A lo largo de los años nuestro país ha mostrado y logrado avances en investigación, inno-vación y desarrollo de talento en ciencia y tecnología; sin embargo, cuando se le contrastacon otros países su posición entérminos de inversión en investigación y desarrollo, así como en el número de publicaciones científicas y patentes registradas, y avances tecnológicos se encuentra alejado de los líderes mundiales en la materia, e incluso a nivel la región latinoamericana el tamaño de su economía no concuerda con sus logros en innovación.

El planteamiento de las modificaciones a la normatividad en materia de ciencia y tecnología es que el gobierno tome el control completo de la política científica del país, de la agenda y de los temas de investigación y del presupuesto destinado a ese rubro, sin considerar las aportaciones de universidades ni de centros públicos, ni del sector privado. Lo anterior en contraposición a la corriente de que las innovaciones deben responder a las necesidades de la población y tener aplicación práctica y ciertamente el mercado es un buen parámetro de ello.

De acuerdo con el Índice Global de Innovación 2022, México ocupa el puesto 58 (en 2021 ocupaba el 55) a nivel mundial y el tercero en América Latina, después de Chile y Brasil; nuestro país invierte alrededor del 0.5 por ciento de su PIB, lo que está muy por debajo del promedio de la OCDE que es del 2.4 por ciento, la Unión Europea destina el 2.32 por ciento, en América Latina y el Caribe el 0.67 por ciento y en América del Norte el 3.32 por ciento. Si bien se ha incrementado el coeficiente, está lejos de alcanzar el objetivo de dedicar por lo menos el 1 por ciento del producto.

En lo que se refiere a los participantes en la inversión en ciencia, tecnología e innovación, los reportes (OCDE y UNESCO) indican que en México el gobierno financia en promedio el 76.9 por ciento, las empresas privadas el 17.8 por ciento, las instituciones de educación superior el 2.6 por ciento, organizaciones privadas no lucrativas el 1.4 por ciento y el 1.3 por ciento proviene del extranjero. Cabe señalar que la inversión privada en este sector aún es limitada en comparación con otros países de la región, si bien se han instrumentado acciones e iniciativas para promover la inversión privada entre las que destacan las que el gobierno mexicano ha establecido con programas y fondos de financiamiento para empresas que invierten en investigación y desarrollo, así como incentivos fiscales para empresas que realizan este tipo de inversiones. Sin duda la inversión privada en ciencia y tecnología ha resultado importante para impulsar el desarrollo económico del país, hasta ahora.

Recientemente se aprobaron modificaciones a la ley de ciencia y tecnología. Los cambios están orientados a centralizar la investigación en una agenda que excluye al sector privado, a universidades y a centros de investigación por considerarlos ajenos a la sociedad, sobre todo a los menos favorecidos. Se plantea que antes las instituciones y los centros de investigación públicos se sometieron a la iniciativa privada, creando un sesgo del conocimiento que no generaba beneficio social ni acercaba las investigaciones a los más desfavorecidos o que lo logrado con recursos públicos sólo pertenecía a una élite académica.

Vale plantear que toda la innovación, por más lejana que parezca y de quien provenga, tiene aplicación en la vida cotidiana y sin su evolución y su dinámica el mundo no habría podido alcanzar el conocimiento necesario para mejorar la calidad de vida de las personas. Ejemplos hay muchos: en la industria médica con la fabricación de fármacos para diagnosticar y prevenir enfermedades, en la construcción de edificios, en la implemen- tación del sistema educativo, en nuestra comprensión de la naturaleza, entre otros.

La ciencia no tiene límites en su aplicación y no es abstracta, es universal, por lo que no se puede considerar que la desarrollada por el sector privado o de ciertos centros de investigación no beneficie a la población en general. A lo que México debería aspirar es a tener un ecosistema armónico de cara a las tendencias futuras cada vez más cercanas.

La visión de futuro del país debería concentrarse en tener la capacidad de transformar los resultados científicos en bienes y servicios que verdaderamente lleguen a toda la población. Pero sin una asociación público-privada que cofinancien el desarrollo tecnológico será difícil alcanzar las metas trazadas, lo que se puede volver más difícil si se desincentiva la inversión de los sectores excluidos.

Si queremos dejar de ser seguidores y desarrollar capacidades científicas, tecnológicas y de innovación, requerimos que se incremente la inversión en todas sus fuentes. Se requiere trabajo conjunto y altura de miras, crear conciencia de que el conocimiento y la innovación es para todos y todos debemos contribuira lograr ese estadio.

El autor es presidente de Consultores Internacionales, S.C.®

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