Para muchos el viaje de AMLO se asemejaría a lo ocurrido en el 2016, pero invertido, cuando a sugerencia Videgaray, Trump visitó México, en plena campaña, para entrevistarse con Peña Nieto

En pro de la relación económica, comercial, vecinal, cultural y hasta política, hay momentos en que hasta vender el alma al diablo es inevitable

La quijotesca frase de “nadie diga ‘desta agua no beberé’”, dicen algunos, es el último recurso para sobrevivir, y dejar de prescindir del agua ajena.

En otras palabras, se puede ser testarudo o resistirse a ceder ante lo que se considera aborrecible, pero cuando la sed es mucha el más terco se doblega.

En política tal situación por lo regular es más flexible, pues ésta es, precisamente, el camino a un acuerdo público.

Quizá por ello lo menos que pueda reprocharse en la posible próxima reunión entre el Presidente Andrés Manuel López Obrador y su homólogo estadounidense, Donald Trump, es que el Jefe de Estado en cuyo pecho ha reverdecido el liberalismo mexicano más espeso, vaya a tener una reunión con la contraparte más conservadora y neoliberal actual en el mundo.

Pero el compromiso fue confirmado desde hace semana y media por ambos presidentes. Trump dijo que “pronto vendrá”. Y López Obrador que “pronto iré”.

En pro de la relación económica, comercial, vecinal y hasta cultural, hay momentos en que hasta vender el alma al diablo es inevitable.

Los inconvenientes de la reunión que López Obrador ya dijo que sí se hará tiene, sin embargo, son varios y con el riesgo de beber agua envenenada.

Se sabe que cada día que pasa, Estados Unidos se mete de lleno en su proceso electoral que se celebrará el próximo 3 de noviembre y en el que Trump va por su segundo periodo, la reelección que su Constitución permite por única vez.

Pero, además, en el contexto de truculentas invitaciones de parte del presidente estadounidense en las que nunca pierde oportunidad para denostar a su vecino del sur.

El desarrollo de la relación de Estados Unidos con el incipiente gobierno mexicano, autodenominado “Cuarta Transformación”, está cargado de casi imposiciones y trampas de parte de Trump.

Recordemos que durante el primer semestre del 2019, cuando López Obrador apenas cumplía medio año en Palacio Nacional, Trump amenazó con aplicar aranceles a todo producto mexicano que se comercializara en Estados Unidos si México no frenaba las caravanas migrantes que, cruzando el territorio nacional, enfocaban hacia la Unión Americana.

Tanto fue el nerviosismo y temor del gobierno lopezobradorista que los primeros veintitantos mil elementos de la recién creada Guardia Nacional en lugar de dedicarse a cuidar la seguridad de los mexicanos, fueron desplegados en las fronteras sur y norte del país para cumplir el deseo de Trump y salvarnos de la andanada de aranceles.

López Obrador disfrazó el asunto como buen acuerdo de buenos vecinos.

Las exigencias de Trump han tenido que ver con cuestiones de trasiego de drogas hacia Estados Unidos, como de limitaciones a empresas norteamericanas para que se establezcan en nuestro país, como ocurrió con las automotrices.

Este tema se extendió hasta el nuevo tratado comercial en el que se incluye a Canadá. Muchos son los expertos que afirman que el ganón del nuevo pacto es Estados Unidos.

Por si fuera poco, en el asunto petrolero mundial que causó que el precio del barril de crudo se desplomará a niveles históricos, México fue orillado a una encrucijada en la que tenía que reducir su producción petrolera diaria en 400 mil barriles.

El gobierno mexicano propuso hacerlo en 100 mil barriles diarios, pero la idea fue rechazada por la OPEP y sus colaboradores. Entonces apareció la parte caritativa de Trump para ayudar a México y decir que ofrecía que su país redujera 250 mil barriles diarios extras y que la cuota se le anotara al gobierno mexicano.

Todo mundo sebe que Trump no la brinca sin huarache. La duda ha persistido, ¿qué pedirá a cambio?

Quizá y López Obrador lo sepa si finalmente acude a la Casa Blanca.

Y Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México, confirmó el viaje aunque no dio fecha.
La reiterada advertencia desde hace una semana, cuando el Mandatario mexicano confirmó que acudiría, es que López Obrador terminará siendo usado como insumo de campaña política en favor de los republicanos, es decir, de los conservadores estadounidenses.

EN MÉXICO SU REGLA ES INFLEXIBLE
“Qué bueno que se definan, nada de medias tintas, que cada quien se ubique en el lugar que corresponde, no es tiempo de simulaciones, o somos conservadores o somos liberales”, expresó Andrés Manuel López Obrador al final de su primera gira en tiempos de pandemia de Covid-19.

