López Obrador tiene la habilidad de colocar los temas en la agenda. Es entendible, la disonancia que generan algunas de sus posturas, resaltan en el panorama político nacional por sus potenciales implicaciones, materia de comentarios de sobremesa y debates más profundos en foros de especialistas. Por lo pronto, a días de que empiecen oficialmente las campañas electorales, el papel de AMLO y la corriente política que encabeza -si es que podemos describirla- semejan aquellos escenarios en un coliseo romano donde la multitud, ávida de espectáculo, justicia y sangre, esperaba el gesto definitorio del emperador, cuyo pulgar, en el momento decisivo para dos gladiadores, uno victorioso, otro con la punta de la espada en el cuello, indicaría el indulto o la muerte.

Las posturas extremas en el conjunto de ideas que es Morena aumentan la tensión narrativa. Ante temas como la reforma energética, la tribuna del coliseo comandada por Alfonso Romo tiene el pulgar en sentido contrario a aquella donde se ubica Paco Ignacio Taibo II. Aunque ciertamente el antagonismo al interior de casa valida su diversidad, la ambivalencia no abona a la certidumbre que requieren la economía nacional e internacional. Para agravar el panorama, el César, en franca actitud complaciente con la multitud, dice «el pueblo es sabio, que el pueblo decida».

Al más puro estilo de Poncio Pilatos, López Obrador se lava las manos cuando, ante temas importantes, establece que habrá consultas populares. Preocupa la posibilidad de tener un Presidente que considera que «el pueblo no se equivoca». Asumir tal capacidad en el pueblo (lat. populus) es ser populista. Preocupa que un potencial mandatario crea que millones de personas sin conocimiento técnico adecuado podrían decir mejor que un grupo de especialistas si debe o no debe haber un nuevo aeropuerto en la Ciudad de México o la política petrolera del país. Preocupa que AMLO no se dé cuenta de su demagogia.

El mismo referéndum al que piensa someterse cada 2 años es una medida populista. Sería injusto que quienes se sienten desplazados por una buena gestión de gobierno (asumiendo que resulte buen mandatario) pudieran acabar con un líder si es que los partidarios de éste no salen a votar en igual cantidad que los antagónicos. Preguntarle todo y por todo al pueblo es ser populista. Quienes se dedican a la investigación de mercados saben que en la forma de hacer las preguntas pueden influirse las respuestas. Las grandes innovaciones de la ciencia y la tecnología no surgieron de preguntarle a la gente qué quería. Bajo la forma de ejercer el poder de AMLO nunca se hubiera inventado el automóvil, el pueblo hubiese respondido: «¡Queremos caballos más rápidos, oh, AMLO!».

El enojo, el agravio y la sed de cambio que tiene la mayoría del país (y que dan pie a muchas de las posturas de los partidos antagónicos al actual régimen) son sentimientos y demandas justificados, pero de ello a forjar un escenario nacional donde el César, al más puro estilo pollice verso, con el pulgar echa para atrás todo lo que se ha hecho, hay una gran diferencia. Sí a las auditorías de todo lo relacionado con el NAICM, Odebrecht y gestiones de gobernadores. No a dar amnistía anticipada a criminales y corruptos y echar para atrás obras cuya viabilidad no ha sido desmentida. Ideológicamente somos propensos a los caudillos mesiánicos y al populismo, nos gusta escuchar que el gobierno es malo y el pueblo bueno, que nos van a dar y repartir, ahí se autoalimenta el momentum de AMLO.

Baldur von Schirach, dirigente nazi, acusado y convicto por crímenes de guerra, escribió en Yo creí en Hitler: «La catástrofe alemana no proviene solamente de aquello que Hitler ha hecho de nosotros, sino de aquello que nosotros hemos hecho de él. Hitler no ha venido del exterior, no era, como muchos imaginan hoy, una bestia demoniaca que ha tomado el poder a solas. Era el hombre que el pueblo alemán demandaba y el hombre que hemos hecho dueño de nuestro destino glorificándolo sin límites. Porque un Hitler no aparece sino en un pueblo que le desea y tiene la voluntad de tener un Hitler».

¿Es posible aprender de la historia? Tanto el imperio romano como el Tercer Reich cayeron, pero los mexicanos tenemos muy mala memoria.

@eduardo_caccia

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