Por razones laborales, viajo mucho en avión. Me ha tocado atestiguar la quiebra de varias aerolíneas nacionales, así como la aparición de nuevas. He visto cómo algunas mejoran sus servicios mientras otras empeoran. Como consumidor, me queda claro que son pocas las opciones de transportación aérea que tenemos en México. Por eso, y porque creo en el mercado como la solución más eficaz para realizar transacciones económicas voluntarias, estoy a favor de permitir el cabotaje en nuestro país.

  • El cabotaje de las líneas aéreas extranjeras está prohibido en la mayor parte de los países. México no es la excepción. Se trata de una medida proteccionista que favorece a los empresarios y sindicatos nacionales.

Si Delta tiene un vuelo de Los Ángeles a la Ciudad de México y luego a Cancún, no puede subir ni pasajeros ni carga en el tramo dentro del país, en este caso sería entre la capital y el puerto turístico. De permitirse el cabotaje, la línea estadunidense sí podría ofrecer boletos entre los dos destinos nacionales, así como el servicio de carga.

Dicen los que están en contra del cabotaje que, de permitirlo, esto quebraría a la industria aeronáutica nacional. El argumento me recuerda lo que se decía en los noventa cuando se estaba negociando el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. Los proteccionistas argüían que, de abrir la economía mexicana, quebraría la industria nacional, que no estaba capacitada para competir. Ya sabemos qué pasó. Sí, algunas empresas ineficientes quebraron, pero otras sobrevivieron mejorando sus productos y servicios. Hoy, gracias a la liberalización, México es una potencia exportadora.

Pero, además, el argumento de proteger a empresas nacionales es falso.

La línea aérea que más mueve pasajeros en México es Volaris y 52% de sus acciones es mayoritariamente propiedad de inversionistas institucionales extranjeros, casi todos estadunidenses.

Aeroméxico es la línea insignia del país. Después de la pandemia de covid-19 se declaró en quiebra. Para salir de dicha situación, fondos de inversión extranjera tuvieron que inyectarle nuevo capital. De esta manera, pasó a ser una empresa mayoritariamente extranjera.

De las tres líneas grandes, la única con capital nacional mayoritario es Viva Aerobus, propiedad de Grupo IAMSA, cuyo dueño es el empresario mexiquense Roberto Alcántara.

Así que quitémonos la idea que estamos protegiendo líneas nacionales. No es cierto. A los que, en todo caso, sí favorece la prohibición del cabotaje es a los sindicatos de pilotos y sobrecargos, quienes tienen los contratos colectivos de trabajo con las aerolíneas antes mencionadas.

Pero vuelvo al argumento principal. México requiere de más competencia en su mercado aéreo. Al permitir el cabotaje, se abriría la posibilidad de que líneas extranjeras pudieran ofrecer sus servicios en vuelos en territorio mexicano. Los beneficiarios seríamos los consumidores, que veríamos un incremento en las opciones.

Desde luego que lo ideal sería la reciprocidad en el cabotaje por parte de los países que lo efectuaran en México, sobre todo de Estados Unidos, que es el país de donde más vuelos recibimos. Pero no va a suceder por el gran poder de cabildeo que tienen las aerolíneas y los sindicatos para, precisamente, bloquear la competencia extranjera. No porque ellos no lo hacen, nosotros también debemos prohibirlo. Bienvenida una mayor competencia.

De hecho, yo no le tendría miedo a las líneas estadunidenses, que son caras y malas. Mucho mejor Aeroméxico que cualquiera de las del vecino del norte. En todo caso, las que podrían competir mejor serían las de bajo costo, como Southwest, Spirit, Frontier y JetBlue. Ésas son igual de malas que las de bajo costo mexicanas.

El presidente López Obrador ha enviado una iniciativa al Congreso para permitir el cabotaje en México. Se dice que lo ha hecho como venganza porque las líneas mexicanas no quieren viajar desde y hacia el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. No lo dudo. Al mandatario lo mueven más las pasiones que las razones. Pero, en este caso, aunque sea por desquite, es una idea que podría beneficiar a los consumidores.

  • De prosperar, el cabotaje de líneas extranjeras tendría que enfrentar un problema: la repartición de las rutas y los slots de aterrizaje/despegue en los distintos aeropuertos. Desde luego que todas van a querer los destinos más rentables. Pero esos ya están tomados por las aerolíneas nacionales y no se les pueden quitar derechos adquiridos. Así que tampoco esperemos que, si el Congreso aprueba el cabotaje, de pronto tengamos una explosión de competencia de transporte aéreo en nuestro país.

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