Comienzo con las definiciones. Los talmudistas son aquellos rabinos que integraron las dos versiones del Talmud, libros con el objetivo de interpretar las escrituras sagradas de los primeros 39 textos de la Biblia, mejor conocido como el Antiguo Testamento. La palabra sagrada es a veces confusa, incompleta y hasta contradictoria. Por eso, los talmudistas se dieron a la tarea de discutir las leyes, tradiciones, costumbres, dichos e historias de la voluntad de Dios y sus profetas.

Segunda definición: ¿quién es el Mesías Tropical? En 2006, Enrique Krauzepublicó en la revista Letras Libres un artículo con este título refiriéndose a López Obrador (el texto ha sido integrado, de nuevo, sin cambio alguno, en su más reciente y recomendable libro: El pueblo soy yo). En el largo ensayo, Krauzeargumenta que la pasión política de AMLO está “nimbada por una misión providencial”. Un “hombre maná” que “se ha propuesto purificar, de una vez por todas, la existencia de México”.

Su origen tabasqueño es importante en su biografía política. Tabasco es la región “más tropical de México, los ríos se desbordan, el cielo es proclive a la tempestad, los verdes se amotinan y el calor de la primavera o la ardiente canícula enciende las pasiones y brota con facilidad la ruda franqueza”. Por eso, López Obrador le presentó a Krauze una “teoría sobre el poder tropical”. El tabasqueño, según esto, “debe controlar sus pasiones.” Misión providencial sumada a pasión tabasqueña se condensa en el atinado concepto de “Mesías Tropical”.

De acuerdo con la Real Academia Española, un mesías es, en la tradición judía, un “salvador y rey descendiente de David prometido por los profetas al pueblo hebreo”, mientras que en el cristianismo se refiere a un “redentor enviado por Dios para salvar a la humanidad”. En cualquiera de las dos definiciones, el mesías tiene línea directa con el todopoderoso. Su palabra es la palabra de Dios.

López Obrador, a propósito, utiliza conceptos contundentes y generales cuando habla de sus promesas en caso de ganar. ¿La Reforma Educativa? “Se cancelará”. Lo mismo que el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. No habrá confiscación de bienes o propiedades, pero sí se revisarán los contratos que ha firmado este gobierno y se actuará de acuerdo con la ley. ¿Qué significa todo esto?

A escena entran los talmudistas del Mesías Tropical. Su misión es interpretar la palabra del Señor. Hay unos que piensan que, de ganar, López Obrador sí amenazará a los empresarios con expropiar sus propiedades. Así opina el talmudista Paco Ignacio Taibo II. Hay otros que afirman que de ninguna manera esto ocurrirá, mucho menos como táctica para presionar al empresariado. Así opina el talmudista Marcelo Ebrard.

Lo mismo pasa con los otros temas. Una cosa es lo que entienden los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación —que se echará para atrás toda la Reforma Educativa—, otra es lo que dicen voceros de la campaña de AMLO, como el respetable economista Gerardo Esquivel (quien, por cierto, es colaborador de mi programa de televisión desde su fundación en 2010). ¿A quién le creemos? O, como escribí hace unos meses, ¿al López Obrador que nos pinta Poncho Romo o al de John Ackerman? Son dos visiones muy diferentes del mismo personaje.

El Talmud es una argumentación ad infinitum de la palabra divina. Se trata de la discusión permanente desde todos los posibles ángulos del precepto a interpretar. No hay una sola solución única e indubitable. Todo se puede argumentar y contraargumentar. Los rabinos se pasaban horas enteras debatiendo sobre el verdadero significado de la voluntad de Dios.

En esta campaña hemos visto al Mesías Tropical lanzar todo tipo de promesas. Nunca quedan del todo claras. Hay confusión y hasta discordancia. Acto seguido, sus talmudistas salen a interpretarlo. Unos dicen una cosa, otros algo muy diferente. ¿A quién le creemos? En última instancia es irrelevante porque, al final del día, será el mismísimo redentor el que tomará las decisiones si es que gana la Presidencia. No olvidemos que el Talmud, por definición, no puede contradecir al texto sagrado de la Biblia.

                Twitter: @leozuckermann

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