Aterrizamos y subieron unos militares, nos pidieron los pasaportes. Al poco tiempo un ruso a cargo de la expedición regresó por nosotros. Había tundra a la derecha y a la izquierda. Entramos en una camioneta militar. Pasamos en un edificio de color azul etiquetado en cirílico como “Aeropuerto Tiksi”. Seguimos, pasamos montañas y parecía que ese coche militar era una máquina del tiempo: autos militares de los años 70 y 60 del siglo pasado; pasamos colinas cubiertas de un tapete de musgo amarillento y rojizo; bloques de hielo entrelazados con agua hacían una especie de bahía que albergaba barcos corroídos y grúas; maquinaria oxidada y bloques de concreto que guardaban edificios. Al entrar al poblado llegamos a un hotel. Con apenas 22 años, recién desempacado de la carrera, me aventuraba a una excavación en las Nuevas Islas Siberianas. Tiksi es la ciudad más cercana a la isla de Zohokhov (Chojoba según su pronunciación rusa). Tenía el privilegio que pocos rusos gozaban: haber cruzado casi todo el país para ir a pisar e investigar un yacimiento de hace 10,000 años. La expedición y los hallazgos son impresionantes, dignas para ser contadas en otra ocasión, pero ahora, en mi memoria destellan unas imágenes que encontré en la azotea del mismo hotel. Había un museo que tenía una muestra de arte con obras realizadas por los niños locales: eran sus sueños, sus impresiones. Imágenes apocalípticas con colores hermosos y formas terribles. Caminé por la ciudad y me impresionó imaginar el futuro de niños y niñas de esa localidad. Jugué con algunos: un mexicano era extraño entre los rasgos eslavos y yakutianos.

Bahía de Tiksi (Rusia)

Bahía de Tiksi (Rusia).

Pensaba en aquél entonces cómo esos niños no podrían lograr sus sueños. Ese lugar aislado me parecía impenetrable al futuro. Leía “El conde de Montecristo” y pensaba en la importancia de la voluntad y de las pequeñas señales que cambian destinos. Tal vez lo único que alguien no puede perder, pero ésta es movida por un sueño y el deseo de futuro de algo trascendental. Dantès cambió el suyo por un sonido que significó libertad. Los rusos idolatran el conocimiento y la ciencia. Su preparación es impresionante. Recuerdo visitar el hogar de una científica que tenía plantas, muchas cactáceas, dentro de su departamento lleno de lámparas para hacer un microclima. Le pregunté cómo hacía para mantener eso con vida. Ella contestó que esa era su razón para seguir con vida. Un micro comportamiento te puede mantener la voluntad de vivir. Algunas niñas y niños de ahí seguro llegarán a ser científicas y a estar dotadas por la voluntad de conocimiento, pero su otro destino, a juzgar por lo que se veía en Tiksi, no necesariamente era prometedor, si no llegaban a ser militares (seguro de bajo rango) se dedicarán a la prostitución.

Rusia, nieve

Hace unos días me encontré con la reflexión sobre el futuro de la niñez nuevamente y la importancia de los microcomportamientos. Fue en un taller que tuve oportunidad y privilegio de moderar para el programa Pequeñas Aventureras que Sésamo promueve en preescolares de la SEP en CDMX y Puebla. Había educadoras, talleristas y representantes de dichas instituciones. El programa promueve la equidad de género y potencia las habilidades científicas y matemáticas a través de un método de indagación y reflexión. En un ejercicio que realizamos,  varias maestras reflexionaban el impacto del programa al hacer participar a los padres. Imaginar lo que sus hijos pueden ser, eliminando vicios de género, es uno de los muchos recursos y misiones que tienen. Una actividad simple hace a los padres creer e imaginar posibilidades: imaginan lo que sus niñas y niños pueden llegar a ser. Después de un taller salen con su niña o niño disfrazado de ese futuro pensado. Un micro-comportamiento que podría cambiar prejuicios e ir eliminando años de vicios de lenguaje, de juicios en los que el futuro de niñas se sentencia por las creencias limitadas de nuestros sistemas de pensamiento. La cuestión de género pende de nuestros juicios amarrados por hábitos, por el lenguaje y nuestras categorías de pensamiento. Es necesario eliminar la asociación del color rosa-niña o la noción de mujer-débil y hombre-fuerza por una supuesta razón “biológica”. El programa entrelaza esas actividades con narrativas lideradas por personajes como Lola y Abby en una serie, los niños van imaginando futuros posibles y transformando estructuras a través del juego y la imaginación.