“Decía Ocampo, ese gran liberal, Melchor Ocampo, aplica ahora”, expresó el 6 de junio durante una visita a la Refinería “General Lázaro Cárdenas” en Minatitlán, Veracruz, “que los liberales moderados no son más que conservadores más despiertos, es decir, no hay para donde hacerse, o se está por la transformación o se está en contra de la transformación del país.

“Se está por la honestidad y por limpiar a México de corrupción o se apuesta a que se mantengan los privilegios de unos cuantos a costa del sometimiento y empobrecimiento de la mayoría de los mexicanos, es tiempo de definiciones“.

Lo que López Obrador decía es que o se está con él o contra él, pero no había de otra. El pluralismo mexicano ahora era solo de dos opciones. Con melón o con sandía.

En el sentido estricto del tema, con la futura probable visita del Presidente mexicano a Washington, parece que la regla se invirtió.

En aras de no aplicarle llaves chinas o manitas de puerco a México, Trump habría advertido a López Obrador con mensajes cifrados, disfrazados de buena vecindad y cariños (“López Obrador es un buen tipo”), “nada de medias tintas… o estás con los conservadores o contra ellos”.

Es decir, si para algo sirve México a Trump en estos momentos es para ayudarle a conseguir su reelección.

Para muchos lo que haría López Obrador se asemejaría a lo ocurrido en el 2016, pero invertido, cuando a sugerencia del entonces Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, Trump viajó a México, en plena campaña, para entrevistarse con Enrique Peña Nieto, en medio de una serie de amenazas y críticas contra los mexicanos por parte del entonces candidato presidencial republicano.

A estas alturas, cuatro meses para la elección estadounidense, la presencia del Presidente mexicano en la Casa Blanca, o dende fuera recibido por Trump, solo se vería en México, Estados Unidos y el mundo entero como un espaldarazo al líder más conservador de los conservadores.

En Estados Unidos radican actualmente unos 40 millones de mexicanos, una clientela que se la pelean solo en tiempos electorales tanto demócratas como republicanos.

Pero ese espaldarazo a Trump podría convertirse en pesadilla de no lograr su reelección, y quedar la Presidencia estadounidense en manos de los demócratas.

Para poder amortiguar que su visita se vea descaradamente como una visita obligada o forzada, López Obrador ha propuesto que en la reunión también esté presente el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau.

Así el encuentro se diría que tiene contexto de arranque oficial del nuevo tratado comercial entre los tres países.

LAS MEDIAS TINTAS DE AMLO
Durante su laaarga campaña política, solo década y media, para alcanzar la Presidencia, López Obrador no escatimó en críticas y reclamos a los que hoy llama sus adversarios.

Antes y después de la visita de Trump a Palacio Nacional en 2016, acusaba constantemente a Peña Nieto de ser temeroso de quien podría llegar a ser el Presidente estadounidense a partir del 20 de enero de 2017.

Afirmaba que no respondía a sus baladronadas.

Pero existe un detalle más en la relación controvertida entre dos ideologías que no se compenetran, el conservadurismo y el liberalismo.

Es sabido que en 2016, el año en que Trump nos visitó, Marcelo Ebrard, hoy Secretario de Relaciones Exteriores de López Obrador, hizo campaña abierta en favor de la entonces candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton.

“Cada voto cuenta, apoyemos a Hillary Clinton. Derrotemos la xenofobia antimexicana de Trump”, escribió Ebrard en Twitter el 28 de octubre de 2016, días antes de la elección presidencial que ganó Trump.

Además, como promotor del voto latino en apoyo a Hillary, el hoy Secretario de Relaciones Exteriores expresó que el populismo de extrema derecha del republicano representaba un riesgo para México.

El detalle no significa nada más allá del aspecto contradictorio de aparentar una amistad forzada, más que una buena vecindad.

Es un hecho que Ebrard ha realizado un trabajo más que excelente en la presente relación de México con Estados Unidos.

Su nivel negociador pocos lo tienen.

En fin, que para muchos la próxima posible visita de López Obrador a Trump no es necesariamente un paseo por las nubes. Para empezar tiene un toque de extraña.

Hay temas y hay deudas. Qué va si uno es súper conservador y el otro súper liberal. Eso solo vale en casa.

Y sí, lo dijo don Quijote: “Pero el hombre pone y Dios dispone, y Dios sabe lo mejor y lo que le está bien a cada uno, y cual el tiempo, tal el tiento, y nadie diga ‘desta agua no beberé’, que adonde se piensa que hay tocinos, no hay estacas; y Dios me entiende, y basta, y no digo más, aunque pudiera”.

Mentiras, el agua y el aceite sí se mezclan.

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