La labor diplomática demanda del uso de la “mano izquierda”, por ello, siempre consideré que el nombre de Marcelo Ebrard como canciller, aun cuando primero se designó a Héctor Vasconcelos, fue el adecuado. El “carnal” Marcelo no es diplomático de carrera, pero tampoco es un improvisado. Es un profesionista de las relaciones internacionales, conoce el mundo, domina el inglés y el francés, y se inició en la SRE durante el salinismo. Infortunadamente, Ebrard no tiene una labor sencilla. No tan sólo por la naturaleza propia de su encargo, sino porque el presidente López no abona a su delicada tarea, por el contrario, se la hace más compleja.

Primero, a AMLO se le ocurrió crear su propio protocolo durante la ceremonia de toma de posesión, además, invitó a Nicolás Maduro a pesar de ser non grato para la mayoría. A ello, sumemos haber fijado un posicionamiento bastante ambiguo, aunque bien fundamentado, sobre la situación que prevalece en Venezuela.

No conforme, el presidente, o peor, su esposa -aún no me queda claro-, consideraron oportuno “hacer justicia” a los descendientes de las víctimas de La Conquista. Si, como lo leyó, aunque parezca trabalenguas, Andrés Manuel cree que el Reino de España y El Vaticano deben expresar sus más amplias y sentidas disculpas ¡por algo que no hicieron!

Sustento mi dicho en los supuestos que en adelante mencionaré. En primer lugar, es importante recordarle a la doctora Gutiérrez -para que deje de mal asesorar a su marido-, que México surgió como nación el 28 de septiembre de 1821, 300 años después de que los peninsulares -o mal llamados “gachupines”-, dominaran las Ciudades-Estado que integraron el territorio que a la postre se organizaría bajo el sistema virreinal, es decir, como una colonia de la Corona Española que adoptó la religión católica como parte de su identidad. Iglesia en la cual, por cierto, hace unos días se comprometió como padrino del vástago de un prominente empresario o a la cual presentó sus respetos cuando asistió a la misa ofrecida por Benedicto XVI durante su visita a Guanajuato. Cabe mencionar que ni los españoles, ni los evangelizadores consumaron sus excesos en nombre de la Corona o de la autoridad papal, sino a título propio.

Además, habrá que enterar a López que tales disculpas ya existen. En primera instancia, el 17 de septiembre de 1910 el gobierno español expresó su legítimo interés por estrechar relaciones con México, cuando, en su representación, el marqués de Polavieja entregó la casaca de José María Morelos, al presidente Porfirio Díaz, en el marco de la celebración del Centenario del inicio del movimiento independentista. Al referirse al generalísimo Morelos, don Porfirio expresó: “[…] peleó, no contra los españoles, porque fuesen españoles, sino porque eran los opositores de sus ideales; que persiguió, no a España precisamente, sino la realización de una quimera para entonces, dulce realidad después para nosotros: crear la nacionalidad soberana y libre”.

Por otra parte, Juan Pablo II, en una carta escrita en el año 2000, por primera vez pidió perdón “por los errores cometidos en el servicio de la verdad usando métodos que no tienen nada que ver con el Evangelio”. Cuatro años después, lo reiteró. En julio de 2015, el papa Francisco también expresó sus excusas por los “crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada Conquista de América”.

La exigencia de AMLO es tan absurda como si me demandara una disculpa por una falta cometida por mi tataratataratatarabuelo o le solicitara al presidente Trump una disculpa y la devolución de California, Arizona, Nuevo México y Texas.

Luego de la elección de 2006, en una gira del Gobierno Legítimo de México en Rosarito, tuve la oportunidad de conversar con Andrés Manuel. Durante el encuentro, más que de política, dialogamos sobre historia. El entonces presidente legítimo me dejó en claro que conoce bien la historia de nuestro país, por eso, con conocimiento de causa me atrevo a decir que capitaliza con nuestro pasado, difundiéndolo, tergiversándolo o polemizando como estrategia distractora. Si alguien debe ofrecer una disculpa es el propio López Obrador, por promover un confrontamiento diplomático extemporáneo, innecesario, caprichoso y sin sentido.

Post Scriptum. “Pero ¿qué necesidad”, Juan Gabriel.

 

* El autor es consultor político, catedrático y escritor.

 

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