Extraviado en su propio drama, Petróleos Mexicanos (Pemex) se mantiene ajeno a las tendencias de la industria petrolera global y se vuelve anacrónico. Miren lo que hacen las compañías estatales de otras naciones. 

En Arabia Saudita, la empresa nacional Aramco opera con estrictos criterios empresariales desde que en 2019 realizó la mayor salida al mercado bursátil en la historia. Acaba de cerrar un trato con compañías estadounidenses, chinos y árabes, para cederles el 49 por ciento de su filial de oleoductos a cambio de una inversión de 12.4 mil millones de dólares y quiere un arreglo similar para su sistema de gasoductos. Proyecta atraer 20 mil millones de dólares de capital fresco que obtendría al ceder participaciones accionarias minoritarias o emitir bonos respaldados por activos.

Kuwait, Qatar, Omán y Emiratos Árabes han adoptado estrategias similares, aprovechando la recuperación de los petroprecios. ADNOC, la petrolera de Abu Dhabi, se alista para colocar en Bolsa su filial de perforación petrolera, que es la más grande de su tipo en Medio Oriente. Hará lo mismo con su filial de fertilizantes. En 2017, cotizó acciones de ADNOC Distribution en el mercado local y obtuvo casi mil millones de dólares para fortalecer la operación de esa subsidiaria.

En el caso de Brasil, Petrobras acaba de vender dos refinerías a inversionistas privados por casi 2 mil millones de dólares. Quiere deshacerse de hasta ocho refinerías y también desincorporar la distribución de gas. La apertura de Petrobras a capital accionario extranjero en los años noventa le ayudó a sobrevivir a episodios posteriores de corrupción política. Hoy, con sus campos en aguas profundas, se prevé que en breve superará a Pemex y a Equinor de Noruega para ser el primer productor mundial en yacimientos costafuera.

El nuevo gobierno de Ecuador plantea reestructurar su industria petrolera en 100 días. Ha anunciado una reforma a su Ley de Hidrocarburos para delegar a compañías privadas y extranjeras yacimientos que hoy son operados por la estatal Petroecuador y migrará contratos de servicios a contratos de participación (producción compartida) para elevar la producción de crudo.

La nueva Ley dice, en su Artículo Dos, que el sector de hidrocarburos “debe ser eficiente, competitivo, sostenible, ambientalmente responsable, basado en la innovación, garantizando la seguridad jurídica y potenciando la inversión nacional y extranjera y las exportaciones”. Incluso el gobierno de Venezuela propone reabrir su colapsada industria, pero hasta ahora le falta credibilidad.

En China, tanto PetroChina como Sinopec se abren a coinversiones. PetroChina admite capital accionario en su estructura y colocó sus filiales en el mercado de valores tiempo atrás. Sinopec acaba de anunciar reformas y venderá hasta el 49 por ciento de su negocio de gasoductos, como parte de la política del gobierno de Beijing para impulsar inversiones en combustibles más limpios.

Nigeria, el primer país productor africano, también tiene planes para reorganizar y colocar en Bolsa acciones de su empresa nacional NNPC, hasta hoy controlada férreamente por el gobierno y notoria por su corrupción. Asegura que venderá acciones en un proceso abierto, competitivo y transparente. El segundo país productor, Angola proyecta hacer lo mismo con su petrolera estatal Sonangol.

Por falta de espacio, no entramos a detalle a temas como nuevas tecnologías, innovación digital, descarbonización, sustentabilidad y producción y uso de hidrógeno, en los que varias petroleras, sobre todo privadas, están ejerciendo el liderazgo.

 

Y Pemex, ¿cuándo se unirá a esas propuestas y tendencias globales, en vez de hacer exactamente lo contrario? ¿Cuándo entenderá el valor de las alianzas, de la capitalización bursátil, de no contaminar? Si no lo hace, se le va a cerrar el acceso a los mercados de deuda. Su discurso de soberanía en sí no rescatará a Pemex, ni lo llevará a la modernidad y al éxito. 

 

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