¡Piedad! ¡Piedad! La suma virtud; la que mueve, la que inspira, la que lleva, por amor a Dios, a sentir una tierna devoción a las cosas santas, y, por el amor al prójimo, a realizar actos de amor y compasión. Impío, el que, en su impiedad, comete oprobio.
Impío —del latín impius— y oprobio —del latín opprobrium— son dos palabras que, por su naturaleza, están muy ligadas, mucho más de lo que un impío puede estarlo a un ateo, pues aquél no es sólo el que está falto de religión o es contrario a ella, sino, sustancialmente, el falto de piedad y, por ello, sus acciones son oprobios.

Y aunque para algunos el mayor oprobio de un impío puede ser el negar la existencia de Dios, lo cierto es que lo más condenable de él es su falta de respeto a lo más sagrado, no importa si esto es del orden religioso o del civil. Para los romanos, la impíetas era el compendio de los vicios más abominables, la inmoralidad absoluta y la total maldad. Por ello, cualquier delito que se cometiera iba, en definitiva, acompañado de impiedad; es decir, el impíus era el sacrílego, el que no tenía el menor respeto ni por los dioses, ni por la religión, ni por sus padres, ni por la patria; en resumen, el que no se sentía obligado con nada ni con nadie, porque carecía de lealtad —incluso consigo—, lo que lo hacía desalmado, cruel, inhumano y, por supuesto, criminal.

Oprobio, por su parte, es «ignominia, ultraje, afrenta, deshonra, ofensa, injuria»; por lo tanto, el único que puede tener tanta impiedad como para cometerlo es, precisamente, el impío. Por ejemplo, Antonio López de Santa Anna (1794-1876), quien fue impío con su patria cuando, entre otras acciones, firmó los Tratados de Guadalupe-Hidalgo, a través de los cuales cedió La Mesilla a los EE. UU. —a cambio de varios millones de pesos—, por lo que Valentín Gómez Farías (1781-1858) escribió a sus hijos: «La venta infame de nuestros hermanos está ya consumada; nuestro gobierno, nuestros representantes, nos han cubierto de oprobio y de ignominia».

La piedad se ha confinado al ámbito religioso y, como consecuencia, también el impío; sin embargo, si el que es religioso carece de un alma piadosa y ultraja, injuria o deshonra, lo que estará es cometiendo un oprobio impío.

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