias que despiertan la ambición de los “nuevos influyentes” se multiplican los anuncios de “se vende o renta” ; inmueble intervenido por despojo; esta propiedad está en litigio y muchos otros que por años han sido habitados por parentelas que conocimos por décadas y que formaron parte del patrimonio del grupo que ha pagado impuestos –hasta que la crisis que vivimos lo han hecho imposible- invertido en mejoras, recibido sobrinos, amigos de hijos y nietos abriendo no solo puertas sino brazos, para compartir fiestas tradicionales, cumpleaños y toda suerte de agasajo. ¿Quienes desean “lanzar a la calle” sobre todo a personas de la tercera edad, que quizá le dieron la mejor parte de su vida a tales ingratos?

La historia es plena en casos de este tipo, al final el afectado muere y los beneficiados de horizonte tan corto terminan dilapidando lo que alguna vez una madre, un padre, un tutor les dio en términos de sustento, apoyo académico y enseñanza de valores. Algunos casos son políticos resentidos o de simple ambición pecuniaria –analice lo ocurrido en Puebla que puede ser el principio del desastre de una universidad reconocida mundialmente- que por cierto cuenta con una antecedente similar, cuando la Junta de Asistencia Privada del distrito federal de México, manipuló lo necesario para que la fundación Haghenbeck, terminara en manos de quienes solo se ocuparon de gastar el patrimonio dejando de lado la intención filantrópica de aquellos que la crearon[1]. ¿Qué explicación puede dar esa misma instancia de la ciudad de México por la venta de lo que fue la herencia del abogado Ignacio Medina Lima, quien deseaba que ahí pasaran sus últimos días egresados de la facultad de derecho de la UNAM, que no tenían a dónde ir?

Pero esto no es algo privativo de la llamada 4T, ha ocurrido en la Rusia vencida por la URSS, en la Alemania Nazi, en la isla caribeña que por más de 6 décadas esperó convertirse en el modelo más celebrado de la justicia social y por supuesto en el imperio romano, la Francia de la libertad, y los Estados Unidos de América, no solo en el siglo de su fundación sino en el mismo XX. ¡Vamos! El libro más antiguo de la biblia, relata la historia de un hombre al cual se le reconocía como justo, que, sin darse detalle del porqué, perdió bienes, familia y hasta salud y consecuentemente se vio sometido a los señalamientos de un grupo de “amigos”, que en realidad morían por juzgarle y demeritar sus logros. ¿Por qué Jehová en el que Job creía permitió que este sufriera, no solo las pérdidas materiales, sino el señalamiento por parte de quienes de alguna manera se habían beneficiado de sus haberes?

Más allá de la religión a la cual usted sea afín o sin esperar que esté buscando un reconocimiento en teología, a todos nos conviene repasar la historia de este hombre, que se debatió entre los diversos cuestionamientos –propios y ajenos- la culpa de algo que consideraba inexplicable, las dudas humanas que a todos alguna vez en nuestro existir nos asaltan. ¿Se parecía el vacío por las pérdidas de Job, al de cualquier gente del siglo XXI que por motivos de la pandemia o de las intenciones de algún burócrata ha perdió lo que más amaba? ¿Cuánto tiempo invirtió Job en formular alegatos, humanos intentando convencer a sus afines de que a él y no a ellos le asistía “la razón”? No sabemos si fueron meses, semanas, años o sexenios; pero ya en los últimos capítulos de este profundo libro, el protagonista entendió que su desgracia tenía el propósito de enseñarle algo, pues con todo lo vivido no lo había aprendido. ¿En qué momento Job, empezó a preguntarse para que, en vez de por qué?

 Si analizamos el texto –sobre todo a partir de capítulo 38- caemos en la cuenta de que Job, empezó a guardar silencio, a escuchar en vez de hablar y al callar, pudo saber lo que Dios en realidad deseaba trasmitirle, llegando al final a entender que no hay ni siquiera pensamientos ocultos para aquel a quien le reconocía con respeto y modestia que era más sabio que él con todo y sus triunfos humanos. A final del día la persona de mi ejemplo quizá confundido, tal vez moviéndose entre la culpa y la sorpresa, reconoció con paciencia, que siempre hay alguien por encima de mí mismo intentando enseñarnos algo; y que quizá lo que procede es dejar de lado la vanidad unipersonal para reconocer que tal vez no hemos reconocido la sabiduría del otro ¿Qué será lo que pasa por la mente de personas que actúan sin ética en la disposición de boletas que eran para una “bien intencionada” consulta popular? Quién ha tirado basura en la calle sin importar que por eso se inunde la colonia o ha robado cables del metro o del trolebús, ¿será mejor persona solo porque un líder igual de humano que él le resalta su valía sólo por ser parte de una dictadura proletaria?

Se supone –según el discurso de los populistas del sigo XXI- con la llegada de estos al poder, las cosas de la comunidad serán diferentes, habrá justicia y se acabará con la corrupción; pero al parecer, lograrlo es algo demasiado grande a tal grado que cual Pilatos, aquellos a quienes se encomendaría este tipo de acciones, prefieren lavarse las manos, por lo cual las masas ignorantes de la verdad de los planes expresados prefieren no sentirse cómplices ¿Cuántos de los ausentes, en las urnas el domingo uno de agosto, pasaron del porque al para qué? ¿Será que muchas de las víctimas de lo que nos ocurre, dejaremos la postura comodina del ateísmo para reconocer que de la política y los partidos solo conocemos algo de oídas? ¿Creemos que caminar por un sendero adecuado solo será posible si escuchamos la misericordiosa de Dios en “nuestro corazón”? Y es que más allá de poder corroborar si los actores del pasado fueron una verdadera calamidad, lo realmente valioso –más allá de si tenemos alguna relación con determinados dirigentes- de nuestro encierro es descubrir que lo hemos vivido para aprender algo más en el orden de lo trascendente, que por alguna razón seguimos aquí con ánimo de que las cosas mejoren con nuestra intervención.

[1] Hoy apenas dedicada mínimamente al cuidado de animales de compañía y un negocio de venta de eventos

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