El informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), un órgano de Naciones Unidas que vigila el cumplimiento de los tratados antidrogas ha alertado que mientras la COVID-19 acapara casi toda la atención, hay una epidemia invisible de consumo y muertes relacionadas a las drogas entre personas mayores.

La publicación ha asegurado que las personas de la tercera edad son un grupo demográfico ignorado de consumidores de sustancias con necesidad de tratamientos específicos y con desafíos específicos relacionados con la edad, como pueden ser el aislamiento y las limitaciones físicas. “Es apremiante un apoyo extendido e integrado para ayudar a revertir una tendencia alarmante”.

La problemática “está aumentando entre las personas de más de 65 años a mayor velocidad que entre los más jóvenes», declaró el presidente de la JIFE, el holandés Cornelis de Joncheere, en una rueda de prensa. «La gente vive más tiempo y un desafío asociado es una creciente vulnerabilidad al consumo de drogas», ha añadido.

Estigma social

El informe ha determinado que los mayores que consumen drogas sufren, además de un gran estigma social, más casos de muerte prematura, depresión, suicidio y de desarrollo temprano de enfermedades degenerativas.

También ha advertido que más de 700 millones de personas en el mundo (el 9 por ciento de la población total) tienen más de 65 años y que esa cifra se doblará en 2050. Aunque las naciones ricas son las más afectadas, la tendencia existe también en los países en desarrollo.

Los datos en Estados Unidos y en Europa, donde por ahora existen más estudios, han apuntado a un incremento de los tratamientos y muertes por consumo de narcóticos entre personas de más de 65 años, ya sean por drogas ilegales o por otras sustancias legales, como analgésicos o sedantes obtenidos a menudo de forma irregular.

El consumo de la mayoría de las drogas entre personas mayores en Estados Unidos se ha triplicado en el último decenio, y son los primeros usuarios en algunas sustancias, como analgésicos, tranquilizantes, benzodiazepinas y sedantes.

En Alemania, entre 2006 y 2015 el consumo de drogas fue mayor entre la población de más de 40 años que entre los más jóvenes. Y en ese país, al igual que Francia, España y Reino Unido, también se da un mayor aumento en los últimos años del consumo de cannabis entre mayores de 65 que en cualquier otro grupo de edad.

Los principales factores

La JIFE ha señalado que la mayoría de los programas de tratamiento están centrados en los jóvenes y que este nuevo fenómeno debe ser más estudiado porque apenas hay datos, especialmente en los países en desarrollo.

Este aumento del consumo de drogas se debe a diversos factores: uno de ellos es el envejecimiento de consumidores de la generación de posguerra, nacidos entre 1946 y 1964, y que son conocidos como «baby boomers».

Además de aquellos consumidores de largo recorrido que han seguido accediendo a drogas superados los 65, están quienes acuden por primera vez a estas sustancias para paliar dolores crónicos relacionados con el envejecimiento o para hacer frente a otros problemas como la depresión y la ansiedad.

Este segundo grupo puede caer en el abuso de medicamentos prescritos o en intentar obtenerlos de forma irregular para tratar un mal debido a la falta de seguros médicos o programas paliativos.

Las personas de más de 65 años tienen además problemas específicos, como la polimedicación, es decir, el uso de cinco o más medicamentos al día, y que unido al consumo de sustancias sin supervisión puede acarrear graves consecuencias para la salud.

Los programas de salud mental

La JIFE ha pedido también a los Estados no desatender los programas de salud mental y, especialmente, los de desintoxicación, durante la pandemia de COVID porque quienes asisten a ellos son especialmente vulnerables.

Los expertos de este órgano han hecho ese llamamiento tras conocer que en más de 40 países se suspendieron o interrumpieron terapias de salud mental y de tratamiento de adicciones debido a la COVID.

La JIFE ha recordado que las personas que asisten a estos programas son especialmente vulnerables a la soledad y al aislamiento que suponen las medidas de confinamiento y las restricciones impuestas para contener el virus.

Escasean de algunos medicamentos

Este órgano de la ONU también ha hecho pública su preocupación por la escasez de ciertos medicamentos bajo control internacional, como analgésicos y sedantes, debido a la alta demanda debido a la pandemia.

Donde más se consumen esos analgésicos, como la codeína, el fentanilo, la morfina y la oxicodona, es en países ricos como Estados Unidos, Alemania, Austria y Canadá.

Aunque el informe no cuenta con datos de 2020, en lo que respecta al uso de paliativos contra el dolor, ya existía una enorme desigualdad antes de la pandemia.

En 2019, el 80 por ciento de la población mundial que vive en países en desarrollo empleó menos del 13 por ciento de la morfina para tratamientos paliativos, mientras que el 87 por ciento se usó en los países ricos.

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