Morena es el partido más exitoso de la historia contemporánea de México. En 2014 consiguió el registro como partido. Cuatro años después, en las elecciones de 2018, arrasó en las urnas. Mucho, desde luego, se debe a la figura carismática de su líder, el hoy presidente López Obrador.
Sin embargo, en esta vorágine política, Morena no ha podido consolidarse como un partido de verdad, con reglas e instituciones. Sigue siendo más movimiento que partido. El problema es que, hoy por hoy, es el partido gobernante, el que controla el Ejecutivo Federal, el que tiene mayoría en las cámaras de Diputados y Senadores, el que cada vez tiene una mayor presencia en los gobiernos locales.
Es, sin duda, una de las piezas más importantes del nuevo régimen político que se está configurando en México.
No es gratuito, en este sentido, que los morenistas no estén pudiendo elegir a su próximo dirigente nacional.

Las escenas de sus asambleas distritales han sido de pena ajena. Una buena parte no se han podido llevar a cabo. Distintos grupos las han reventado. Incluso, en algunas, ha habido actos de violencia.

Muchos analistas, viendo esto, han comparado a Morena con lo que pasaba con el Partido de la Revolución Democrática (PRD): gran cantidad de facciones (las famosas tribus) que nunca pudieron ponerse de acuerdo; se la pasaban peleándose entre ellos para repartirse las candidaturas y el dinero.
Tienen razón quienes piensan así, pero con una diferencia: Morena, hoy, se parece al PRD, pero en esteroides. Y es que Morena tiene hoy mucho más poder de lo que tuvo el PRD en su mejor momento. Hoy es el partido más popular y más votado. Cuando esto sucede, inevitablemente llegan más oportunistas a formarse.
La ideología les vale un cuerno. Lo que quieren es pertenecer al partido y controlar sus organizaciones para obtener huesos. Así es la política.

Como hay mucho en juego, se han exacerbado las diferencias entre los distintos grupos. Todo mundo quiere un pedazo del poder. La dirigencia nacional es un puesto muy apetitoso que será fundamental en la definición de las candidaturas de la elección del 2021 donde se disputarán 500 diputaciones federales, 14 gubernaturas y cientos de presidencias municipales.
El grupo que se quede con la presidencia del partido asegurará una mejor posición en la repartición de las candidaturas.

La división actual de Morena fortalece, por lo pronto, a su líder. Es el único que puede poner algo de orden ahí adentro. López Obrador incluso ha dicho que, de ser necesario, abandonaría Morena si los morenistas siguen peleándose así de rudo. Es una amenaza creíble que podría funcionar.
No sé, sin embargo, si alcanzará para limar las asperezas y que los cuatro candidatos a la dirigencia –Yeidckol PolevnskyMario Delgado, Bertha Luján y Alejandro Rojas– compitan civilizadamente.

Si no es así, queda otra solución: la priista. Que, a la hora de la hora, el presidente López Obrador designe, por dedazo, al presidente de Morena. Una decisión vertical al mejor estilo del PRI.

Los presidentes de la época priista siempre minimizaban su injerencia en el partido. Escondían lo que verdaderamente ocurría.
Los órganos internos del partido dizque decidían a sus líderes cuando, en realidad, la instrucción venía de Los Pinos. Los presidentes no sólo designaban a los dirigentes, sino que también palomeaban a los candidatos de todos los puestos de elección popular de todos los niveles.

Recuerdo una anécdota que me contaron en Sonora. Desde joven, un ciudadano se moría de ganas de ser presidente municipal de su pueblo. Se afilió al PRI (no había de otra), pero nunca lo hicieron candidato. Un día se enteró que iría a su estado el presidente Echeverría.
Decidió interceptarlo para solicitarle la anhelada candidatura. Para mostrar que tenía apoyo, se llevó a un nutrido grupo de sus paisanos.
El susodicho efectivamente interceptó al Presidente, quien lo escuchó. Echeverría le contestó que él no decidía esas cosas, que hablara con el líder del partido en Sonora.
Acto seguido, el ciudadano en cuestión se volteó con el grupo que llevaba y les dijo:
“Vámonos muchachos, que ya valimos madre otra vez”.

¿Acabará decidiendo López Obrador quién será el próximo dirigente de Morena? ¿Dejará que sigan por el camino del PRD u optará por la solución del PRI?
Son preguntas muy importantes para vislumbrar el tipo de régimen político que se desarrollará en el país después de la apabullante victoria de Morena en 2018.

Twitter: @leozuckermann

 

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