En la página de la Suprema Corte de Justicia de la Nación se consigna que su «responsabilidad fundamental es la defensa del orden establecido por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos…». En ese mismo sitio aparece una foto del ministro presidente, en la que don Arturo Zaldívar Lelo de Larrea usa una toga negra, instrumento que nos recuerda su investidura superior; su mirada está en la lejanía, tal vez imaginando su paso por la historia, mientras su puño izquierdo sostiene la barbilla en actitud de reflexión. En segundo plano, el corte circular de la imagen apenas deja ver el blanco y el rojo de una bandera, sin duda la mexicana, en la que el verde se manifiesta, aunque no lo veamos. Cruzando dos colores, leemos una palabra desenfocada y en mayúsculas, quizá bordada en hilo de oro: Justicia.

Ignoro qué está pasando por la cabeza del ministro Arturo Zaldívar. Supongo que atraviesa un dilema ético: debe hacer «x», debe hacer «y», y no puede hacer «x» y «y» al mismo tiempo. Todo dilema ético es una paradoja que debe ser resuelta con una acción moralmente correcta. El punto es que ambos caminos pueden parecer certeros. Otro criterio de decisión es elegir el bien mayor y el mal menor. Aun así, es debatible qué es el bien y el mal bajo cierta óptica. Como sea, me parece que el ministro tiene, si lo quiere ver, un ángulo para decidir si va a aceptar o rechazar la prórroga de dos años a su cargo, iniciativa que atenta contra nuestra Constitución pero cuenta con el beneplácito del presidente de la República, para quien aquello de «al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie» son palabras que se lleva el viento.

No soy experto en leyes ni constitucionalista, como muchas y notables personas que han forjado su reputación defendiendo las palabras que pretenden darnos orden, certeza, justicia, civilidad, lo contrario a la barbarie. Las leyes, como dice Yuval Noah Harari, son constructos humanos para facilitar la colaboración. La civilidad consiste en que un grupo decide respetar sus mandamientos, buenos, malos, perfectibles, ordenamientos al fin.

Entiendo que un jurista de la talla del ministro Zaldívar debe su primera lealtad a la Constitución. ¿Qué debe hacer cuando se le ofrece ofender la Carta Magna que ha jurado salvaguardar, pero puede quedar bien con el hombre que ostenta el Poder Ejecutivo?

De poco nos sirve argumentar «¿de qué se escandalizan?, otros partidos hicieron cosas similares antes». Como quiera verse, la maniobra impulsada por el partido de Andrés Manuel López Obrador comete, con su venia, un atentado contra el Estado de derecho. Lo que corrompe el orden es corrupción. Quien promueve corromper el orden jurídico es corruptor. Borrar de forma tan grotesca la separación de poderes en México es un atentando contra la elemental certeza jurídica que requiere un país para su desarrollo.

Otras naciones veneran su Carta Magna y, aunque no están exentas de ilegalidades y son sociedades perfectibles, han construido un blindaje real y simbólico para defender su Constitución. Entre la lealtad a los hombres y la lealtad a la Constitución, no tienen duda en actuar para preservar el orden constitucional. En esta tesitura debería estar el aparente dilema del ministro Zaldívar.

México requiere acciones representativas del respeto a la ley y apego al Estado de derecho. Desde simples acciones como respetar la luz roja del semáforo (que para muchos es una sugerencia, no una orden), como la respectiva multa para quien comete una infracción. Celebro que hace unos días un par de individuos fueron encarcelados por hacerse pasar como adultos mayores en aras de obtener una vacuna contra el Covid-19. Necesitamos ver que quien rompe el orden (quien corrompe) la paga. Necesitamos ejemplos donde se observa la aplicación de la ley. Lo contrario a eso se llama impunidad.

Al momento de escribir estas líneas no he leído algún pronunciamiento del ministro Zaldívar. Entiendo que espera, con prudencia, el cauce del proceso legislativo. A todo hombre lo alcanza su destino, ese momento en que debe tomar una decisión trascendental, vestirse de gloria para unos u honrar su juramento y escribir con dignidad su nombre en el paso de la historia. Ese momento es decisivo para México, es la hora Zaldívar.

@eduardo_caccia

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