El 8 de septiembre de 1966 la NBC lanzó el primer episodio de la serie Star Trek (Viaje a las estrellas). A 51 años de distancia vale la pena reflexionar en las implicaciones de su impacto más allá del entretenimiento y entender las causas de su popularidad. Es, hasta la fecha, la saga de ciencia ficción más exitosa en la historia (al menos en EU), y el desdoblamiento de su franquicia en películas, libros y una enorme diversidad de artículos la han convertido en un negocio billonario. Pero no es el dinero lo que a mi juicio debe resaltarse en esta aventura intergaláctica sino los mensajes filosóficos, humanistas y éticos que a pesar del tiempo no dejan de tener validez sobre los alcances tecnológicos.

Mis primeros recuerdos televisivos están anclados al Campeonato Mundial de Futbol México 70, aunque previamente existe otra imagen en ese álbum caprichoso que llamamos memoria: el blanco y negro de una nave espacial de la NASA aterrizando en la luna mientras mis padres y algunos parientes gritaban poseídos. Los años sesenta estuvieron marcados por el desarrollo aeroespacial pero también por fuertes movimientos sociales, la contracultura, años en los que muchos de los pilares sociales occidentales se sacudieron: la sexualidad, el rol y los derechos de las mujeres, los derechos raciales, el reto a la autoridad, los albores del movimiento hippie, el uso de drogas, campañas de desobediencia civil, la Guerra de Vietnam, la Guerra Fría, la escalada de la amenaza nuclear, los magnicidios de Martin Luther King Jr. y JFK, toda una revolución cultural aderezada con películas apocalípticas que vislumbraban el fin de la raza humana y el planeta.

En ese contexto, Gene Roddenberry, ideólogo de la serie de culto, lanza un mensaje esperanzador, Star Trek es la visión futurista de un planeta utópico, La Tierra, dentro de 300 años. El hombre ha controlado el crimen, las enfermedades, la pobreza, y gracias a los avances tecnológicos se dedica a explorar el espacio. Estamos ante una épica narrativa que ilustra las aventuras humanas, ese carácter explorador e idealista que ha acompañado al hombre desde el principio de la historia y que ha hecho de obras como La Ilíada y La Odisea, El Quijote, viajes atemporales donde Aquiles, Ulises, Alonso Quijano o James T. Kirk y su tripulación, enfrentan situaciones profundamente humanas, aunque en el caso de este último, está rodeado por criaturas de otros mundos, como los Vulcanos, seres avanzados que han logrado suprimir lo más bajo de sus instintos destructivos, su inclinación a la violencia, mediante la filosofía de Surak, para quien el camino de la superación de conflictos implica la supresión de las emociones y el uso de la lógica y el pensamiento deductivo en la toma de decisiones. El mensaje de la mentoría sabia está presente en Spock, de quien su amigo más cercano, el capitán Kirk, dice en su funeral: «De todas las almas que he encontrado en mis viajes, Spock fue la más… (se le rompe la voz) humana».

En Star Trek aparece un equipo donde hay mujeres, además son oficiales y no sólo eso, una de ellas es afroamericana y en breve protagonizará el llamado «primer beso interracial en la televisión». Roddenberry, ateo confeso y humanista, creyente de la inclusión racial, también agregó a un asiático en la tripulación original. Estos avances socioculturales que rompieron tabúes vinieron acompañados de predicciones tecnológicas que hoy ya no nos sorprenden pero que muchos vimos por primera vez en el Enterprise: el teléfono celular, las puertas automáticas, las pantallas planas, traductores universales, computadoras portátiles de mano, escáneres de revisión médica y hasta los replicadores, capaces de convertir energía en masa, algo parecido a las recientes impresoras 3D. Aún esperamos ver la teletransportación.

En esta sociedad futurista, no exenta de conflictos con otras civilizaciones, trata de imperar la razón sobre el dogma, las personas prefieren la ciencia y el secularismo sobre el misticismo para entender y forjar el mundo que los rodea. Menos dogmas harían de nuestro mundo un espacio más pacífico. Quizá el gran mérito de la serie es que promete, en voz del capitán Picard, la mayor esperanza para la humanidad: «Todo es imposible, hasta que deja de serlo».

@eduardo_caccia

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