En toda coyuntura histórico-social, es muy importante tener presente como los Seres Humanos, muchas veces cuentan con la suerte y el apoyo de otros Seres Humanos, que como similares a su especie, se solidarizan frente al dolor ajeno y a las injusticias. O por lo menos, eso es lo esperado y deseado en éste Mundo. Porque a estas alturas de la Vida y “desarrollo de la diversidad de sociedades,” es cada vez es más escaso y extraño, éste sentimiento y comportamiento que debería de primar como natural, frente al dolor ajeno, la indiferencia y la exclusión.

Pero todavía es más extraño que esa ayuda o solidaridad surja inter-especies, sin que exista un vínculo real que amerite o justifique la intervención ajena, desde una especie animal diferente, al decir del Poeta costarricense Jorge Debravo, quien escribió: “Soy hombre, es decir animal con palabras…”

Con lo cual, quiero traer a colación esta Historia Real que me fue contada por una Médico Veterinaria, a quién conocí hace algún tiempo y que me ha permitido compartir con todos los lectores de éste Diario; como situación sumamente particular que aconteció en un Zoológico en alguna parte de América Central, donde ella labora cada día, junto con más personas que velan por el cuido y tratamiento de una serie de animales que se han vuelto más cercanos y si se quiere, más solidarios que muchos de nosotros durante el paso de los años. Pero que por ello mismo, no han dejado de ser salvajes en su habitad natural, que en éste caso, ha sido recreado para su supervivencia.

La historia comienza un día de verano, en el cual la veterinaria se encontraba laborando como de costumbre en el zoológico, inspeccionando a cada uno de los animales que ahí se encuentran bajo su cuidado y donde conviven en la sabana, desde Jirafas, Dromedarios, Cebras, Jabalíes, Venados, entre muchos otros animales; cuando de repente como a un kilómetro de donde estaban los comederos, se encontraba una pareja de Avestruces, las cuales yacían en una gran estancia, adecuada para ellas y cerrada con candado.

Así cuando la veterinaria procedió a ingresar ese día, no lo hizo como de costumbre, según lo que me relató, debido a que entró con otra vestimenta y por otra puerta, por lo que los animales no la reconocieron a primera vista y tampoco a segunda. Generando un gran descontento y rechazo por parte de los mismos, junto con mucha agresividad, la cual expresaron golpeándola en repetidas ocasiones, poniéndola en peligro de muerte, ya que las avestruces miden más de dos metros, son muy pesadas y poseen unas patas sumamente fuertes.

Aunque la doctora no dejó que el pánico la embargara, pensó que era su última visita al zoológico y al cuido de sus queridos animales; mientras tanto, clamaba a gritos que alguien la ayudará por favor, la auxiliara, la salvará, a pesar de saber que se encontraba a un kilómetro de distancia de donde estaban sus demás compañeros que en todo caso, serían los únicos en poderla rescatar a lo sumo.

Sin embargo, ocurrió lo inimaginable, una suerte de dicha, un milagro, lo que nadie podría esperar. Casi de la nada y a todo galope e incluso rompiendo el encierro en donde se encontraba en ese momento, apareció Dora, una antílope Oryx de muy avanzada edad y que es la líder de todos los animales del zoológico, derribando la estancia y atacando a las dos Avestruces que en ese preciso momento, habían reducido a la impotencia a la doctora y la tenían a su merced, para de acuerdo con su relato, acabar con su vida.

Por ello, hoy le dedico éste artículo a Dora, la antílope Oryx que le salvó la vida a una veterinaria que ama su trabajo y como no hacerlo, si los animales son en muchos casos, nuestros más sinceros e inesperados amigos.

Felicitaciones a la doctora y también a Dora, la antílope que demostró ser más solidaria que muchos de nosotros frente al peligro y dolor del Ser Humano…

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