Me hubiera gustado haber sido discípulo de Diágoras de Melos. Él se adelantó o yo llegué tarde, algo así como 26 siglos. El poeta y sofista griego del siglo V a. C. era un maestro de la duda, esa capacidad de cuestionar lo aparentemente evidente, mirar a contrapelo, y a modo de detective, resolver un dilema donde la mayoría centra su razonamiento en dirección opuesta.

Cuenta Cicerón cómo, para convencer a Diágoras de la existencia de los dioses, un amigo le señaló cuántas pinturas exvoto refieren a personas que se salvaron -por gracia divina- de naufragar en terribles tormentas, a lo que el pensador respondió: «en ninguna parte hay imágenes de aquellos que naufragaron y se ahogaron en el mar». La visión limitada, limita el entendimiento.

Debemos al matemático húngaro Abraham Wald el concepto de «sesgo de supervivencia». Durante la Segunda Guerra Mundial, los aliados mapearon los impactos de proyectiles nazis en algunos de sus aviones. Como querían reforzar el fuselaje, su impulso inicial fue concentrarse en las zonas afectadas. Cuando consultaron a Wald, quedaron sorprendidos por su análisis. Al enfocarse en los aviones que lograron regresar, no en los derribados, las zonas de impacto de los supervivientes no eran lo que había que reforzar sino aquellas donde no había daños. ¿Qué nos dicen los muertos por Covid-19 más allá de lo que nos dicen los sobrevivientes?

Un centro comercial estaba en obra gris cuando el desarrollador decidió llamar a una agencia especializada en conducta del consumidor para definir cómo debería ser la experiencia del futuro visitante. Preocupaba que una calle con tránsito vehicular dividiera el complejo. Durante muy buen rato los analistas estuvieron concentrados en cómo aminorar el «efecto calle». Nada parecía suficiente, la vialidad emergía como un cadáver que flota. Alguien apuntó que tal vez deberían hacer lo contrario, en lugar de combatir la calle, habría que asumirla, sacarle brillo, hacerla protagónica. A partir de ese momento cambió la pregunta, de ¿cómo amortiguamos la calle? a ¿cómo hacemos la mejor calle? Como consecuencia del cambio de enfoque, esa avenida es hoy un espacio vibrante donde el atractivo es ver pasar autos y peatones, mientras, en sus anchas banquetas y variados restaurantes, se sientan a departir los comensales.

Pensar en lo que no está mientras se observa lo que está es un interrogatorio productivo. Muchas veces las ausencias hablan más que las presencias. Un cuento publicado hace 128 años lo confirma. Silver Blaze, de Arthur Conan Doyle, narra la misteriosa desaparición de un caballo pura sangre, campeón de carreras y próximo a competir en la Copa Wessex. Además, su entrenador fue asesinado. Incapaces de resolver el enigma, las autoridades locales pidieron la intervención de Sherlock Holmes quien, luego de hacer las preguntas de rigor, miró donde nadie más veía y, al saber que el perro de las caballerizas no había ladrado la noche de los hechos, cambio el «¿por qué no ladró el perro?» por «¿a quién no le ladra el perro?». Resolvió el misterio.

El sesgo de supervivencia es el error lógico de concentrarse en aquello que tiene visibilidad pasando por alto aquello que no la tiene, lo que usualmente conduce a conclusiones equivocadas.

Si pretendemos que, «por el bien de México, primero los pobres», ¿no será un error concentrarnos nada más en ellos en lugar de ver el sistema que los produce y el que los ayuda a salir de la pobreza? Lo pondré de otra forma. Durante muchos años, Kodak vendió cámaras fotográficas baratas, igual que hacen hoy en día algunas marcas de impresoras. La lógica es «siembra cámaras, cosecha rollos» o «siembra impresoras, cosecha cartuchos de repuesto». ¿Valdría pensar algo como «siembra pequeñas y medianas empresas, cosecha empleos» y por ende «siembra empleos mejor pagados, cosecha menos pobres»? ¿Suena lógico «siembra subsidios, cosecha menos pobres»? No creo, ¿pero qué tal «siembra subsidios, cosecha votos»?

Seguir la pista falsa, el red herring, que distrae a los sabuesos y al lector, es una figura clásica dentro de las historias de misterio. La vida real semeja esas narrativas donde sólo vemos una parte, mientras la otra, ausente a los ojos del observador, habla, revela, resuelve.

@eduardo_caccia

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