López Obrador desconfía de la sociedad civil. No lo digo yo, lo confesó él mismo en su entrevista con Milenio TV. Cito, textualmente, sus palabras: “Le tengo mucha desconfianza a todo lo que llaman sociedad civil o iniciativas independientes”. La verdad no me sorprende. El tabasqueño, de raíces priistas, es un político que confía más en el Estado. Ve con resquemor lo que está fuera de éste: la economía de mercado y la participación política de organizaciones no gubernamentales. Está, desde luego, en su derecho de pensar eso. Sin embargo, creo que se equivoca. De hecho, yo pienso lo contrario, es decir, que de las muchas cosas que hay que celebrar de las transformaciones que ha vivido este país en las últimas décadas, uno de ellas es la creciente participación social en la resolución de los problemas públicos.

Por eso, apoyo y celebro el desplegado que ayer se publicó en varios periódicos del país. Firmado por varias de las organizaciones no gubernamentales que han sido clave para cambiar a México, se enumeran diez propuestas y exigencias que partieron de asociaciones ciudadanas y terminaron en la creación de iniciativas e instituciones fundamentales para la democracia liberal. Cito las diez que aparecen en el desplegado:

1. La creación del Instituto Federal Electoral y las políticas de paridad en el sistema electoral.

2. La autonomía de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y del Banco de México.

3. La Reforma Política de la Ciudad de México, sin la cual los habitantes de esta entidad no podrían haber elegido a sus autoridades.

4. La evaluación educativa y el servicio profesional docente basado en el mérito.

5. La evaluación independiente de la política social y la creación del Coneval.

6. La creación del Inai y la agenda de transparencia y rendición de cuentas.

7. La Reforma en Derechos Humanos y denuncias de violaciones graves a los mismos (Ayotzinapa, Tlatlaya o Tanhuato).

8. La ley tres de tres, la creación del Sistema Nacional Anticorrupción y la denuncia de grandes casos de desvío de recursos como los de Chihuahua, Nuevo León, Quintana Roo, Sonora, Veracruz o la Estafa Maestra.

9. El amparo que condujo a la obligación de legislar en materia de publicidad gubernamental.

10. La iniciativa de reforma legal para contar con una Fiscalía verdaderamente independiente.

Hombre, se dice rápido, pero vaya que son transformaciones positivas de gran calado. Y faltan otras más como la legalización de la mariguana con fines medicinales. Éstas no podrían explicarse “sin el trabajo e incidencia de una red de organizaciones ciudadanas con una agenda tan diversa como los propios problemas nacionales”. Por eso, tienen toda la razón las organizaciones que firmaron el desplegado al argumentar que “desconfiar de la sociedad civil equivale a despreciar la voluntad e iniciativa de mujeres y hombres que no se quedan pasivos ante la injusticia, la opacidad, el mal gobierno o la desigualdad. Suponer que sólo la autoridad del Presidente o del gobierno, sin la participación de los ciudadanos, puede encarar problemas como la inseguridad y la corrupción es una peligrosa ingenuidad que sólo agravará la crisis actual. Más que suspicacia y recelo, el trabajo de la sociedad civil debería ser considerado como una aportación para diagnosticar y resolver los problemas colectivos. Sólo los regímenes autocráticos o los defensores del statu quo pueden percibir la participación cívica como una amenaza al orden y la estabilidad”.

Impecable posicionamiento.

Cuando Alexis de Tocqueville visitó Estados Unidos en el siglo XIX, una de las cosas que más le impactó fue la gran cantidad de asociaciones civiles que existían en ese país. Las consideró factor clave para la estabilidad y funcionalidad de la democracia americana. El viajero francés no se equivocó. Desde entonces, varios académicos han demostrado, una y otra vez, que la sociedad civil es la columna vertebral de un régimen democrático.

En el México postrevolucionario del siglo XX, las asociaciones ciudadanas sólo existían si apoyaban al partido hegemónico, el PRI, en un esquema autoritario-corporativo. Hoy, muchas organizaciones no gubernamentales son independientes y juegan un papel fundamental como factor de cambio. Al haber confesado su desconfianza a estas asociaciones, López Obrador comprobó, de nuevo, que su pensamiento político está más cerca al del pasado autoritario que al de la actual democracia liberal.

Twitter: @leozuckermann

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