Me llama la atención que muchos de mis colegas comentaristas todavía crean que el presidente López Obrador va a tener una especie de epifanía que lo lleve a cambiar sus decisiones de gobierno.

Ahora que se enfermó de covid-19, he leído cómo algunos hablan de “golpe de timón”, “cambio de rumbo”, “corrección” en el pésimo manejo que ha tenido la administración de AMLO para controlar la pandemia de coronavirus. No nos hagamos ilusiones. No va a suceder.

Si algo demuestra el video que publicó el Presidente durante el fin de semana es que vamos a seguir por la misma ruta.

Igual sucederá ahora que salieron las cifras de la brutal caída de la economía mexicana en 2020, el peor año económico desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado.

Otra vez veo que ciertos analistas dicen que Andrés Manuel López Obrador debe darse cuenta de la profundidad de la crisis y modificar la política económica. De nuevo advierto: no va a pasar.

¿Por qué?

Pues por qué López Obrador es un político terco, y utilizo este adjetivo que él mismo presume.

El Presidente difícilmente cambia de opinión. No es de los gobernantes que corrigen el rumbo si observan que no se están dando los resultados.

No soy sicólogo y, por lo tanto, no estoy calificado para analizar de dónde venga esta terquedad. Lo único que se me ocurre es que la tenacidad le ha funcionado en su carrera política. Por algo es hoy el Presidente de la República. Y si la fórmula le permitió llegar a Palacio Nacional, contra viento y marea, ¿por qué no aplicarla ahora que gobierna?

Muchos pensaban, ingenuamente, que el contagio de covid-19 lo haría modificar, por ejemplo, su actitud sobre el cubrebocas. Sabemos que ha rechazado utilizarlo, salvo en lugares donde está estrictamente regulado su uso como en los vuelos comerciales. En cuanto se recupere de la enfermedad, no tenga usted duda en que seguirá rehusándose a ponérselo. Ya es una cuestión de imagen política.

Cambiar, para AMLO, es una muestra de debilidad. Un político como él, que busca una gran transformación histórica, cree en la tenacidad. Seguir adelante, aunque en el camino haya (literalmente) muchos muertos o afectaciones económicas.

Los marxistas-leninistas dirían que son los costos de hacer una revolución. Para cocinar un omelette hay que romper los huevos.

Es la personalidad del Presidente. Muy claramente lo dijo en el video del otro día citando al célebre beisbolista, Babe Ruth: “no se puede vencer a quien no sabe rendirse”. Para AMLO, cambiar el rumbo es rendirse, una muestra de que lo pueden vencer sus adversarios.

Que yo recuerde, sólo en una cosa ha cambiado López Obrador en los últimos años. Me refiero a su postura original, cuando era candidato presidencial, de sacar a los militares de la seguridad pública y regresarlos a sus cuarteles. Una vez en la Presidencia, no sólo los dejó ahí, sino que también ha extendido la militarización a diversas tareas del gobierno. Ahora su terquedad va en el sentido contrario: incrementar el poder militar todo lo que se pueda.

Supongo que a los simpatizantes de la Cuarta Transformación les agradará la tenacidad presidencial. Lo verán como un gran atributo. No sé, sin embargo, cuánto les pueda durar el gusto mientras los resultados de la pandemia, economía y seguridad, sean tan malos. Porque, perdón, pero de eso no puede haber duda alguna: ahí están los datos duros que lo comprueban.

Quizás la testarudez presidencial se mantenga mientras continúen altos los índices de popularidad de López Obrador. ¿Qué importan los muertos de covid-19, las pérdidas de empleos y la persistencia de los homicidios dolosos si la mayoría de los mexicanos aprueba cómo está gobernando el Presidente?

En conclusión, a los que piensan que López Obrador va algún día a cambiar, mejor que se sienten a esperarlo. Abran bien los ojos y entiendan al personaje que nos gobierna. Un político que explícitamente se presume terco. Y vaya que lo es.

 

Twitter: @leozuckermann

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