Si es de infantes de lo que hablamos, encontramos que hay muchos. Podemos comenzar con nuestro Pedro Infante, icono del cine mexicano y que, según dicen sus fanáticas, «cada día está más guapo»; pero también está el jardín de infantes, que en Argentina, Bolivia y Nicaragua, entre otros, es lo que para nosotros es el jardín de niños; además, tenemos la corona de infante, descrita por la Real Academia de la Lengua Española —RAE— como semejante a la imperial, pero sin diademas; y, hablando de realeza, es imposible dejar de mencionar a las infantas Elena y Cristina, hijas de los reyes Juan Carlos y Sofía; y, si seguimos nuestro recorrido por España, no podemos olvidar la ciudad de Villanueva de los Infantes, la cual, según un grupo de investigadores de la Universidad Complutense, es el «lugar de la Mancha de cuyo nombre» Cervantes no quiso acordarse; aunque, si nos afanamos en la búsqueda, podemos recordar a los Infantes de Carreón, que ultrajaron a las hijas del Cid. Pero, ¿qué es un infante?

Infante puede ser «cualquier niño que aún no ha llegado a la edad de siete años» —definición y clasificación exacta del DRAE. También se le denomina así al pariente del rey —español o portugués— que, por gracia real, obtiene este título. Por el mismo camino, un infante puede ser cualquiera de los hijos legítimos del rey que nació después del príncipe o de la princesa; pero si alguien nos habla de un infante que haya vivido antes de la época del rey Juan I de Castilla,  entonces se referirá al primogénito del rey, es decir, al heredero al trono. Por último, si de lo que hablamos es de un infante en la milicia, nos estaremos refiriendo a la tropa que éste mandaba —es decir, la infantería—; si bien después se generalizó el nombre, llamándosele así a todo soldado de a pie, por contraposición con el soldado de a caballo.

La palabra infante viene del latín infantem, acusativo de infans, que está compuesto por la partícula in-, que significa «no» o «sin», y por fans, participio activo de fari, cuyo significado es «hablar». De esta manera, si infans se utiliza como sustantivo, se refiere a «niño pequeño» y, utilizado como adjetivo, a «pequeño que no habla todavía porque no sabe o porque no puede».

Aunque quizá la raíz de esta definición sea aún más profunda, ya que manifestarnos de manera oral no garantiza en ningún modo ni que nuestra comunicación será coherente ni que nuestra voz será escuchada. Y es en este contexto en el que es probable que a un niño de seis años, que definitivamente ya habla, se le diga infante, y lo mismo puede suceder cuando nos referimos a los títulos nobiliarios, ya que su posición en la línea real es bastante incómoda, al ser hijos de los monarcas, pero no los herederos al trono, lo que mantiene sus voces bajo una escucha sorda.

No obstante, siempre habrá historias que los dignifiquen, como el romance de Los siete infantes de Lara, el cual, junto con El cantar de Mío Cid y el Poema de Fernán González, es de los cantares de gesta españoles más importantes.

De modo que es el silencio el que por raíz se halla en la palabra infante, pero lo cierto es que no todos los infantes callan.

 

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