Este lunes es importante no solo por el recordatorio de la liberación  -por el ejército rojo- de Auschwitz, sitio de aniquilación de una parte de la humanidad que le resultaba incómoda a Hitler; la relevancia -para quienes hemos acumulado décadas de vivir y creer en México- estriba en la tendencia imparable de los delitos –desde robos a plena luz del día hasta muerte tan violenta y casi masiva como la practicada por los nazis- a cuyos perpetradores parece no haber forma de parar. ¿La incapacidad de control de la delincuencia es resultado de la austeridad obsesiva, la verdadera incompetencia de los designados para cada función o la obsesiva intención de convertir nuestro México en un estado autoritario?

Para analistas profundos, este tema tiene que ver con los acuerdos supranacionales, que imponen liberar al planeta de poblaciones que cuestan mucho y generan poco. Disminuir la densidad demográfica parece ser un objetivo existencial global, a ello contribuyen, la legalización del aborto, la proliferación de opciones “libertarias” –bisexualidad, acciones diversas para la posibilidad de transgéneros, “desmitificación” de la maternidad- y todo aquello que se encamine a la disminución primero de bebés y luego de, acortamiento o si fuera necesario corte absoluto de la vida humana, por ser personas enfermas o demasiado pobres.

En este contexto aspiracional al mundo feliz[1] o alternativamente a un futuro no muy cercano con galletas verdes, los pobres tienen que aprender que en este mundo capitalista, nada absolutamente nada es gratuito ¿Quieren atención médica? Deben pagar cuotas de recuperación, ¿aspiran a buena educación para sus hijos? ¡Y con que piensan pagar! Estos principios en realidad no están dirigidos a los pobres, sus limitaciones son tantas que ni siquiera entienden lo que significa cáncer, diabetes, colesterol, enfermedades incurables; a quien se debe concienciar es justamente a la clase media, para que procure dar lo mejor de su etapa productiva y sobre todo que no pierdan energía discutiendo o estando en desacuerdo con la necesidad de demoler las instituciones que conoce y respecto de su formación a lo mejor hasta fue parte. ¿Acabar con los organismos autónomos en México –y otros países- es parte de este plan de exterminio? Los que aprueban estas decisiones ¿lo hacen por convicción? ¿Su capacidad académica les da para entender las consecuencias? ¿Les produce vergüenza o miedo lo que está ocurriendo? El compromiso demoledor de las instituciones –democráticas y de justicia- es tan imperativo que quienes se han comprometido a realizarlo parecen tener prisa. Están urgidos de  no caer en el posible señalamiento del indicativo flamígero de la equivocación. Ellos asumen tener la razón, si acaso no hay más alternativa que admitir el error, lo justifican como algo calculado.

Ya la historia les enseñó que, medidas extremas como la bomba atómica[2], son eficaces, pero dejan muy mala imagen por ello resulta mejor –aunque a veces lento- desestructurar sistemas por caminos supuestamente legales que les permitan administrar el miedo personal y colectivo. Los testigos de un fin de semana de asaltos en la lateral del periférico sur ¿se quedan callados por cobardía? ¿Qué motiva el silencio de quien mantiene con pinzas su plaza laboral, aun cuando se percata de la corrupción de sus superiores? ¿Perciben, estos testigos silenciados por el temor, que la pretensión es un México vencido? Quizá algunos permanezcan es silencio solo para esperar el tiempo de la reconstrucción del sistema legal ¿Será posible si la demolición se hace legalmente y en absoluto desprecio de los principios generales del derecho?

En este tipo de tarea política engañosa, se premia el desconocimiento[3] se excluye a los talentosos –diciendo que son corruptos es la moda universal- se promueve a los que retratan bien, hablan bonito y se identifican con el pueblo ¿De verdad la gente gana con el discurso de los que carecen de sustancia? ¿No serían mejores dirigentes –presidente, jueces o legisladores- que superen tanto a los muy inteligentes y por supuesto a los menos suspicaces? A no ser que tal sistema excluyente nos convenza; los sabios prefieren a un líder que nos supere, que sienta orgullo de cosas como el que la Unión Europea incluya en sus objetivos programáticos, uno que fue fundamental desde la fundación y durante varias décadas de trabajo del PRI, me refiero a la Justicia social. Lo cual no es primero los pobres y mucho menos aniquila a los ricos

Esto no se logra arrancando aplausos por decir que las escaleras se barren de arriba para abajo, pues el mejor de los barrederos no puede concluir su tarea, si tiene limitaciones para bajar del escalón más alto; no quedándole otro recurso que mirar la inmundicia de los escalones inferiores, donde los de la basura delinquen a diestra y siniestra frente a la indolencia de autoridades incapaces de ponerlos en orden. ¿De que tamaño fue la bronca de basureros en Coyoacán? ¿Cuánto nos cuesta a los vecinos de esta “alcaldía” los errores e indolencia de un futbolista –y sus subordinados- desentendido de sostenibilidad, productividad o estabilidad económica? A un personaje como Muñoz Ledo, se le margina por viejo –eugenesia- y entonces ¿qué es lo que protege a otro personaje de edad que sigue en el gabinete? ¿Cuando le aplicarán a este último la eugenesia? Todo ello parece encaminado a que cada uno sienta miedo del otro. Reacción masiva provocada por políticos de calado muy insignificante expertos en atacar, acosar, descalificar, difamar y por ello mismo amedrentar que en sus obvias limitaciones pretenden pasar a la historia como superiores. ¿Podrán hacerlo luego de que los malandros –de abajo y toda la escalera- reclutan niños para armarlos como guardia nacional o estafan sin límite alguno usando el dolor de los enfermos sin medicamentos?

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[1] Aldous Huxley, años 60
[2] El físico J. Robert Oppenheimer, nació en 1904 en NY-, realizó trabajos en teoría cuántica y relatividad general, en el Proyecto Manhattan y finalmente concluyo la bomba que luego de probarse en terrenos que alguna vez fueron mexicanos, se arrojaron para sembrar el miedo entre los japoneses.
[3] Para seleccionar a los colaboradores, se taza la lealtad y honestidad en 90% aunque el conocimiento solo corresponda al 10%

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