El gobierno de AMLO se ha inclinado ferozmente a la derecha, mientras mantiene la apariencia de estar en contra de ella.

En solo cinco años, AMLO ha acometido una de las transformaciones políticas más asombrosas de que se tenga noticia: sin que la mayor parte de sus fervientes seguidores se haya dado cuenta, convirtió el movimiento popular de izquierda que encabezó por lustros en un gobierno populista de derecha. Una operación sibilina lograda a fuerza de radicalizar su discurso, en apariencia progresista, y de señalar a diario tanto a sus enemigos históricos -el PAN, el PRI y la mayor parte de los medios-, como a cualquiera de sus críticos, de encarnar lo que él mismo lleva a cabo día tras día en los hechos.

La 4T no debería ser vista como la sucesora de la Independencia, la Reforma o la Revolución, sino de sus inmediatos sucesores: el imperio de Iturbide, la dictadura de Díaz y el largo autoritarismo del PRI. No 4T, sino 4D: uno de los gobiernos más conservadores de la región, cuyas acciones se han escorado ferozmente a la derecha mientras mantiene la apariencia de batirse en contra de ella. Un fenómeno que de seguro será estudiado en el futuro: cómo disfrazar una catarata de políticas reaccionarias con un bombardeo mediático, orquestado en las conferencias mañaneras, que las pinta como su reverso.

Fuera de los apoyos directos a los sectores más desfavorecidos -la única promesa de campaña que, mal que les pese a algunos, AMLO ha cumplido a rajatabla, así sea para mantener su popularidad y sus apoyos-, ninguna otra de sus decisiones a lo largo de estos cinco años puede considerarse de izquierdas. Todo lo contrario: desde su llegada al poder, ha traicionado cada uno de los principios progresistas de su agenda y los ha sustituido por una estrategia típicamente de derechas. De allí, quizás, la confusión de la vieja derecha concentrada en torno al PAN y al PRI que insiste en oponérsele: su fracaso deriva de que, en el fondo, AMLO les ha arrebatado sus banderas.

Olvidémonos de la insidiosa idea, de cuño neoliberal, de que hoy las distinciones entre izquierda y derecha se han vuelto irrelevantes: hay algunos puntos clave que aún permiten diferenciarlas con facilidad, y en todos ellos el gobierno de AMLO termina ubicado en la segunda. La auténtica izquierda combate la desigualdad derivada del mercado con un Estado de bienestar sólido; tasa a los ricos; enarbola derechos sociales avanzados; dialoga y se nutre de movimientos sociales y de la sociedad civil organizada; busca consensos y articula decisiones comunitarias; acentúa el Estado de derecho y la justicia; persigue la legalización de las drogas; defiende el orden civil frente al militar; enarbola a capa y espada el laicismo; privilegia una mirada ecologista en sus políticas energéticas; fomenta la ciencia y la cultura; y se opone a los nacionalismos excluyentes tanto como al imperialismo.

En cada uno de estos rubros, en estos cinco años, la 4T -la 4D- ha hecho justo lo contrario: reducir la capacidad de acción del Estado con una austeridad de corte neoliberal; oponerse a una reforma fiscal progresiva; olvidarse de la diversidad y los derechos de las minorías; enfrentarse a grupos feministas, ecologistas, de derechos humanos y de víctimas; vapulear a todas las instituciones autónomas y minar cualquier contrapeso; imponer zafiamente sus decisiones en las Cámaras; desentenderse de la reforma al sistema de justicia; desechar una nueva política de drogas; militarizar todos los órdenes de la vida pública -acaso lo más grave de todo-; desdeñar el laicismo y coquetear con un discurso religioso; apostar por las energías tradicionales; disminuir los recursos a la cultura y la ciencia y desdeñar a sus comunidades; y, en fin, justificar a Rusia y a Trump.

¿Quién podría desmentir que todas estas son acciones de derechas? ¿Y cómo creerles al PAN y al PRI en su vehemente oposición si, de estar de vuelta en el poder, de seguro las calcarían una a una? Quedan pequeños reductos de izquierda en ciertas partes -en numerosas políticas públicas, aunque por desgracia no en el discurso, de la Ciudad de México-, pero en el fondo hoy los ciudadanos contemplamos una rabiosa pelea entre dos variedades de la derecha: la de la 4D de AMLO y la de sus adversarios.

@jvolpi

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