Lo admito: soy de una generación a la que le parece abominable la estridencia de los candidatos políticos. Me produce pena ajena ver lo que están dispuestos a hacer para darse a conocer.

Claudia Sheinbaum haciendo gimnasia sobre un trampolín fitness en el Zócalo para romper un récord Guinness. Marcelo Ebrard pintándose la cara de catrín con el fin de participar en un desfile en la Ciudad de México. Adán Augusto López Hernández perorando una serie de tonterías, como que los tabasqueños son más inteligentes que los norteños. Lilly Téllez utilizando la tribuna del Senado de la República para proferir todo tipo de insultos a sus adversarios.
¿Cuál es la característica que comparten todos estos políticos?

Que todos quieren ser el próximo Presidente de México.

Y sí, efectivamente, llaman la atención.

Los otros posibles candidatos, como Enrique de la Madrid, no aparecen en los medios por su seriedad política. Mientras unos divierten al público en el saltimbanqui, otros lo aburren con propuestas de cómo solucionar los problemas públicos del país.La realidad es que, en este mundo de hoy, los estridentes son los que ganan.

Es un fenómeno mundial. Il Cavaliere Berlusconi, un Trump anaranjado y su imitador tropical, Jair Bolsonaro, sobresalen por sus escándalos. Están dispuestos a decir todo tipo de estupideces y hacer desfiguros mayores con tal de atraer la atención mediática. Y sí, como dije antes, les funciona.

¿Por qué la estridencia ha ganado tanto espacio en el mundo político actual?

Muchos argumentan que tiene que ver con la emergencia de las redes sociales. Suena lógico. Hoy, en esta época de Twitter, Instagram, Facebook y TikTok, hay que atrapar al público con mensajes cortos y divertidos. Nada mejor que lograr que un video se haga viral. De acuerdo a estudios recientes, los líderes populistas estridentes desencadenan muchas más reacciones y publicaciones que los líderes tradicionales.
La política del pasado aburre a las nuevas generaciones. ¿Partidos políticos? Guácala. ¿Discursos largos llenos de cifras? Por favor, no. ¿Asambleas con debates? Bostezo de aburrición. La realidad es que la gente prefiere la política como espectáculo, como si la política no fuera un asunto serio.

Los fanfarrones tipo Trump se cuelan en los partidos tradicionales y los capturan. Son más divertidos. Dicen cosas “más interesantes”, aunque sean puras sandeces. Los políticos serios quedan eclipsados. No salen. Nadie los quiere. No provocan ningún like.

Viendo esto, los candidatos serios, sin mucho carisma, pero gran experiencia, tienen que salir a hacer el ridículo. Claudia sonríe a las cámaras saltando “uno, dos, tres, cuatro”. Marcelo se exhibe como calavera garbancera. Adán Augusto saca todos los saldos de su pecho que no es bodega. Lilly se presenta como personaje de un programa de Laura Bozzo.

Pobres. Qué difícil es ser candidato en estas épocas. Tener que competir con Kim Kardashian, Charli Grace D’Amelio, Yuya o Luisito Comunica. “¡Aquí estoy! Véanme ¡Aquí estoy!”.

Adiós a las ideas. Ni se diga a las ideologías. Los políticos se comunican directamente con su potencial electorado a través de mensajes sencillos que los hagan ver como alguien divertido, un mexicano sencillo que conecta con el pueblo, alguien como nosotros, buena onda, que cae bien.

En esta era, lo mejor que le puede pasar a un político en campaña es generar reacciones viscerales con su estridencia. Que haya polémica. Que se enciendan las redes. Miles de reacciones criticando a la jefa de Gobierno por lo mal que hace gimnasia rítmica. Burlas al por mayor de lo chusco que se ve el secretario de Relaciones Exteriores. Reacciones virulentas a las declaraciones del secretario de Gobernación o de una senadora de la República.

En las redes sociales, a diferencia de los medios tradicionales, no hay editores que decidan qué es algo de mal gusto que no vale la pena aparecer en pantalla. O, peor aún, alguien que cheque la veracidad de la información que está diciendo un candidato. Con las redes se puede mentir a placer con toda impunidad. Lo importante es salir, destacar y provocar.

Entiendo esta nueva realidad política, pero no me gusta. La política es una cosa muy seria para degradarse de esta manera. Insisto, me da pena ajena ver los desfiguros de nuestros posibles candidatos presidenciales con tal de darse a conocer. Tragarse esos sapos de hacer el ridículo como parte de lo que se necesita para llegar al poder. Un horror.

@leozuckermann

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