Baja California (La Silla Rota)- Por las calles de Tijuana Pierre Deneus va anunciando su paso: el traquido del carrito de supermercado que empuja resalta entre los pitidos del tráfico y las sirenas de ambulancia. El aroma a pescado frito se escapa de las ollas de metal que transporta, opacando el olor nauseabundo a orines y aguas estancadas.

La densa neblina le enfría la nariz pero no le quita la sonrisa del rostro. Regordete y bonachón, saluda gustoso a sus paisanos haitianos que esperan sus guisos en la esquina de la calle segunda y Melchor Ocampo. A unos cuantos metros del muro que divide a México y Estados Unidos.

Al llegar destapa la olla que transporta el manjar caribeño. El vapor fragante despierta la nostalgia y el apetito de sus connacionales.
Pierre Deneus vende pescado frito estilo haitiano en un carrito de supermercado en una esquina del centro de Tijuana. La receta de familia es muy solicitada por sus connacionales.

“Es mi receta de familia”, dice el hombre corpulento de piel color chocolate, hablando una combinación de español, creole y portugués de Brasil, país donde vivió y trabajó por casi cinco años.

Al igual que sus clientes, Pierre migró de Haití a Brasil en busca de trabajo, luego de que el temblor de 2010 devastara la economía y el tejido social de su país. La desaceleración económica brasileña de 2016 provocó un éxodo de haitianos, que partieron hacia Estados Unidos.

De mayo a diciembre de 2016, más de 19 mil haitianos llegaron a Baja California. Aquellos que arribaron antes del 22 de septiembre fueron admitidos en la Unión Americana, y recibieron permisos humanitarios de entrada para residir y trabajar legalmente mientras regularizan su situación migratoria.

Pierre llegó a Tijuana a principios de diciembre. Para ese entonces el gobierno federal de Estados Unidos había condicionado la entrada de haitianos. Solo podían ingresar los candidatos al asilo que pudieran comprobar ante una corte migratoria que su vida corría peligro al regresar a su país.

La imposibilidad de cumplir con los requisitos del asilo resultó en la deportación de solicitantes de asilo de vuelta a Haití. Temerosos de correr con la misma suerte, Pierre y otros 3 mil 700 haitianos no han solicitado cita con las autoridades migratorias estadounidenses.

Con el endurecimiento de las políticas migratorias estadounidenses la oficina del INM luce prácticamente vacía, muy pocos haitianos se atreven a solicitar el asilo.

“No más Estados Unidos, aquí mejor, en México”, dice Pierre con mucha dificultad. El miedo a ser deportados hizo que Tijuana pasara de ser una ciudad de paso para los haitianos a un destino final.
Muy pocos haitianos solicitan al Instituto Nacional de Migración citas para pedir asilo en Estados Unidos. Mayores restricciones impuestas por el gobierno federal estadounidense han ocasionado que la mayoría decida quedarse en Tijuana.

Con el transcurrir de los meses el área cercana al módulo del INM comenzó a ser conocida como el Barrio Haitiano, un pequeño enclave donde las conversaciones en creole se escuchan de manera regular en los cibercafés, los abarrotes y las lavanderías.

La mayoría de los haitianos que decidieron asentarse en Tijuana viven en cuartos y apartamentos de la Zona Centro, en las cuadras aledañas a las oficinas del Instituto Nacional de Migración (INM), donde solían tramitar las citas para audiencia con el Servicio de Inmigración de Estados Unidos. Desde la calle les escucha charlando entre familiares o compañeros de habitación.

A su caminar los haitianos sobresalen entre el resto de los peatones. Con un promedio de altura mayor al de los locales, piel oscura y cabello crespo, la presencia de los caribeños ha cambiado la composición étnica del centro de Tijuana.

Aunque la Ciudad recibe de manera regular a miles de migrantes del sur de México; centro y sudamericanos; asiáticos, y en menor medida, europeos y de oriente medio, la inmigración africana y afrodescendiente había sido mínima hasta abril de 2016.

Cientos de haitianos caminan todas las mañanas por las calles repletas de bares, farmacias y tiendas de artesanías. Su destino es el Desayunador del Padre Chava, un comedor humanitario que todas las mañanas alimenta a migrantes y personas en situación de calle.

La demanda de alimentación es tal, que este sitio se ha convertido en el epicentro del Barrio Haitiano. Los que tienen un poco de dinero acuden a desayunar pollo o pescado en los carritos de supermercado como el de Pierre, o su paisano Maurice que vende pollo frito con plátanos machos cocidos y arroz con frijol negro.

Una vez que desayunan y a esperan a empleadores temporales que los contratan por jornada como albañiles, cargadores o repartidores de volantes. En el caso de las mujeres se contratan como sirvientas o cocineras.

El punto de contratación es afuera del Desayunador. Los empleadores saben que el sirven el desayuno a las 8 horas, así que llegan a reclutar haitianos después de las 9.

Cada que arriba una camioneta pick up un grupo de hombres se abalanza hacia la ventana del conductor. “250 pesos y comida” ofrece un capataz de construcción. La mayoría se da la vuelta y espera una mejor oferta. Los más necesitados se suben rápidamente a la caja del pick up.

Otra forma de subsistencia es el comercio callejero de ropa o artículos que les fueron donados. Afuera de la recepción de un motel que históricamente ha albergado a migrantes mexicanos deportados, un muchacho revende una caja de jugos de manzana que recibió esa mañana en el desayunador.

El comercio ambulante, los empleos por jornada y la vivienda temporal genera toda una microeconomía paralela en el “Barrio Haitiano”.
Un sector del centro de Tijuana ha acogido a miles de haitianos en cuartos y apartamentos. Con el paso de los meses la zona recibió el nombre “Pequeña Haití”.

