Nuevo desastre del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador al implementar una política pública que sustituye a otra que viene del pasado. Estoy hablando del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), que reemplazó al Seguro Popular a partir de este año.

Hay muchas quejas de muchos usuarios del nuevo sistema. Otro caso más de un gobierno que se avienta como el Borras a hacer cambios radicales porque no cree ni en la técnica ni en la administración, sino en la voluntad y bonhomía como principios gubernamentales.

Cito, primero, el artículo publicado ayer en Reforma de los exsecretarios de Salud, Salomón Chertorivski y Julio Frenk, titulado Insabi: incertidumbre que mata. He aquí dos profesionales en la materia, reconocidos internacionalmente, que argumentan que el Insabi “nace con múltiples defectos, sin reglas de operación, sin manuales, sin una planeación detallada de su implantación, sin una fase piloto de prueba y sin mayor presupuesto. Por tanto, hay muchos vacíos que generan incertidumbre y esto trastoca la operación diaria”.

El lenguaje del artículo de Chertorivski y Frenk lo dice todo: reglas, manuales, planeación, presupuesto, pilotos, financiamiento, estudios actuariales, pólizas, catálogos de servicios, viabilidad económica, calendarios, procesos de evaluación. Son los conceptos que se aprenden en las escuelas de gobierno y salud pública.

Pero este tipo de cosas le saca ronchas a este gobierno. Son propios, según ellos, de la jerga elitista de los tecnócratas neoliberales, formados en el extranjero, que llevaron al país a la ruina. Éste es un gobierno diferente que no cree en esas cosas horrorosas.

Al diablo con el conocimiento técnico y administrativo. Eso no resuelve los problemas. La solución está en las buenas intenciones de los funcionarios, su infinita voluntad de transformar la realidad y ejemplar bonhomía.

El objetivo del Seguro Popular era muy loable: otorgarle servicios de primer, segundo y tercer nivel a la población que no estaba asegurada en México (privados, Instituto Mexicano del Seguro Social, Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, Pemex, Fuerzas Armadas). Eran millones de mexicanos que, con muchos problemas y deficiencias, por fin recibían algún tipo de atención del Estado. Pero, como eso se hizo en sexenios pasados, este gobierno decidió acabar con el Seguro Popular y sustituirlo con el Insabi.

Ahora cualquier mexicano será atendido en clínicas y hospitales administrados por el gobierno federal. Se trata de un proceso de recentralización de la salud pública consistente con la política de Andrés Manuel López Obrador de fortalecer al Ejecutivo federal.

Al margen de que no queda claro qué ocurrirá con la atención de pacientes del tercer nivel (las enfermedades de mayor especialización y más costosas), el nuevo esquema es un cambio radical que implica todo un desafío en materia de implementación. Pero este gobierno, como ya dije, no cree en esas “nimiedades”.

Es un gran error y digo por qué. Confieso, señorías de la Cuarta Transformación, haber sido estudiante y profesor de escuelas de gobierno y políticas públicas. Uno de los temas que aprendí y luego enseñé fue, precisamente, el de la implementación. Cuando yo estaba en la universidad, este concepto ni siquiera existía en el español. Años después, la Real Academia de la Lengua lo incluyó en el diccionario de nuestro idioma.

Se trata de un concepto fundamental. Los gobiernos suelen tener objetivos loables y diseñar soluciones que suenan muy bien en el papel. Sin embargo, pueden fracasar rotundamente a la hora de llevarlas a cabo.

En los años setentas, un par de académicos estadunidenses, Pressman y Wildavsky, escribieron el primer estudio sobre implementación. ¿Por qué algunas de las políticas de la “Guerra contra la Pobreza” del presidente Johnson, diseñadas en Washington, habían fracasado cuando se aplicaron en lugares como Oakland, California?

No es mi propósito reseñar los hallazgos de la obra seminal de Pressman y Wildavsky. Mi objetivo es argumentar por qué Andrés Manuel López Obrador se equivoca consistentemente al desdeñar los asuntos técnicos y administrativos del gobierno.

Su postura es de una ingenuidad infinita: que las soluciones a complejos problemas públicos se logrará porque este gobierno tiene una gran voluntad para resolverlos y, además, los funcionarios son afables, sencillos, bondadosos y honrados.

Tan sencillo como lo siguiente: si usted es un mexicano que tiene algún problema de salud, vaya a un hospital público, presente su credencial del Instituto Nacional Electoral y el personal lo atenderá rápida y eficazmente porque ahora, a diferencia del pasado, en este gobierno hay una infinita voluntad y bonhomía.

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