Primera definición de “catástrofe” en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE): “Suceso que produce gran destrucción o daño”. Definición precisa y concisa de lo que está ocurriendo en México con la pandemia del covid-19.

El 23 de abril, en entrevista para la agencia EFE, el encargado gubernamental para manejar la epidemia del coronavirus en nuestro país, el doctor Hugo López-Gatell, afirmó que preveía un escenario inicial de entre seis y ocho mil muertes por covid-19.

El cuatro de junio, en su conferencia vespertina, López-Gatell afirmó que el escenario “plausible” (de acuerdo a la DRAE, “digno o merecedor de aplauso”) sería de entre 30 y 35 mil muertos. En esa misma conferencia dijo que si llegáramos a los 60 mil muertos tendríamos un escenario “muy catastrófico”.

Bueno, pues esta semana ya rebasamos los 60 mil muertos y la pandemia todavía no termina. Bienvenidos a la catástrofe.

Amén que, de acuerdo a diversos estudios, el gobierno está subreportando el número de fallecidos. Al parecer, tenemos que multiplicar los 60 mil por tres para llegar a un total de 180 mil decesos.

Vamos, sin embargo, a utilizar los 60 mil para no molestar a López ObradorLópez-Gatell y compañía, porque luego se enojan con los medios por hablar de ellos.

Con ese número, México se encuentra en el lugar once de muertes de casos confirmados por covid-19 por cada millón de habitantes en el mundo.

Donde destacamos es en el índice de letalidad: 11% de los infectados mueren. Esto nos coloca en el quinto lugar mundial.

Los números de contagios, que ya ascienden a 569 mil, están muy subestimados porque México es de los países que menos pruebas de covid-19 hace en el mundo. 4.5 pruebas de coronavirus por cada millón de habitantes. Chile es el país de América Latina que más hace pruebas, con 58 por cada millón de habitantes. Vaya diferencia.

Es una vergüenza que México no haya querido seguir la recomendación de la Organización Mundial de la Salud de realizar pruebas, pruebas y más pruebas. Aquí el doctor López-Gatell está convencido que “la clave es usar correctamente las pruebas”. No, pues sí, yo pensaba que era mejor usarlas incorrectamente.

Cuando comenzó la pandemia en México, dijimos que se evaluaría la actuación del gobierno de acuerdo a los resultados. Bueno, pues es hora de hacerlo con un adjetivo que López-Gatell mismo puso sobre la mesa: ca-tas-tró-fi-co.

“El rockstar de la Cuarta Transformación”, como le decían sus fanáticos, ha pasado a ser el hazmerreír de las redes sociales. Ya nadie le cree. Todos se burlan de sus fallidas predicciones.

Eso sí, hay que reconocer que nunca se saturaron los hospitales en México de pacientes de covid-19. Pero existe evidencia de que a mucha gente no la admitían porque no presentaba síntomas contundentes de la enfermedad. Y, como no les hacían pruebas, pues los regresaban a sus hogares. Algunos murieron ahí. Otros también porque desconfiaban de los hospitales covid-19. Tenían la impresión de que, si se hospitalizaban, acabarían en la morgue.

No estaban del todo equivocados porque, al recibir únicamente a pacientes en terrible estado de salud en los hospitales públicos, pues se incrementaban las probabilidades de morir. Mientras que en el Hospital ABC, uno de los mejores nosocomios privados del país, se moría el siete por ciento de los intubados, en el IMSS este porcentaje era de más del 50%.

Aunque parece que ahora sí tenemos una tendencia a la baja en contagios, la realidad es que todavía no se resuelve el primer brote de coronavirus en México. En otras naciones ya van por el segundo.

La esperanza, desde luego, es que llegue rápido la vacuna al país. En este sentido, hay que aplaudir la iniciativa de la Fundación Slim con la Universidad de Oxford y AstraZeneca para comenzar la producción de su vacuna en México, aunque ésta no haya pasado todavía la fase tres del ensayo clínico. Si la pasa, la tendremos pronto en el país. Si no, pues dicha fundación y la farmacéutica perderán mucho dinero al producir una vacuna que no se utilizará.

 

Una segunda definición de “catástrofe” según el DRAE es “persona o cosa que defrauda absolutamente las expectativas que suscitaba”, definición que le queda perfecta al doctor Hugo López-Gatell, el fúsil que mandó el presidente López Obrador para quemarse si las cosas salían mal en el manejo de la pandemia. Está más quemado que un guante de bombero.

 

Twitter: @leozuckermann

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