No pue evitar pensar en el debate y en Meade. No es su culpa. Cuando viajé a Rusia aquél 17 de junio del 2002, México acababa de perder con Estados Unidos en el Mundial. Su frase ante la pregunta de Gabriela Warkentin sobre la brecha de género, hizo que mi cerebro conectará los puntos. “Brecha de Género”-“Suerte a la Selección”. En un país en el que candidatos se atreven a hablar de género con spots que incentivan horario de guardería de tiempo completo o en el que envían un tuit asumiendo que equidad es cuando recuerdas a tu mamá como la primera en levantarse y la última en acostarse, es imposible no reconocer la importancia de programas que rompen las cadenas del juicio desde que estamos pequeños. Todos estamos en un sistema y le damos vida al reproducirlo. Debemos invertir en transformar con pequeños comportamientos. No sé qué medidas o personajes puedan comenzar dicha transformación desde la política pero sin duda todos debemos de trabajar en ellas. Los discursos que no se apropian se vuelven callosidades que hacen más compleja la transformación. Sé que desde mediados de los años 90, ha habido cambios importantes a nivel global y que nuestro congreso desde el 97 formó un grupo destinado a dicha tarea y que desde 1999 se publica en el Diario Oficial de la Federación. Sin embargo, esos años parecen no haber impactado en nuestros candidatos.

Pero los microcomportamientos y las percepciones no sólo pueden impactar en la percepción de la equidad de género. Otro programa social que tiene una gran misión en la frontera norte se llama D.A.R.E. y tiene como propósito disminuir la violencia y las adicciones en los niños. Lo hace de una manera tal que pretende cambiar la relación de los niños con la policía como figura de autoridad y de confianza. La adaptación en Tijuana de este programa surgido en Estados Unidos está a cargo de un patronato en conjunción con Casa de las Ideas. Lo fascinante de este programa es que con niños de preescolar se está promoviendo la relación con policías a través de cuentos. El policía es entrenado para ser un cuenta-cuentos que va a una escuela; se utiliza también a un personaje en forma de botarga: Darío. La conexión del niño con el policía logrará que se reduzca la incidencia de drogadicción, la detección del primer consumo de droga y que haya más confianza por parte de niños para denunciar abusos y violaciones. Nuevamente las historias transforman estructuras y es un microcomportamiento el que desdobla y transforma todo un sistema.

Sin duda, las concepciones que tenemos en torno a la equidad de género, la relación con la autoridad, la violencia y todos los elementos que constituyen nuestro sistema deben de ser teñidos con pequeños cambios que, de abajo hacia arriba y al revés, comiencen a transformar un tejido social debilitado. Aplaudo más iniciativas como éstas y espero que en un futuro podamos encontrar transformaciones. La narrativa en forma de cuento, como decía Walter Benjamin en Illuminations, tiene una función que no se imprime en otras estructuras narrativas y del texto. Él comparaba la novela y el cuento y atribuía a éste una función atemporal semejante a la función el mito. El cuento no explica, deja al oyente que interprete, que complete la historia. Para Benjamín la estructura de la novela impide al individuo su reproducción, seguro lo que sucede en el congreso y nuestras leyes es aún más complejo para ser reproducido de voz en voz. Usemos más Daríos, Abbys y Lolas para impulsar pequeños cambios.

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