La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) se crea como una iniciativa  del presidente John F. Kennedy en 1961 con el propósito de contar con una agencia oficial  encargada del apoyar a países en desarrollo con programas de salud, desarrollo agropecuario,  medio ambiente, fortalecimiento institucional, ayuda humanitaria y un largo etcétera.  

Durante más de seis décadas USAID fue la cara amable de la política exterior de Estados Unidos y benefició a millones de personas en forma directa e indirecta. En África lograron detener el  crecimiento exponencial del SIDA, programa en el que invirtieron más de 6,500 millones de  dólares. En América Latina, solamente en 2023, invirtieron 23 mil millones de dólares en más de  dos mil programas.  

En enero de 2025, como parte de las atribuciones del Departamento de Eficiencia Gubernamental,  nueva agencia encabezado por el empresario Elon Musk, – sin ninguna experiencia gubernamental  – se anunció la congelación temporal de fondos del USAID para 2025 que ascendían 40 mil millones de dólares. Días después, el secretario de Estado, Marcos Rubio, anunció que la  cancelación sería definitiva. En palabras de Elon Musk “USAID es una agencia que apareció por  decreto y desaparece por decreto”. Después de este anuncio, se impidió el acceso al edificio sede  de la agencia en Washington a todos los empleados, con el argumento de que se había iniciado  una investigación por corrupción dentro de la agencia. 

A partir de ese momento, el director encargado de la agencia – nombramiento que recayó en el propio secretario Rubio – anunció que se cerrarían todas las misiones de USAID alrededor del  mundo y que todos sus programas quedaban cancelados.  

Esta decisión afecta directamente a los 10 mil empleados de la agencia y a varias decenas de miles  de personas contratadas en los países en los que operaban. Miles de acciones de carácter social y  humanitario quedan incompletas o truncadas sin esperanza de que se reanuden, lo que también  significará la perdida de la experiencia y del camino recorrido en múltiples temas y latitudes para  la solución de problemas sociales ingentes. 

Por un lado se argumenta que esta decisión es resultado de la austeridad republicana instruida por  el presidente Trump y por indicios de corrupción en el manejo de los fondos de esta agencia. Sin  embargo, es bien sabido que desde hace décadas el ala dura de los republicanos considera a esta  agencia demasiado liberal, de izquierda e incluso comunista. Ciertamente hay un componente  ideológico de mucho peso en esta decisión. Muy parecidos los argumentos a los que utilizó Lopez  Obrador en su momento para desaparecer los fideicomisos y asegurar el manejo central de todos  los recursos: austeridad republicana y acusaciones de corrupción. 

Para Estados Unidos las consecuencias son de la mayor trascendencia pues desaparecer USAID  significa acabar con la cara amable de la política exterior de Estados Unidos, sus ideales de  igualdad, democracia y bienestar en el orden global. El poder blando de Estados Unidos desaparece con la cancelación de su principal herramienta. 

Para 2025 estaban programados 250 proyectos en México con un presupuesto de 230 millones de  dólares, que aunque representan muy poco dentro del total de recursos de la agencia, eran muy  importantes pues estaban dirigidos a áreas tan delicadas como identificación de desaparecidos y  programas de prevención social de la violencia y la delincuencia. Mi experiencia trabajando con el  personal de USAID en México, primero como servidor público y después consultor internacional,  fue siempre edificante y productiva. Personal profesional, comprometido, respetuoso de las  preferencias y necesidades de los beneficiarios y en quienes jamás percibí algo que pudiese sugerir  prácticas irregulares.  

Difícil entender la lógica del señor Trump de pretender adueñarse del continente sin amigos y sin  aliados – salvo los gobiernos de extrema de derecha – sin incentivos y sin dar nada a cambio (salvo amenazas y aranceles). Todavía más preocupante es el hecho de que con quienes si es capaza de  sentarse a negociar Trump es con personajes como Putin y Netanyahu, dos de los gobernantes más tóxicos y dañinos del siglo XXI.  

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