Seguimos sin saber demasiado sobre el “caso Cienfuegos”, salvo que le fue negada la libertad bajo fianza en Los Ángeles, antes de ser trasladado a Nueva York. No queda más remedio que seguir especulando. Comparto con los lectores algunas teorías y tesis, más o menos descabelladas, que he escuchado en los últimos días. A estas alturas ninguna posee más verosimilitud que otra.

Ilustración: Patricio Betteo

Carece de sentido pensar que la detención del exsecretario fue una maniobra electoral de Trump. La intensidad de esta campaña por la presidencia, la ausencia completa del asunto en los medios masivos, el nulo conocimiento de los votantes sobre el acontecimiento, desmienten este explicación. Ni a Trump o a sus asesores se les hubiera ocurrido semejante idea, ni la han mencionado una sola vez desde que sucedió el arresto de Cienfuegos en Los Ángeles, ni le importa a nadie en el electorado norteamericano qué tan corrupto o no sea el estamento militar mexicano.

En segundo lugar, lo que debiera preocuparnos es otra tesis, de alguna manera contraria, que circula más bien entre exfuncionarios norteamericanos y conocedores de estos temas. Sugieren que el problema puede ser que la detención de Cienfuegos, junto con la expedición de la orden de aprehensión hace más de un año, fue llevada a cabo sin la injerencia del establishment de política exterior de Estados Unidos. Ni el Departamento de Estado, ni el Consejo de Seguridad Nacional en la Casa Blanca, ni el Pentágono o Homeland Security, fueron involucrados en el proceso de decisiones. Este último se habría realizado sin tomar en cuenta elemento alguno de política exterior y de seguridad nacional de Estados Unidos.

Aunque parezca increíble, es posible que el golpe más duro que haya recibido el sistema político mexicano, o la estabilidad política mexicana, en años, si no es que en la historia, se haya asestado sin que los que a eso se dedican en Estados Unidos hayan intervenido. De haber ejercido alguna influencia, probablemente le hubieran aconsejado a Trump que la reacción de los militares mexicanos sería feroz, pero dirigida contra Estados Unidos. Los indicios disponibles sugieren que así ha sido. Todo esto sería parte del caos cada día mayor del gobierno de Trump, a la hora del crepúsculo de los dioses.

Una de las teorías conspirativas en boga sostiene, sin mayores pruebas, que la captura de Cienfuegos fue en realidad una auto-entrega. Por un lado, se afirma que no es creíble que ignorara por completo el hecho de que existía una orden de arresto en su contra desde agosto de 2019, ni que la investigación sobre sus presuntos vínculos con el narco haya comenzado por lo menos un año antes. ¿Qué sentido tenía haber ido de vacaciones a Estados Unidos, es decir de manera completamente innecesaria, cuando podía haber un proceso en curso en su contra, de cuya existencia tenían conocimiento un buen número de personas, desde un corresponsal de Proceso hasta los integrantes de un gran jurado en Brooklyn? Cienfuegos se entregó, según esta versión, o bien porque temía por su vida, amenazada por el narco, y sabía que nadie en México lo protegería; o bien porque prefirió cooperar con la DEA y los fiscales federales radicados Nueva York en lugar de enfrentarlos en una batalla perdida. ¿Poco creíble? Sin duda, pero no más que las acusaciones contra Cienfuegos, que pueden resultar ciertas.

Por último, una temeraria teoría conspirativa adicional. Washington le habría informado a López Obrador hace poco que iban a proceder contra Cienfuegos, pidiendo su detención provisional para fines de extradición. Y le dieron a escoger, si prefería que así se desarrollara el proceso contra el exsecretario, o si optaba más bien por convencerlo/inducirlo/obligarlo a viajar a Estados Unidos, para que fuera detenido allí. AMLO se hubiera inclinado por esta segunda opción, para no tener que arrestar a un exsecretario de la Defensa en México, y alguien lo operó. De nuevo: ¿Increíble? Sí, como todo lo demás.

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