Inmigrantes legales, pero discriminados

Con 3 mil 700 haitianos residiendo temporalmente en Baja California, y un gran número de ellos considerando la opción de quedarse de manera definitiva, el Instituto Nacional de Migración se ha visto la necesidad de iniciar una campaña de regularización migratoria que les permita vivir y trabajar legalmente en México.

“Sin una condición de estancia regular su empleo seguirá siendo irregular, y eso no le conviene a nadie”, dijo Rodulfo Figueroa, delegado del INM en Baja California.

Existen dos opciones de regularización migratoria para los haitianos: tramitar ante el INM una tarjeta de visitante por razones humanitarias que tiene como plazo un año y posibilidad de renovación de forma indefinida.

También pueden solicitar el refugio, un trámite que se interpone ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, y tiene una temporalidad de cuatro años. Sin embargo para obtener el estatus de refugiado los haitianos deben comprobar que de regresar a su país su vida o su integridad física corre riesgo.

“Nosotros creemos que lo más recomendable es que tramiten su tarjeta de visitante por razones humanitarias”, explicó Figueroa, “porque en realidad solo necesitan una identificación y el permiso de salida que obtuvieron en el INM cuando entraron por la frontera de Tapachula (Chiapas)”.

A pesar de tener menos requisitos, tan solo 43 haitianos ha solicitado la tarjeta de visitante por razones humanitarias y 376 el estatus de refugiado.

Gloiguens Voltaire es uno de ellos. El joven de 26 años llegó a Tijuana el 10 de diciembre, después de vivir dos años y medio en Santa Catarina, Brasil, donde trabajaba como pintor y albañil.

En su ciudad natal, Puerto Príncipe, Gloiguens era profesor de segundo de primaria, pero los bajos salarios y la llegada de su hijo lo orillaron a emigrar en busca de mejores oportunidades. Su plan inmediato es quedarse a vivir en Tijuana, trabajar y mandar dinero a casa.

Hasta ahora solo ha logrado emplearse unos cuantos días como albañil, construyendo un edificio de apartamentos en el centro de Tijuana. “Pagan muy poco, pero necesito dinero”, explica el Haitiano.

Tras dos semanas de haber solicitado refugio Gloiguens ha obtenido un permiso del Instituto Nacional de Migración que lo acredita como residente temporal legal. Ahora podrá tramitar su registro federal de contribuyentes, un requisito para que los empleadores puedan contratarlos e inscribirlos en el Instituto Mexicano del Seguro Social.

Aún con sus documentos en regla, existen dos grandes adversidades que deberá vencer si desea permanecer en Tijuana. El idioma es el impedimento más evidente. Aunque estudió español en la escuela, su vocabulario es muy limitado y su acento muy marcado.
Gloiguens Voltaire, joven haitiano de 26 años ha decidido quedarse en Tijuana, pero enfrenta grandes dificultades como el idioma y la discriminación.

“Yo aprenderé rápido”, dice entusiasmado, “dos meses más y hablaré como mexicano”.

A pesar de su actitud positiva, Gloiguens enfrenta otra adversidad: la discriminación. Aunque Tijuana es una ciudad que históricamente ha acogido a migrantes –y ha prosperado por su contribución–, la presencia de africanos y afrodescendientes es relativamente nueva.

El mismo día que recibió su permiso de estancia temporal, Gloiguens fue en busca de un apartamento. Cuando llegó a una vecindad del centro de Tijuana una joven le indicó que tenía un espacio disponible. El apartamento era modesto pero acogedor, y aunque salía de su presupuesto parecía agradarle.

Cuando el dueño del edificio llegó para conocer al interesado surgió un inconveniente: “el apartamento ya está rentado”, dijo el sexagenario en tono cortante. “Ya se lo había prometido a otra persona”.

Un silencio incómodo se sintió en la habitación de cuatro metros cuadrados. La sonrisa de Gloiguens desapareció, ahora su rostro evidenciaba enojo, frustración y una sospecha: ¿será verdad que ya estaba apartado o es un pretexto para no rentarle el lugar? Educado, se despide y continúa su búsqueda.

Gloiguens no es el único haitiano que ha tenido problemas al momento de rentar apartamentos. Soraya Vázquez, portavoz del Comité Estratégico de Ayuda Humanitaria, conoce de otras experiencias similares.

“No vamos a negar que existe la discriminación”, precisa Vázquez. “Pienso que tiene mucho que ver la desinformación, el miedo a lo diferente y los prejuicios”.

Parte del trabajo que realiza la ONG de la que forma parte consiste en fomentar la inclusión de los haitianos a la comunidad tijuanense. Una de las formas de inclusión que consideran más importantes es la incorporación al trabajo.

El 20 de febrero, la Secretaría del Trabajo de Baja California anunció el inicio de una campaña conjunta con el Instituto Nacional de Migración para la regularización migratoria e incorporación de los haitianos a los distintos sectores productivos locales.

Su secretaria, Juanita Pérez Floriano, explicó que el sector de alimentos, de la construcción, el agrícola, y sobre todo, el manufacturero, podría beneficiarse de la mano de obra haitiana, ya que una parte importante cuenta con estudios universitarios o capacitación técnica, además de que muchos hablan inglés, francés y portugués.

A pesar de las malas experiencias Gloiguens mantiene una sonrisa serena. Sabe muy bien que para comenzar una vida en Tijuana deberá mantener el buen ánimo. “Es difícil, pero tendré mucha paciencia”.

 

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