Todas las mujeres alrededor del Mundo, sufren generalmente los mismos problemas, sin hacer diferencia por las circunstancias sociales, económicas, culturales o religiosas de las que sean objeto, debido a que a lo largo del tiempo, seguimos siendo presas de todo tipo de discriminación siglo tras siglo y muchas veces, inclusive ante la mirada indiferente de nuestros congéneres masculinos, quienes lastimosamente en la mayoría de los casos, han naturalizado esa conducta de marginación o discriminación hacia nosotras, como abuelas, madres, esposas, hijas o hermanas, considerándonos ante todo el sexo débil y subordinado frente a la historia y conformación de la humanidad.

El actuar de las féminas como seres humanos que también somos, evidencia nuestro aporte como hacedoras de cultura y civilización alrededor del Mundo, frente a una participación socio-política y económica, controlada y administrada principalmente por hombres, dentro de la conformación de cualquier ciudad-estado. Pero más allá de todo esto, todavía sobreviven un sin número de estigmas impuestos y autoimpuestos por la mitología de cualquier cultura, donde se nos sigue supeditando a labores del hogar, procreación y crianza de nuestros hijos desde tiempos inmemorables.

Por ello, es que ha llegado el momento de que seamos las mismas mujeres, quienes alcemos la voz, evidenciando que debemos cambiar el discurso desde nuestros hogares, para no repetir los patrones de discriminación que nos excluyen y discriminan ante el seno familiar, el cual construimos con nuestro trabajo y esfuerzo desde la educación materno-infantil a muy temprana edad, frente a nuestras hijas e hijos.

De ésta forma, es que podemos visualizar también la palabra empoderamiento en un amplio espectro del quehacer femenino, y entre ellos está el de visibilizar que nos valemos por nosotras mismas, asumiendo una actitud firme y decidida que no permite que se ejerza influencia negativa, hacia nuestra persona, principalmente por nuestros pares. Ya que podemos admitir ante el Mundo nuestras debilidades, pero ante todo convirtiéndolas en fortalezas como ejemplos a seguir.

Porque toda mujer que se considere empoderada, ha logrado alcanzar ésta condición no solo desde el discurso, sino también en la práctica, cuando se ha dado cuenta que su libertad radica en ser ella misma, aún ante la adversidad que llame a su puerta cada día, ya que su ideal de vida es comprendido y respetado por toda su familia y radica, en no ser ni mejor ni peor persona, ya que en realidad simplemente es otro Ser Humano, con iguales derechos y deberes ante la sociedad que se constituye desde su seno familiar…

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