México es un país de inventores. El catálogo del IMPI registra más de 2,000, y se limita a los que han patentado algo. El ingenio está por todas partes, y tiene tradición.

Hay un ejemplo escondido en los mexicanismos «Hacerse guaje» (o pato) para el que finge no estar enterado; «Te hicieron guaje» para el que fue engañado. El guaje es una especie de calabaza que los mexicas perforaban para cazar patos. El cazador, sumergido en el lago, respiraba ocultamente por un guaje hasta que un pato se ponía al alcance de su mano.

Otros ejemplos ingeniosos de la cultura náhuatl: el temascal, las chinampas. Nezahualcóyotl construyó un dique de 16 kilómetros en el lago de Texcoco para separar el agua dulce de la salobre, con una compuerta para regular el desnivel y evitar inundaciones. También construyó un acueducto de doble cauce: mientras bajaba agua por uno, el otro recibía mantenimiento.

Las obras hidráulicas continuaron en la Nueva España. De 1555 a 1572, el padre Tembleque construyó un acueducto de 48 kilómetros de Zempoala a Otumba para llevar agua a la comunidad indígena. Fue declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

En 1605, el virrey Juan de Mendoza convocó a una reunión sobre el agua potable y el desagüe pluvial de la ciudad de México. Dos años después, Enrico Martínez emprendió un tajo y túnel de desagüe al río Cuautitlán. No soportó una tormenta histórica, que duró 40 horas y dejó la ciudad bajo dos metros de agua en 1629. Quedó inundada cinco años. Se fue la mayor parte de la población. Se habló de poner la capital en otra parte, idea resucitada en el siglo XX por Emilio Rosenblueth. Pero el simbolismo de Tenochtitlan se impuso. Durante siglos, continuaron los proyectos de desagüe, como el Gran Canal, que inició Maximiliano (1865) y terminó Porfirio Díaz (1900). También continuaron las inundaciones.

En 1965, Nabor Carrillo y Gerardo Cruickshank propusieron una idea distinta. No desaguar el lago, sino recuperarlo ecológicamente con obras que renovaron la vegetación, las lagunas, la fauna silvestre y hasta la llegada de patos migratorios. El Plan Texcoco fue un éxito, recientemente amenazado por la construcción de un aeropuerto.

En 1998, Teodoro González de León y Alberto Kalach organizaron el congreso «Vuelta a la ciudad lacustre» con un plan futurista para el desarrollo de algo así como la próspera región de los Grandes Lagos entre Canadá y los Estados Unidos.

En 1790, el padre Alzate publicó su idea, hoy de aplicación mundial, de una bola hueca flotante que cierra la llave de un tanque cuando el agua sube a cierto nivel. También propuso máquinas de vapor para desaguar minas inundadas.

En 1850, Mariano Ayllon inauguró el servicio de carga y paseo en un vapor que navegaba por el Canal de la Viga, que dragó para eso.

José Antonio Cuevas inventó un «sistema de flotación elástica»: un amortiguador hidráulico antisísmico para el edificio de la Lotería Nacional (107 metros), construido (1938-1946) con sótanos que se vacían o llenan de agua según sea necesario. Para cimentarlo sobre 180 pilotes de concreto que bajan 55 metros hasta el suelo rocoso, congeló el agua subterránea, perforó el hielo y vació el concreto.

Sergio Rico Velasco creó un polvo (poliacrilato de potasio) que aplicado a las raíces vegetales o arbóreas retiene la humedad, en vez de que se filtre y se desaproveche gran parte de la lluvia o el riego.

El cabezal de una regadera de jardín dispersa el agua del recipiente en chorros de gotas, para que se aproveche mejor. El mecanismo es semejante en las regaderas de baño. Carlos Gómez Andonaegui desarrolló un cabezal vaporizador que convierte el chorro de agua en neblina para bañarse con poca agua.

Cuando llueve, se hace un charco inmenso frente a las oficinas centrales de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, que se hace guaje. Ojalá que no haga lo mismo con el deterioro del acuífero que alimenta la ciudad. La extracción está hundiéndola gradualmente, y llevará inexorablemente a la catástrofe, como estableció Marcos Mazari. Hacen falta plantas de tratamiento del drenaje que reciclen el agua. No hay que desaguar ni una gota.

Pero los funcionarios y políticos se mueven con un horizonte de varios años, no de varias décadas. Hay soluciones físicas, pero no políticas. Todavía no se inventa cómo cosechar aplausos y dinero con soluciones invisibles para problemas invisibles.

Se atribuye a Luis XV la frase que resume el problema: «Después de mí, el Diluvio».

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