Se publicó la estimación oportuna del PIB, y arrojó una contracción durante el último trimestre del año pasado de -0.3 por ciento, que resulta en un decrecimiento de la economía durante todo 2019 de -0.1 por ciento. Ya todos los que nos dedicamos a estos números pensábamos que sería negativo, pero me parece que la mayoría esperaba una caída ligeramente mayor, digamos de -0.2 por ciento.

Parecería que no hay gran diferencia en esa décima, pero como el único dato que faltaba para estimar el año completo es el mes de diciembre, lo que ocurrió en ese mes sí se modifica mucho. Si al final la caída en el Índice Global de Actividad Económica durante 2019 fuese de -0.1 por ciento, como ocurrió con el PIB oportuno, esto implicaría un crecimiento en diciembre de 1 por ciento en la economía. Si, en cambio, ese promedio fuese de -0.2 por ciento, entonces diciembre arrojaría un 0.1 por ciento, mucho más en línea con otros datos que hemos visto (empleo, automotriz, ventas, balanza comercial).

Como usted sabe, el PIB oportuno no es siquiera igual al PIB preliminar, que se publicará, junto con el IGAE, el 25 de febrero. Mucho menos tiene que coincidir con este último indicador, de forma que no estoy viendo moros con tranchetes, o algo similar. Más bien me interesa identificar si tenemos ya alguna señal de punto de inflexión que nos haga pensar en mejores resultados a futuro.

Para esto, el dato más prometedor ha sido el de producción de petróleo, que gracias a la producción de privados ha crecido ligeramente. Si usted ve la producción exclusivamente de Pemex, la caída continúa en todos los meses, aunque ciertamente más moderada. Por ejemplo, si el dato de 1.73 mbd que comentó el director de Pemex se cumple para enero, esto significa un crecimiento de casi 7 por ciento frente a enero de 2018. Esto, solo, aportaría casi 0.4 por ciento de crecimiento para este mes. Si a eso se sumara una mejoría en construcción (que en noviembre ya se veía en edificación, pero no en infraestructura ni obras especiales), o una menor caída en manufacturas (que no parece posible, dado el ciclo industrial estadounidense), las posibilidades de tener un mejor comportamiento en 2020 que en 2019 serían mayores.

Pero no debemos olvidar que la mayor parte de la economía mexicana está en los servicios, que representan casi dos terceras partes del total. A su interior, 60 por ciento está en cuatro rubros: mayoreo, menudeo, comunicaciones y transportes, y servicios financieros e inmobiliarios. Con el dato de PIB oportuno, parecería como que hubo un repunte importante en el conjunto, pero le insisto en que se trata de series diferentes, que tienen variaciones de una o dos décimas con gran frecuencia. Así que no queda más que esperar más de tres semanas para saber cómo estuvo el año pasado, y juntar los pocos datos previos que aparecerán en el transcurso, anunciando un poco el comportamiento de enero.

En el fondo, ya lo sabe usted, lo más grave ha sido la caída en inversión, que tiene su origen indudable en la cancelación de la construcción del aeropuerto. Gran cantidad de personas piensa que ese acto no tuvo importancia, en tanto lo utiliza una fracción de la población. En realidad, esa fracción supera el 25 por ciento de los mexicanos (que al menos una vez han utilizado un avión), pero más importante aún, el impacto de la pérdida de confianza no se ha revertido. En ello ha sido muy importante la virtual cancelación de la reforma energética en los hechos, si bien no en lo escrito. Por eso la insistencia de líderes empresariales de que haya reglas claras, porque si las leyes, incluida la reforma, son letra muerta, lo mismo ocurrirá con las intenciones de invertir: morirán.

Y en eso, gabinetes más o menos no tienen relevancia alguna.

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