Nadie como López Obrador para montar espectáculos políticos. Es un genio comunicativo. Sabe que su poder depende de seguir alimentando a los medios con temas controversiales. Algunos de sus espectáculos son soporíferos, como sus informes de gobierno, pero otros muy apetitosos. Atrapan la atención de la opinión pública y publicada. Uno de los ejemplos más exitosos es lo del avión presidencial, al cual le sigue exprimiendo jugo. El saldo entre buenos y malos espectáculos es positivo y eso explica, en gran medida, la sostenida y alta popularidad de AMLO.

Los shows presidenciales eclipsan los enormes problemas de su gobierno: el mal manejo, cada vez más evidente, de la pandemia del covid-19; el derrumbe de la economía que comenzó desde que canceló el aeropuerto de Texcoco y la maldita violencia que no ha podido detener. En lugar de estar hablando de esto, nos pasamos la vida hablando de lo que pone el Presidente en la agenda pública.

En buena medida, el trabajo cotidiano de AMLO es montar espectáculos. El show debe continuar. Ha sido la característica del Presidente desde que comenzó su carrera política y lo será hasta el último día de su vida porque le ha funcionado.

Ahora viene otro megashowEmilio Lozoya.

Será espectacular. Más que ser un asunto jurídico, será un juicio político y mediático.

Ya lo está siendo. El exdirector de Pemex aceptó ser extraditado a México a cambio de convertirse en “testigo colaborador”. Revelará información sobre presuntos actos de corrupción antes y durante el sexenio de Peña. Ni su madre, hermana y esposa pisarán la cárcel a pesar de estar demandadas. Todo indica que tampoco él. Tan pronto llegó a México, lo trasladaron a un hospital privado donde, supuestamente, se está recuperando de una hernia y una anemia. A cambio de soltar la sopa, el juez podría evitar que vaya a la cárcel en su papel de “testigo colaborador”.

¿Cuál sopa?

El viernes, Reforma filtró parte del testimonio de Lozoya. Los cuatro millones de dólares que habría recibido de Odebrecht durante la campaña presidencial de Peña Nieto se habrían utilizado “para cubrir diversos pagos a consultores”. Tanto el jefe de la campaña, Luis Videgaray, como el candidato, supieron de esta operación ilegal.

En cuanto a los seis millones que otorgó Odebrecht ya siendo Lozoya director de Pemex, se habrían repartido en sobornos a legisladores para aprobar las reformas del Pacto por México. Esto con el consentimiento del entones presidente Peña y el secretario de Hacienda, Luis Videgaray.

Según Reforma, “Lozoya envió a legisladores panistas 52 millones 380 mil pesos” (unos cuatro millones de dólares de esas fechas). Ricardo Anaya, entonces presidente de la Cámara de Diputados, a la postre candidato presidencial del PAN, quien quiere regresar a la política en las elecciones del año que entra, habría recibido 6.8 millones de pesos.

Otros beneficiarios de estos sobornos habrían sido los entonces senadores Ernesto CorderoSalvador VegaFrancisco Domínguez (hoy gobernador de Querétaro) y Francisco García Cabeza de Vaca (gobernador de Tamaulipas).

AnayaCordero y García han negado haber recibido dichos sobornos.

Ha trascendido que Lozoya entregaría a las autoridades “12 videos con 16 horas de grabación en los que aparecen legisladores y dirigentes de partidos opositores recibiendo los sobornos”.

De resultar cierta esta versión, los perjudicados del caso Odebrecht serían los panistas, quienes habrían recibido, en última instancia, el dinero de los sobornos. Quedaría por ver el papel de Videgaray y Peña en estas operaciones y otros casos de presunta corrupción de la gestión de Lozoya en Pemex: Agro Nitrogenados, Fertinal y el Astillero Hijos de J. Barrales.

El gran beneficiario será AMLO. Ya tiene su caballito de batalla rumbo a las elecciones de 2021. Fiel a su estilo, montará un gran show mediático. Durante meses vamos a estar hablando de la corrupción de panistas, priistas y perredistas. A algunos, desde ahora, ya los están enlodando en los medios sin existir pruebas tangibles en su contra. A otros, muy convenientemente, los exonerarán a cambio de su apoyo en lo que resta del sexenio.

No perdamos de vista lo importante de este asunto: castigar a los verdaderos corruptos, los que aceptaron y recibieron sobornos, los que afectaron al erario, los que se robaron dinero. No con criterios políticos, sino jurídicos. Pero eso, ya sabemos, es imposible en nuestro país.

Como siempre, prevalecerá la política y el show mediático, que siempre debe continuar. Porque en México “No sentencian lo jueces. Sentencian los medios”, como dice Jorge Volpi en su novela documental sobre Israel Vallarta y Florence Cassez.

Twitter: @leozuckermann

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