Escribía hace días que ni siquiera el presidente Peña Nieto podría abrir tantos frentes a la vez, pensando en que trataría rápidamente de componer el desaguisado de la obligación 3de3 para empresarios. Me equivoqué.

Parece que cada mañana le entregan a EPN una lista de frentes nuevos que puede abrir en el día. Conforme avanza la jornada va palomeando uno tras otro. Todo esto se reflejó en las urnas, probablemente de una manera más dramática de lo que se ha querido presentar. Tengo la impresión de que la debacle apenas comienza.

Subrayo tres facetas. Lo que en 2013 parecía ser el primer gran acierto del régimen —encarcelar a Elba Esther Gordillo— quizás resulte el peor error. No solo el gobierno ha sido incapaz de llevarla a juicio y lograr que sea sentenciada. Su desaparición política ha traído un desorden monumental en el magisterio. Tres hechos lo confirman: 1) la CNTE crece territorialmente. Habiendo desaparecido de Chiapas, y quedando circunscrita a Oaxaca, hoy está presente como fuerza disruptiva en muchas entidades;

2) Muchas secciones de la CNTE le cobraron su reforma laboral en materia educativa a EPN: por lo menos eso sugieren algunos resultados de Chihuahua y Tamaulipas;

3) Con la tragedia de Nochixtlán y la detención de tres líderes de la CNTE, gracias a la ausencia de control que Elba Esther ejercía, el gobierno le ha regalado a AMLO los presos políticos y los mártires que no buscaba pero que ya tiene.

Segundo frente: el PRI. Beltrones tuvo el valor y la decencia de asumir la responsabilidad por la aplastante derrota de su partido, al renunciar a la jefatura del mismo y al haberle planteado a EPN la necesidad de cambios de fondo. No solo dentro del PRI y en la relación entre el gobierno y el PRI, sino frente a la impresión de una corrupción de cuatro gobernadores salientes. Al no aceptar EPN esas supuestas sugerencias, se entiende la renuncia de Beltrones.

Y al negarse a que el gobierno federal, y en particular la PGR y la SSPF, colaboren con los gobernadores sucesores de los corruptos, Peña le está echando gasolina a una pradera que ya se ha incendiado.

Tercer frente: los muertos. Han pasado ya más de 72 horas desde los trágicos incidentes de la carretera Puebla-Oaxaca sin que sepamos con certeza qué sucedió. Sabemos algo como resultado de Ayotzinapa: lo que no se confirma en pocos días después de una tragedia, no se descubre nunca. También sabemos que el gobierno federal, por lo menos desde la segunda mitad de los años 70, concluyó que en vista de su móndriga capacidad de ejercer el uso de la fuerza pública, o bien recurría a una superioridad aplastante de efectivos, o no se metía. No sé a quién se le ocurrió pensar que hoy el gobierno federal tiene mayor capacidad de represión pacífica y “limpia” que en otras épocas. No hay tal. La declaración de Enrique Galindo, comisionado de la PF, de que sus efectivos fueron emboscados por 2 mil personas ya pertenece a la antología de los grandes dichos mexicanos. Sobre todo, revelan que a alguien se le olvidó esa regla no escrita: si no tienes una superioridad numérica abrumadora, no te metas.

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