Se acabó la incertidumbre. Para fortuna nuestra, queda cancelada la pesadillesca American Soap Opera conducida por el nefasto Trump (algo que sí se consumó en su versión mexicana, en 2012; pero eso es otro cuento).

El arroz ya se coció, un mes antes de la fecha que cierra el ciclo electoral norteamericano en noviembre próximo. Sólo queda preguntarse cómo un candidato con las obvias limitaciones de Trump pudo llegar tan lejos en la carrera presidencial, calculando el número y calidad de republicanos que seguirán dándole la espalda. También será interesante medir la posibilidad de que la correlación de fuerzas legislativas cambie, si es que acaso el partido demócrata obtiene mayorías –hasta ahora impensables- en una o ambas Cámaras.

Falta una larga fase, cuatro semanas enteras, de rounds de sombra y el preungimiento mediático de la ex primera dama, senadora y secretaria de Estado como la mitad triunfadora, por tercera ocasión, del binomio invicto Hilliam –ya no Billary, funcional en los años noventa– destinado a despachar nuevamente en Avenida Pennsylvania número 1600 Noroeste, Washington DC 20500.
A partir de la divulgación del video que lo exhibe, por enésima ocasión pero con una claridad meridiana como un misógino cerdo chovinista masculino de la peor calaña, lo que diga, haga o deje de hacer en su descargo Donald Drumpf no alterará en nada un desenlace cantado.

Adiós, suspenso. Hillary Trump (EPN dixit) será la próxima presidenta de los Estados Unidos.

Pudo más la Bomba F y los ofensivos ‘conceptos’ del magnate en el audio subrepticio, reproducido millones de veces en medios y redes, que las razones y motivos justificados que debieron haberlo descalificado desde el mismísmo 16 de junio de 2015, fecha en la que el farsante inmobiliario declaró que buscaba la nominación del Partido Republicano a la presidencia.

Fue un proceso laborioso, con riesgos inherentes y la posibilidad de que se impusiera su delirante fórmula, pero la bocaza del TV personality por excelencia acabó con sus aspiraciones de grandeza. En buena hora.

Lo que no quiere decir, en automático, que las dudas vertidas sobre el carácter y sentido de una hipotética administración Clinton 2.0 vayan a quedar despejadas. Las filtraciones simultáneas de Wikileaks de sus correos y las charlas impartidas en Goldman Sachs y otras empresas de Wall Street, que en otra circunstancia hubiesen sido motivos de escándalo, quedaron relegadas a segundos planos, y planas sin respuesta satisfactoria a la vista. Su condición de halcón, ampliamente acreditada, presume conflictos inminentes en cuanto tome posesión del cargo el año entrante. El falaz compromiso asumido en defensa de los derechos humanos y la institucionalidad democrática, cuya muestra más cínica en el continente fue la aventura anticonstitucional hondureña del gobierno de Manuel Zelaya en 2009, es del dominio público.

En fin. Se impondrá el menor de los males. Por el momento y hasta nuevo aviso en 2020 o el 24, no triunfará la fórmula berlusconizada en la Unión Americana, con variantes del efecto ‘bunga-bunga’ que tantos dividendos le rindió a quien fue primer ministro italiano durante una década.

El Maximato del clan Clinton, con continuidad al estilo de la realeza, ya es un hecho en espera de su oficialización en las urnas.

Le debemos a quien filtró el material, y al bufón/alcahuete de Trump Billy Bush -sobrino de Bush #41 y primo hermano de GWB #43- el habernos librado de esta lacra. Hillary Rodham Clinton, esposa del Big Dog Bill: número cuarenta y dos, asumirá el 20 de enero del año próximo el puesto de primera jefa del ejecutivo, con numeral #45, en la historia de la Unión Americana. Billy es, como Trump –aunque en miniatura- ‘destacada personalidad de la TV’; orgulloso coconductor del programa matutino más socorrido de la señal abierta (el Today Show, aunque bajo suspensión preventiva sus funciones hasta nuevo aviso). Él es viejo conocido del republicano; su desempeño profesional como conductor de espacios dedicados a la farándula norteamericana (Access Hollywood), le granjeó el actual puesto. Su relación de cercanía con el Duce neoyorquino se consolidó al fungir como Maestro de Ceremonias en varios concursos de belleza auspiciados por empresas de Trump, y de los cuales este último era socio propietario. La relación de ambos se aclara en el video: Bushecito es el patiño de la pareja de depredadores, totalmente subordinado en su caso -risotadas y guiños aparte- a la ‘filosofía’ Playboy del plutócrata del Precámbrico.

El incesto que perdura entre el mundo de la política y el Showbiz, y que en México ha tenido consecuencias devastadoras para nuestro futuro, es también en Estados Unidos cuestión de vida o muerte.

Billy juega el triste papel, como Miranda Nava con Peña en México, de guarura, conducto en mí menor, dócil y amaestrado, de la voluntad de su momentáneo jefe.

Son buenas noticias. Ya no podrá Trump despojar a su país (considerado como de su exclusiva propiedad, al que quiere devolver su ficticia grandeza perdida) de ‘indeseables’, como lo hicieron él -y Fred, su padre- cuando apenas despuntaba el primero en el sórdido mundo de los desalojos inmobiliarios en Manhattan.

El candidato en caída libre tuvo casi cuarenta años de exposición mediática, la mayor de las veces gratuita: algo que le envidiaría cualquier epígono de Peña, quien tuvo que desembolsar fortunas a medios, al obtener cobertura intensiva, más que suficiente y necesaria para llegar a Los Pinos. Un overkill del que el del bisoñé anaranjado le lleva una ventaja inalcanzable al del copete. De nada le sirvió al Donald.

El machismo WASP esperpéntico, de caricatura, semejante en sus extremos al del capítulo orgullosamente mexicano, cayó de la gracia del electorado independiente.

Se consolida, sin embargo, una suerte de papado gringo sui generis: Bush XLI y su hijo XLIII; Clinton XLII, y la muy probable primera presidenta de los Estados Unidos Clinton XLV.

¿Tendremos entonces, en veinte años, a Chelsea Clinton compitiendo contra Ivanka Trump, por el título presidencial en cartelera?

Será un tenso inicio de relaciones con el vecino del norte, para el gobierno y sociedad mexicanas, que se espera nos lleve a un mejor sitio del que nos encontramos hoy día. Pero con Peña Nieto y su corrupta cuadrilla al mando de la embarcación federal en México hasta fines de 2018, uno supone que la relación –por desgracia- va a empeorar.

Aunque queda el consuelo de saber que Donald Drumpf se ha quedado en la orilla.

@alconsumidor

 

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